(SIC) «El problema de la pérdida de alimentos está muy presente entre las preocupaciones de la Iglesia Católica como una de las cuestiones que dificulta la disponibilidad de alimentos para todos y, por lo tanto, socava el desarrollo -dijo el purpurado- En la práctica de las organizaciones de Caritas, uno de los retos para la ejecución de proyectos, en todos los niveles, es la pérdida de alimentos que los agricultores y las comunidades experimentan año tras año. La pérdida de alimentos se produce en todas las etapas de la cadena agrícola después de la cosecha, incluso durante el transporte del campo a la granja, durante la trilla o el descascarillado, durante el almacenamiento, durante el transporte al mercado y durante su comercialización. Es especialmente perniciosa para los agricultores en pequeña escala cuya seguridad alimentaria y cuya capacidad de ganar dinero con su trabajo pueden verse seriamente amenazadas…»
«Los frutos de la tierra», indicó el cardenal, «son para el beneficio de todos. Para ello es necesario adoptar una perspectiva social que tenga en cuenta los derechos fundamentales de los pobres y los desfavorecidos. De acuerdo con la Doctrina Social de la Iglesia Católica la propiedad privada está subordinada al destino universal de los bienes».
El prelado asiático aseveró que «la experiencia de las organizaciones de Caritas demuestra que, a menudo, los pequeños agricultores no poseen la capacidad de gestionar las pérdidas posteriores a la cosecha. El derecho humano a una alimentación adecuada requiere la igualdad de acceso a los recursos para la alimentación; es decir, aparte de la propiedad de los bienes, la población rural debe tener acceso a los medios de educación técnica, al crédito, a los seguros y a los mercados. Este -precisó- es también el tipo de acompañamiento que Cáritas ofrece a través de la promoción de métodos mejores de cosecha, de la formación en técnicas de cosecha y almacenamiento puntuales, de sensibilización sobre el derecho a la alimentación, así como en requerir de los gobiernos políticas y estrategias específicas que orienten la tarea de todos los involucrados en las pérdidas posteriores a la cosecha, desde los investigadores, extensionistas, representantes del sector privado, gobiernos, ONGs y agricultores».
En este sentido puso el ejemplo de dos iniciativas de Caritas en Estados Unidos, una en Maine cuyo objetivo es proporcionar, vegetales orgánicos ricos en nutrientes a las personas necesitadas que recurren a los comedores sociales. «Algunos de los productos -explicó- se distribuyen directamente en el campo, mientras que la mayor parte se elabora en asociación con pequeñas empresas propiedad de mujeres para su distribución durante los meses de invierno. Esta forma de asociación fomenta el empleo y la cooperación además de permitir que las verduras se conserven durante el duro invierno de Maine cuando la necesidad es más grande».
La otra en el Estado de Washington para distribuir frutas y verduras frescas a los hogares de bajos ingresos. Así, Caritas en la ciudad de Spokane ha creado una red de más de 50 empresas agrícolas para alimentar a una comunidad en la que el 17% de los residentes reciben alimentos a través de cupones proporcionados por el gobierno. «Se ha puesto en marcha -dijo el arzobispo- un fuerte sistema «desde la granja al banco de alimentos», trabajando con numerosos socios, entre ellos las universidades para facilitar programas de educación nutricional y para aumentar la capacidad de la cadena de suministro. Los agricultores están conectados con las rutas de abastecimiento que llevan a la ciudad y con los lugares de distribución alimentaria en las cercanías, lo que hace posible que los alimentos lleguen a su destino sin una infraestructura sustancial de transporte. Un equipo sencillo, es decir un vehículo de reparto, neveras y refrigeradores para el almacenamiento incrementan la capacidad de los sitios de distribución».
«En resumen, la forma en que Caritas se ocupa de las pérdidas de alimentos no consiste solamente en una solución técnica. Por el contrario, responde a una visión basada en el desarrollo humano que es integral y ecológico: los programas de Cáritas siempre están orientados a las personas más vulnerables y marginadas; aseguran el desarrollo sostenible, respetando el medio ambiente, la salud y el bienestar humano y el fomento de la creación de empleo; su objetivo es conseguir la justicia social, mediante la creación de alianzas virtuosas basadas en la solidaridad y la cooperación, favoreciendo la inclusión social», concluyó el purpurado.
Tirar comida es robar a los pobres
Por su parte Mons. Fernando Chica Arellano, Observador Permanente de la Santa Sede ante la FAO, después de recordar que la Iglesia apoya todo verdadero esfuerzo que haga germinar los bienes que son fruto del trabajo humano, afirmó: «Nuestra reunión ha deseado lanzar una acuciante llamada de alerta a la conciencia de la humanidad, para que nadie permanezca como un mero observador ante esta lacra, para que ninguna persona quede impasible viendo cómo multitud de hombres, mujeres y niños ponen en riesgo su sagrado derecho a la vida porque no tienen nada que comer o porque a duras penas se alimentan…Con frecuencia, ante los conflictos bélicos, las injusticias, el deterioro del medio ambiente o las deficiencias sanitarias buscamos tomar medidas perentorias que eviten exponer a la población al grave peligro de no poder satisfacer sus necesidades primordiales. Esta ha de ser también nuestra convicción a la hora de inspirar cualquier acción encaminada a eliminar la pérdida de productos alimenticios. Si ante dicha tragedia no actuamos, si preferimos el silencio o perseveramos en la ambigüedad, estará venciendo el egoísmo. Nuestra parálisis será el triunfo de intereses sesgados que acabarán condenando a los más vulnerables a morir de hambre o a un alto riesgo de malnutrición».
«Aquí en la FAO- terminó- hoy todos juntos hemos querido proclamar con toda seriedad y convencimiento: en vez de perder alimentos, que todo se aproveche, que ningún producto se tire porque haya sufrido un deterioro superficial. Si logramos que ningún producto alimenticio se pierda, habremos pasado de la muerte a la vida. En efecto, frente a la pérdida de alimentos, que va unida simbólicamente a la muerte, hemos de promover la cultura del cuidado y el esmero, que ha de ir vinculada al fomento de la vida, de la solidaridad y de la ayuda a los más necesitados. Un alimento perdido es un alimento robado a los pobres y desfavorecidos».