(RV) «Obras que hacen evidente», explicó el Santo Padre, «que los cristianos no son negligentes» en espera del encuentro final con el Señor, sino que constantemente salen a su encuentro, reconociéndolo en el rostro de tantas personas que piden ayuda.
Deteniéndose en esta ocasión en las palabras del Maestro: «Estaba de paso y me alojaron; desnudo, y me vistieron» (Mt 25, 35-36), el Obispo de Roma recordó que en nuestro tiempo es más actual que nunca esta obra que se refiere a los extranjeros. «Las crisis económicas, los conflictos armados y los cambios climáticos – afirmó – impulsan a tantas personas a emigrar». Sin embargo, Francisco destacó que «las migraciones no son un fenómeno nuevo», sino que pertenecen a la historia de la humanidad. De modo que – dijo el Papa – «es falta de memoria histórica» pensar que las migraciones sean propias sólo de estos años».
Después de referirse a los numerosos ejemplos concretos que la Biblia nos ofrece sobre este tema, el Papa volvió a recordar que la misma Sagrada Familia se vio obligada a emigrar para escapar a la amenaza de Herodes, tal como nos lo refiere el Evangelio – «José se levantó, tomó de noche al niño y a su madre, y se fue a Egipto. Allí permaneció hasta la muerte de Herodes» (Mt 2, 14-15) –. De ahí que el Pontífice no haya dudado en reafirmar que «la historia de la humanidad es historia de migraciones: en toda latitud, no hay pueblo que no haya conocido el fenómeno migratorio».
El Sucesor de Pedro señaló que hoy, lamentablemente, el contexto de crisis económica favorece las actitudes de cerrazón y de falta de acogida, tanto es así que en algunos países surgen los muros y las barreras, que no representa la solución al problema, sino que termina favoreciendo los tráficos criminales. Por esta razón el Papa añadió con fuerza que «la única vía de solución es la de la solidaridad». Y que el empeño de los cristianos en este ámbito hoy es tan urgente como en el pasado.
Tras llamar a todos a acoger a los hermanos que huyen de la guerra, del hambre, de la violencia y de condiciones de vida deshumanas, Francisco dijo que «todos juntos somos una gran fuerza de apoyo» para cuantos han perdido su patria, su familia, su trabajo y su dignidad.
Y concluyó su catequesis pidiendo que no caigamos en la trampa de encerrarnos en nosotros mismos, indiferentes ante las necesidades de los hermanos y preocupados solamente por nuestros propios intereses.