(Zenit) El Papa permanecerá en Georgia hasta el domingo por la mañana, cuando pondrá rumbo a Azerbaiyán y se quedará hasta esa misma tarde. Se realiza así este fin de semana, la segunda etapa del viaje al Cáucaso, que inició en junio con su visita a Armenia.
A su llegada el aeropuerto de Tbilisi, el Pontífice ha sido recibido por el presidente de la nación, Giorgi Margvelashvili, y del patriarca de toda Georgia, Elías II. Tras escuchar los himnos y los saludos de las delegaciones, el Santo Padre se ha dirigido al Palacio Presidencial, donde ha tenido un breve encuentro privado con el presidente. Y a continuación ha tenido lugar el primer discurso del viaje, a las autoridades, la sociedad civil y el cuerpo diplomático.
De este modo, en su discurso, el Santo Padre ha subrayado que «cualquier distinción de carácter étnico, lingüístico, político o religioso», en vez de ser usados como pretexto para transformar las divergencias en conflictos y los conflictos en interminables tragedias, «puede y debe ser para todos fuente de enriquecimiento recíproco en favor del bien común». Esto requiere –ha aseverado– que cada uno ponga plenamente a disposición las propias capacidades, teniendo ante todo la posibilidad de vivir en paz en su tierra o de regresar libremente si, por cualquier motivo, fue obligado a abandonarla.
En un discurso muy significativo, teniendo en cuenta los conflictos de la zona, pero sin hacer referencia explícita a ello, el Santo Padre ha pedido a los responsables públicos que «continúen preocupándose por la situación de estas personas, afanándose en la búsqueda de soluciones concretas más allá de las cuestiones políticas no resueltas». Del mismo modo ha subrayado que se requieren altas miras y valor para «reconocer el bien auténtico de los pueblos y perseguirlo con determinación y prudencia». Es indispensable «tener siempre presente los sufrimientos de las personas para continuar con convicción el camino, paciente y laborioso pero apasionante y liberador, de la construcción de la paz».
Por otro lado, el Santo Padre ha definido Georgia como «lugar de encuentro e intercambio vital entre culturas y civilizaciones», que ha encontrado en el cristianismo, desde la predicación de Santa Nino al inicio del siglo IV, «su más profunda identidad y el fundamento seguro de sus valores».
Igualmente ha precisado que la historia multisecular de Georgia «manifiesta la raigambre en los valores expresados por su cultura, por su lengua y por sus tradiciones», incluyendo al país plenamente y de modo profundo y peculiar en el ámbito de la civilización europea. Al mismo tiempo, por su posición geográfica, «es casi un puente natural entre Europa y Asia», «una bisagra que facilita las comunicaciones y las relaciones entre los pueblos».
Al recordar que han pasado 25 años desde la proclamación de la independencia de Georgia, ha observado que durante este periodo, renovando su libertad plena, «ha construido y consolidado sus instituciones democráticas y ha buscado los caminos para garantizar un desarrollo lo más incluyente y auténtico posible». Por eso el Santo Padre ha deseado que «el camino de paz y desarrollo» prosiga con el «compromiso solidario de todos los miembros de la sociedad», para así crear las «condiciones de estabilidad, equidad y respeto a las leyes» que favorezcan el crecimiento e aumenten las oportunidades para todos.
Este progreso autentico y duradero –ha subrayado– tiene como condición preliminar indispensable el pacífico entendimiento entre todos los pueblos y los Estados de la región. Y ha precisado que esto exige que «crezcan sentimientos de mutua estima y consideración», los cuales «no pueden descuidar el respeto de las prerrogativas soberanas de cada uno de los países en el marco del derecho internacional».
Asimismo, ha explicado que para abrir rutas que conduzcan a una paz duradera y a una verdadera colaboración, hay que tener en cuenta que «los principios relevantes para una ecuánime y estable relación entre los Estados están al servicio de la concreta, ordenada y pacífica convivencia entre las naciones».
Al respecto, ha advertido que en muchos lugares de la tierra, parece prevalecer una lógica que hace difícil mantener las legítimas diferencias y controversias «en un ámbito de confrontación y diálogo civil, donde prevalezca la razón, la moderación y la responsabilidad.» Esto es tanto más necesario «en el momento histórico actual», en el que no faltan también extremismos violentos que «manipulan y distorsionan principios de naturaleza civil y religiosa» para subordinarlos a oscuros diseños de dominio y de muerte.
Finalmente, ha asegurado que la Iglesia católica «comparte las alegrías y las preocupaciones del pueblo de Georgia» y «tiene la intención de ofrecer su contribución al bienestar y a la paz de las naciones, colaborando activamente con las autoridades y la sociedad civil». Asimismo ha deseado que continúe favoreciendo al crecimiento de la sociedad georgiana, «gracias al testimonio común de las tradiciones cristianas que nos unen», «en su esfuerzo en favor de los más necesitados» y «mediante un renovado y creciente dialogo con la antigua Iglesia Ortodoxa Georgiana y las otras comunidades religiosas del país».