(Arch Valladolid) La publicación quincenal Iglesia en Valladolid, ha realizado una entrevista a Juan Manuel Cotelo.
Decidió dedicar a Dios su carrera como cineasta ¿Se siente una ‘rara avis’ en el cine español?
Nunca he pretendido ser igual que otra persona, porque eso es metafísicamente imposible. Y me he sentido incómodo cuando alguien ha querido clasificarme dentro de un grupo supuestamente homogéneo. El único grupo con el que me identifico plenamente es el de «persona humana», celebrando todas las diferencias que existen dentro de esa categoría inabarcable. Si analizamos a los cineastas, encontraremos que hay de todo: Detrás de cada película, hay personas apasionadas con algo. Y eso me encanta. Me encuentro muy a gusto entre mis colegas cineastas que aman su profesión y apuestan por aquello que aman. A mí sólo se me da bien hablar de aquello que conozco y amo. Por eso hablo de Dios y de su relación con el hombre, para quien tenga esa misma inquietud y desee penetrar en el territorio apasionante del espíritu humano. Ya no me veo hablando de otra cosa, por muy interesante que sea.
‘Footprints’ es su tercera película con su productora Infinito + 1… ¿Por qué el Camino de Santiago y por qué con peregrinos norteamericanos?
La idea no fue nuestra, sino de un sacerdote español que vive en Arizona. Fue él quien organizó la peregrinación y quien pensó que merecía la pena compartir con todo el mundo esa experiencia espiritual, a través de una película. Se puso en contacto con nosotros, nos propuso el plan poco antes de empezar a caminar… y aceptamos.
Documentales que hablan de Dios en los tiempos que corren… No parece importarle la audiencia.
Lo único que me importa es servir al espectador individual, no a la masa. Si nuestras películas sirven a una sola persona, entonces ha merecido la pena producirlas. Pero no se deje engañar por las apariencias… esto no es un producto para minorías, ni para un «nicho de mercado». La aspiración de Jesucristo es llegar al 100% de las personas. Dios celebra el encuentro con uno solo… con cada uno de nosotros, como si fuéramos hijos únicos… pero aspira a las grandes cifras. Tanto es así, que si ya hubiera alcanzado al 99% de los destinatarios posibles de su amor… saldría en busca del 1% que le queda por conquistar. Nosotros trabajamos con esa mentalidad, sin concesiones a una falsa humildad. En menos de diez años hemos estrenado nuestras películas en 26 países y hace poco las ha comprado NETFLIX, con 90 millones de suscriptores. Todo me parece poco, estamos empezando. No tenemos ni idea de qué hará Dios con ellas, ni a quién llegarán, ni cuándo. Pero vamos a por todos.
¿Cómo consigue llegar tan lejos?
Trabajando y rezando. Sólo rezando… no habríamos dado ni un paso. Y sólo trabajando, confiando en nuestros esfuerzos, tampoco habríamos hecho nada. Intentamos pensar poco y actuar mucho. Sin frenarnos ante los estudios de mercado, que suelen conducir al miedo o a la ineficacia: a los pecados de omisión, derivados de los prejuicios. ¿Cuál es el resultado de sumar Infinito + 1? Dios pone su «casi todo» y nosotros ponemos nuestro «casi nada». El resultado es sorprendente.
¿Es el Camino de Santiago una invitación a la conversión en sí mismo? ¿Y la película?
El Camino es un territorio sagrado, de encuentro entre Dios y el hombre. Ese camino puede recorrerse como quien da un paseo por el campo, o puede vivirse con el recogimiento propio de quien aspira a encontrar a Dios en su vida. El Camino te ofrece esa oportunidad, pero no te obliga a nada. Dios nunca nos obliga a nada. Todo es una invitación, una llamada, una seducción… Las diferentes experiencias de cada peregrino así lo demuestran: quien busca, encuentra. Y quien no esté dispuesto a que Dios entre en su vida… tal vez termine su camino y su vida, sin haberle encontrado.
Los protagonistas viven un antes y un después de la Ruta Jacobea ¿Cuándo vivió usted el suyo?
En concreto, hoy. San Agustín dijo: «Si dijeras basta, pereciste. Crece siempre, avanza siempre, progresa siempre». Yo le pido al Señor que, cada día, transforme en mí todo lo que haya que transformar. Le pido que no se canse de servirme, aunque yo sí me canse de servirle. No puedo hablar en pasado, como si mi proceso de conversión estuviera concluido. Lo cierto es que siento que está empezando. Y que la purificación completa sólo concluirá cuando Dios y yo estemos en plena sintonía. Eso sí que marcará un antes y un después.