(Marca) «Río es mi último deseo, espero acabar mi carrera con un podio. Comienzo a pensar en la eutanasia. Pero, a pesar de mi enfermedad, he vivido lo que otros solo pueden soñar», ha señalado en una entrevista concedida a Le Parisien.
La belga ha estado ligada toda su vida al deporte. No obstante, fue dos veces campeona del mundo de triatlón y llegó a participar en el famoso Ironman de Hawaii. En 2008 fue diagnosticada con una enfermedad que acabaría postrándola en una una silla de ruedas. Superó las trabas psiclógicas y se agarró al deporte y la competición adaptando su vida a nuevas metas. «Cuando me siendo en mi silla de carrera, todo desaparece. Expulso todos los pensamientos oscuros, el miedo, la tristeza, el sufrimiento, la frustración. Así es como he conseguido ganar lo que he ganado», expone la belga en la entrevista.
Practicó baloncesto, golf, esgrima, surf, triatlón, buceo, golf, esquí y atletismo en silla de ruedas. En Londres 2012 logró un oro en 100 metros lisos y plata en los 200 y 400 metros lisos. El año pasado, en los Mundiales de Doha, se proclamó campeona del mundo, batiendo récords en 400, 800, 1.500 y 5.000 metros.
Vervoort competirá en Río 2016, del 7 al 18 de septiembre, donde llega con la aspiración de colgarse nuevas medallas al cuello en las pruebas de 100 y 400 metros. «Hay posibilidad de medalla, pero será difícil porque la competencia es muy fuerte. Estoy entrenando muy duro, luchando día y noche con mi enfermedad. Espero terminar mi carrera en un podio», asegura la apodada 'Wielemie' ('la rueda y yo'). Será, según sus propias palabras, un último esfuerzo. Y es que la enfermedad que sufre, degenerativa e incurable, la dificulta cada día más no solo la competición sino sobrellevar el día a día. Es por ello por lo que ya ha solicitado en Bélgica, donde la eutanasia es legal desde 2002, que le priven de la vida después de competir en Brasil.
Suena cruel, pero ella lo tiene claro. «Todo el mundo me ve reír con mi medalla de oro, pero nadie ve el lado oscuro», afirma Vervoort, a quien los dolores no le dejan dormir más que diez minutos muchas noches. Durante el día, en ocasiones, se desmaya y es su perro quien la tiene que despertar a base de lametazos. «Es inútil quejarse», subraya a la par que insiste que su única motivación para seguir viviendo es la competición. En Río será su última aparición, parece que lo tiene claro. Incluso se atreve a hablar de su funeral. «Quiero que todos tengan una copa de champán en la mano y un pensamiento feliz para mí», sentencia.