(Infomadrid / InfoCatólica) Con el cardenal Carlos Osoro han concelebrado la solemne Eucaristía el cardenal Carlos Amigo, arzobispo emérito de Sevilla, el nuncio de Su Santidad, monseñor Renzo Fratini, y el obispo emérito de Ciudad Real, monseñor Antonio Algora, así como el vicario general, vicarios episcopales, miembros del cabildo catedral y numerosos sacerdotes. Organizada por la Delegación Episcopal de Familia y Vida, en la liturgia participaron numerosas familias.
En su homilía, el prelado hizo alusión al Evangelio proclamado, que narraba la huida de la Sagrada Familia a Egipto, asegurando que con esa petición del Señor a José de marchar para poner a salvo a la familia «quiere mostrar que la familia es la belleza más grande que se ha creado en este mundo» e invitó a los presentes a hacer verdad «con nuestra vida el honrar a tu padre y a tu madre, sintiendo devoción por aquellos que hicieron posible que hayamos tenido rostro humano, que nos cuidaron, que guardaron nuestra vida, que sintieron predilección por la vida y no nos abandonaron».
También animó a revestirse «con la vestimenta que hemos escuchado en la carta de San Pablo: la de la misericordia, la de mirar a los demás con el amor de Dios, con la bondad, la humildad, la comprensión». En este sentido, aseguró que el perdón cura siempre. «Dios nos da siempre la gracia de que podamos acoger su amor, regalar humildad, dulzura, comprensión, perdón».
Evocando a tantas familias que están en situación de necesidad, sin trabajo, en situaciones difíciles, viviendo incomprensiones... manifestó: «Qué maravilla dejar entrar a Jesús para que regale la alegría del Evangelio». «Construyamos familias cristianas verdaderas iglesias domésticas, comunidades de vida y de amor», dijo el cardenal Osoro, para «hacer ver en nuestro mundo la belleza que tiene el matrimonio y la familia cristiana».
Antes de concluir la Misa, el cardenal impartió la bendición a varias parejas de novios en representación de todas las parejas que en la diócesis se preparan para recibir el sacramento del matrimonio.
Diego, padre de siete hijos: «Sin familia no hay hogar ni calor, ni futuro»
El cardenal Carlos Osoro, arzobispo de Madrid, bendijo a todas las familias que se acercaron a la catedral de la Almudena. Con el lema Vivir la alegría del amor en la familia, las actividades comenzaron a las 11 horas con la exposición del Santísimo para su adoración por las familias en la Cripta de la catedral. En ella, el prelado ha estado acompañado por el delegado de Familia, Fernando Simón, el vicario episcopal para la Evangelización, Carlos Aguilar, el párroco de la Cripta, Joaquín Iniesta, y otros sacerdotes.
A lo largo de la jornada se sucedieron distintos turnos de adoración al Santísimo: Vicaría I, Santa María de Caná, ANFE, 40 horas de adoración, Heraldos del Evangelio, Movimiento Familiar Cristiano, Congregaciones marianas de la Asunción, Asociación Católica de Propagandistas, Cursillos de Cristiandad. A estos grupos se irán uniendo a lo largo del día distintos fieles. A las 22:00 horas se procedió a la bendición con el Santísimo y a su posterior reserva.
Al mismo tiempo que el prelado presidía la exposición del Santísimo en la Cripta, el templo catedral comenzaba a congregar a cientos de fieles madrileños que, desde muy temprano, acudían a recibir la bendición del prelado madrileño.
Una de las muchas familias que han estado allí presentes, soportando la espera con la alegría y la paciencia de los que simplemente confían, ha sido la formada por Diego y Verónica. Estos padres jóvenes, procedentes de la capital, han acudido allí junto a sus siete hijos: Carmen, María, Diego, Juan Pablo, Teresa, Verónica y Almudena. Diego, que porta sobre sus hombros a Verónica, refleja en sus ojos la alegría de su hija más especial. Esta, con síndrome de Down, acaba de dejarse bendecir por el cardenal de Madrid, a quien también ha bendecido ella con su tierna mirada. Diego asevera que han ido «para rezar por la familia cristiana», que «se encuentra amenazada por la desesperanza, porque está viviendo muchas dificultades, con todo en contra…». Así, reconoce estar allí «como un signo para esta generación y para el mundo», donde «muchos matrimonios se divorcian y se separan». «Hemos venido para rezar por tantas familias que se encuentran amenazadas de romper con todo, como si esta belleza y este amor fueran imposibles», y para dar gracias «porque Jesucristo está con nosotros».
A su lado, todos sus hijos le observan con cuidado mientras habla de Jesús, de la Virgen y del papel de la familia en esta sociedad. Su esposa, Verónica, apunta que «la Iglesia es un signo donde nos encomendamos toda la familia, al lado del Señor». La familia es el futuro, asegura Diego, «y si no hay familia, no hay futuro». Por ello, «cuando se rompe la familia, no hay hogar, no hay calor». Y esto «afecta no solamente a la belleza de lo que es el amor, que se derrama como una Iglesia doméstica, sino que afecta económicamente a todo».
Al preguntarles por los siete hijos, reconocen que les han ayudado «muchísimo» a poder salir de ellos mismos: «Hemos pasado nuestras crisis matrimoniales y, gracias a ellos, que han rezado por nosotros, lo hemos superado todo». Ellos «nos han ayudado a crecer, a tener que salir de nosotros mismos, a darnos, a renunciar a muchos planes; pero es una renuncia por amor, por recibir un bien mayor», aseveran convencidos.
Verónica, de repente, señala a la Virgen de la Almudena, quien reposa en su altar sobre nuestras miradas. «¿Y la Virgen, qué papel tiene en vuestras vidas?», pregunto. «Ella, la madre de la Eucaristía, nos ha llevado y fortalecido, guiado y protegido en todos los momentos de dificultad», allí «donde nosotros no veíamos salida». Cuenta Diego que «en esos momentos de oscuridad que todos los matrimonios y familias tenemos, la Virgen ha sido la que nos ha protegido y, con su manto, ha extendido su mano para volver a llevarnos a Jesús». Por todo esto, concluye Verónica, «cada uno de nuestros siete hijos, merece tanto la pena».