(Zenit) Mientras él habla, de fondo es nítido el sonido de los golpes de metralla. Pero esta vez, respecto a los meses pasados, es un sonido sibilante de esperanza, ya que testimonia el asentamiento por parte del ejército sirio en la parte oriental de la ciudad, hasta hace pocas semanas un bastión de los grupos llamados «rebeldes».
Durante la ocupación –cuenta mons. Abou Khazen, que ha podido hablar con personas que han huído de la parte este de Alepo– la vida no era fácil, especialmente en los últimos meses de combate, porque los ‘rebeldes’ impedían que llegaran víveres y medicinas, mientras sus depósitos se llenaban.
Asimismo, el vicario apostólico explica que «estos grupos pertenecen todos a la galaxia del fundamentalismo islámico e imponían a la población los preceptos y las formas de vida que enseña el fanatismo, totalmente extrañas a la tradición del pueblo sirio».
La ONU indica que la situación humanitaria es «catastrófica»: se registran dificultades logísticas para curar las heridas, la higiene es muy escasa y gran parte de los edificios está destruida.
Ahora que la ciudad está casi por completo en manos del ejército regular –explica mons. Abou– muchos refugiados están volviendo y esto ya es un símbolo de renacimiento. El vicario apostólico subraya que muchos ciudadanos de Alepo se habían alejado recientemente, «durante la última operación del ejército para liberar los barrios del este de la ciudad».
Una vez retomado el control de estas zonas, ha sido necesario «limpiar estos barrios de las minas, reabrir las calles y hacer funcionar las otras infraestructuras». Casi concluidas estas actividades, la gente está volviendo atrás, donde a menudo en vez de su propia casa encuentran un lugar espeluznante. Pronto habrá que comenzar con la reconstrucción.
«El clima que se respira entre la gente es de alegría, optimismo y esperanza» cuenta el vicario apostólico. Además revela que también hay mucha prudencia, porque el pueblo sirio ya está acostumbrado a las «sorpresas feas».
Prudencia, o quizá realismo, que aparece también en las palabras de mons. Abou Khazen. «¡Por desgracia no estoy seguro de nada respecto a un aspecto!», exclama. Y dirige una acusación explícita hacia la comunidad internacional: «¡Todas las excusas son buenas para dejar las sanciones y el embargo contra Siria!».
Bajo el punto de vista del representante católico, el embargo parece referirse solo «a las ayudas humanitarias, la gasolina, las medicinas» y por tanto «quien paga las consecuencias es la pobre gente». Y sin embargo las armas, cualquier tipo de armas, continúan entrando en el país, lamenta.
El pasado 8 de diciembre, el Gobierno de Estados Unidos concedió una exención a las exportaciones de armas a «fuerzas irregulares, grupos o individuos comprometidos en el sostener o facilitar las operaciones militares de los Estados Unidos para contrastar el terrorismo en Siria».
No desde Washington, sino desde la Ciudad del Vaticano llegan signos concretos para un futuro mejor para el pueblo sirio. La carta enviada por el papa Francisco al presidente Assad «es otro motivo de esperanza para todos nosotros, cristianos y no cristianos», comenta mons. Abou Khazen. Además define como «un gesto especial» la creación del cardenal, por parte del Papa, del nuncio apostólico en Siria, Mario Zenari.
De aquí es necesario partir de nuevo para el futuro de Siria. «Esta Navidad –explica el vicario apostólico– tendrá otro olor a la luz de la liberación de la ciudad, algunas calles serán adornadas por la fiesta aunque no hay electricidad. Pero como hemos hecho a lo largo de estos años de guerra, tratamos de sembrar la verdadera alegría y esperanza cristiana en el ánimo de los fieles.