(Asia News) En el Líbano es cada vez más fuerte y concreto el peligro de que haya un «conflicto social» entre la población local y los refugiados que han huido de Siria e Irak, naciones que han sido devastadas por la guerra y por el ascenso de grupos yihadistas islámicos. La gente ha comenzado a «vender de todo», el gobierno «es débil» y ya no logra proteger más ni hacerse cargo de una población que «cada vez atraviesa mayores dificultades».
Es lo que cuenta a AsiaNews el padre Paul Karam, director de Caritas Líbano, quien hace cuatro años está a la vanguardia en el sostén del continuo flujo de familias sirias (y no sirias) que huyen de la guerra. El sacerdote en los próximos días estará en Roma, para el encuentro entre los operadores de Caritas y el Papa Francisco. Y al pontífice le «contaremos cómo están las cosas –agrega- , hablaremos de una situación dramática».
En más de cuatro años, el país de los cedros ha hospedado a casi 1,6 millones de refugiados sirios y debe afrontar desequilibrios demográficos, económicos, políticos y de seguridad que esto conlleva. La ONU, que enumera solamente los casos registrados, afirma que hay 1.2 millones. A estos se suman al menos 700 familias de cristianos iraquíes de Bagdad, Mosul y de Erbil, y decenas de miles de palestinos de Siria. Todo esto, frente a una población libanesa de cerca de 4,4 millones y de un país que cada vez atraviesa mayores dificultades en la gestión de la emergencia.
Los expertos del Banco mundial se interrogan acerca de las ayudas que han de ser destinadas al Líbano en la gravosa tarea de acogida de los refugiados. A este respecto, días atrás, se mantuvo una reunión en Nueva York, al margen de la Asamblea general de las Naciones Unidas, orientada a delinear las nuevas modalidades de intervención «ante los numerosos desafíos» planteados por la cuestión de la inmigración.
El principal socio internacional en la obra de asistencia y de ayuda a los refugiados es la Unión Europea que, desde el 2011, fecha de inicio de la crisis siria, ha destinado al menos 800 millones de euros. De éstos, hay 356 millones en ayuda humanitaria, de los cuales 87 fueron aportados en el 2016 y más de 250 millones de euros en el contexto de la política europea con los países vecinos. El objetivo es sostener a las instituciones libanesas en la obra de asistencia a los refugiados, para garantizarles el acceso a los servicios básicos.
La UE es también el principal donador en el contexto del conflicto sirio, con más de 6.6 millardos de euros proporcionados por Bruselas y por Estados miembros puntuales, para responder a las necesidades en lo referido a asistencia humanitaria y desarrollo. Sin embargo, la emergencia en Siria crece cada vez más y, según las últimas estimaciones de la ONU, habría al menos 13,5 millones de personas «con urgente necesidad de ayuda».
El Líbano se está ahogando
Al preguntársele por la emergencia, el director de Caritas Líbano confirma el «grave riesgo» de conflicto interno que sobrevuela el país de los Cedros. «El Líbano se está ahogando –advierte- y si las Naciones Unidas y la comunidad internacional no encuentran una solución para poner fin al conflicto sirio, la situación corre el riesgo de estallar».
El P. Paul Karam cuenta acerca de un «flujo continuo» de refugiados que atraviesan las fronteras «por vías no legales». Esto contribuye a «alimentar la tensión: la comunidad local hasta ahora ha observado la distribución de comida y ayuda a los refugiados, frente a un empobrecimiento progresivo de los libaneses». En algunas zonas del país hay ciudadanos «que viven por debajo de la línea de pobreza». Un crecimiento del dato vinculado a la pobreza que abarca tanto a los refugiados como a los libaneses mismos».
La Iglesia libanesa trata de mediar en las tensiones, de disminuir el nivel de enfrentamiento y de limitar el peligro de que haya un choque frontal entre dos realidades diversas, pero unidas por la necesidad y la urgencia. «Hacemos lo que podemos –cuenta el sacerdote-. Pero los refugiados no son todos cristianos, por cierto. Muchos de ellos son musulmanes y no hay relaciones directas. Con los cristianos y la población local tratamos de calmar los ánimos, pero la gente comienza a gritar… «Considérenme un refugiado», éste es uno de los eslóganes que está cada vez más en pie».
Hay que parar la guerra
Más que la comida, más que la asistencia, más que el dinero, que igualmente representan una necesidad, «lo más importante es poner fin al conflicto en Siria», subraya el director de Caritas Líbano, pues de otro modo «crecerán las tensiones, las divisiones y el terrorismo».
Los pobres son los primeros en «pagar el precio» de los «litigios» entre las grandes potencias. Durante un tiempo se depositó «la esperanza en que se llegara a un acuerdo entre los Estados Unidos y Rusia, pero la realidad en el campo parece ser muy distinta», subraya el sacerdote, quien recuerda las palabras pronunciadas por el premier libanés en la ONU: «No se vislumbra una solución pacífica para Siria». «Es necesaria una paz basada en la justicia –concluye- y una lucha a todo nivel contra la venta y el comercio de armas. No son los países pobres lo que fabrican y trafican armas, y la guerra siria gira en torno a este elemento. Las ayudas no son infinitas, mientras que quien produce armas maneja la guerra y la manipula para que la misma continúe».