(Efe) «Esto había pasado en los cincuenta, había pasado en los sesenta, pero estamos en 2016 y no debería pasar», dijo Errick Simmons, el alcalde de Greenville, una población con un 76 % de la población negra, ubicada en el Delta del Misisipi y con un pasado esclavista vinculado a las plantaciones de algodón.
Los bomberos determinaron que el fuego, que quemó durante la noche del martes, fue intencionado y el jefe de la Policía de Greenville, Delando Wilson, explicó en rueda de prensa que se investiga como un «crimen de odio». «Percibimos el mensaje en la iglesia como intimidante», añadió.
Por tratarse de un crimen de odio el FBI colabora con las autoridades locales y estatales en esa investigación.
El templo quemado, de la Iglesia Misionera Baptista Hopewell, tiene unos 200 feligreses. «Esperamos que Dios nos permite construir otro templo en este mismo lugar», dijo el pastor de la iglesia, Carilyn Hudson.
Con ese propósito, los responsables de la iglesia abrieron hoy una cuenta en la web GoFoundMe con la que han recaudado más de 92.000 dólares en donaciones en sus primeras diez horas, lejos de los 10.000 que se habían propuesto.
La campaña del candidato republicano a la Casa Blanca, Donald Trump, al que hacía referencia la pintada en la iglesia quemada, rechazó «de la manera más categórica» la acción.
«Estamos agradecidos de que nadie haya resultado herido y urgimos a los testimonios con cualquier tipo de información a que ayuden a llevar a los responsables ante la Justicia», apuntó en un comunicado la campaña.
El candidato republicano a vicepresidente, Mike Pence, dijo, por su lado, que se trata de un acto de «terrorismo político».
La quema de iglesias negras por parte de supremacistas blancos fue algo habitual en el sur de Estados Unidos en la década de los sesenta, durante la lucha del movimiento por los derechos civiles, y perduró hasta los noventa.
Precisamente ayer, un periódico vinculado al grupo racista Ku Klux Klan publicó un artículo en que alababa al aspirante republicano.