«Para convertirnos, no debemos esperar eventos prodigiosos, sino abrir el corazón a la Palabra de Dios»

Ignorar al pobre es despreciar e ignorar a Dios

«Para convertirnos, no debemos esperar eventos prodigiosos, sino abrir el corazón a la Palabra de Dios»

El Papa Francisco ha dedicado su catequesis de hoy miércoles 18 de mayo, durante la audiencia general, a reflexionar sobre la parábola del hombre rico y del pobre Lázaro. El Santo Padre ha asegurado que «ignorar al pobre es ignorar» y «despreciar a Dios».

(InfoCatólica) Texto completo de la catequesis papal:

Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!

Deseo detenerme con ustedes hoy en la parábola del hombre rico y del pobre Lázaro. La vida de estas dos personas parece recorrer caminos paralelos: las condiciones de vida son opuestas y del todo incomunicadas. La puerta de la casa del rico está siempre cerrada al pobre, que reposa allí afuera, buscando comer cualquier residuo de la mesa del rico. Él usa vestidos de lujo, mientras que Lázaro está cubierto de llagas; el rico cada día come generosamente, mientras que Lázaro muere de hambre. Sólo los perros cuidan de él, y lamen sus llagas. Esta escena recuerda el duro reclamo del Hijo del hombre en el juicio final: «Porque tuve hambre, y ustedes no me dieron de comer; tuve sed, y no me dieron de beber; estaba [...] desnudo, y no me vistieron» (Mt 25, 42-43). Lázaro representa bien el grito silencioso de los pobres de todos los tiempos y la contradicción de un mundo en el cual las inmensas riquezas y recursos están en las manos de pocos.

Jesús dice que un día aquel hombre rico murió -los pobres y los ricos mueren, tienen el mismo destino, todos nosotros, no hay excepciones a esto- y entonces se dirigió a Abraham suplicándole con el apelativo de «padre» (v. 24.27). Reclama, por lo tanto, de ser su hijo perteneciente al pueblo de Dios. Y sin embargo en vida no ha mostrado alguna consideración hacia Dios, más bien ha hecho de sí mimos el centro de todo, cerrado en su mundo de lujo y de desperdicio. Excluyendo a Lázaro, no ha tenido en cuenta ni al Señor, ni a su ley. ¡Ignorar al pobre es despreciar a Dios! Y esto debemos aprenderlo bien ¡Ignorar al pobre es despreciar a Dios! Hay un particular en la parábola que cabe señalar: el rico no tiene un nombre, sólo el adjetivo «el rico», mientras que aquel del pobre es repetido cinco veces, y «Lázaro» significa «Dios ayuda». Lázaro, que reposa delante a la puerta, es una llamada viviente al rico para recordarse de Dios, pero el rico no acoge tal llamado. Será condenado por lo tanto no por sus riquezas, sino por haber sido incapaz de sentir compasión por Lázaro y socorrerlo.

En la segunda parte de la parábola, reencontramos a Lázaro y el rico después de su muerte (v. 22-31). En el más allá la situación se ha invertido: el pobre Lázaro es llevado por los ángeles al cielo con Abraham, el rico en cambio cae entre los tormentos. Entonces el rico «levantó los ojos y vio de lejos a Abraham, y a Lázaro a su lado». Le parece ver a Lázaro por primera vez, pero sus palabras lo traicionan: «Padre Abraham -dice- ten piedad de mí y manda a Lázaro, lo conocía eh, manda a Lázaro a meter en el agua la punta del dedo y a bañarme la lengua, porque sufro terriblemente en esta llama». Ahora el rico reconoce Lázaro y le pide ayuda, mientras que en vida fingía no verlo. Cuántas veces, cuántas veces, tanta gente finge no ver a los pobres, para ellos los pobres no existen ¡Antes le negaba los residuos de su mesa, y ahora querría que le llevara de beber! Cree todavía poder poseer derechos por su precedente condición social. Declarando imposible cumplir su solicitud, Abraham en persona ofrece las claves de toda la narración: él explica que los bienes y males han sido distribuidos de modo de compensar la injusticia terrena, y la puerta que separaba en vida al rico del pobre, se ha transformado en «un gran abismo». Hasta que Lázaro estaba bajo su casa, para el rico había posibilidad de salvación, abrir la puerta, ayudar a Lázaro, pero ahora que ambos están muertos, la situación se ha transformado en irreparable. Dios no es nunca llamado directamente en causa, pero la parábola pone claramente en guardia: la misericordia de Dios hacia nosotros está vinculada a nuestra misericordia hacia el prójimo; cuando falta esta, también aquella no encuentra espacio en nuestro corazón cerrado, no puede entrar. Si yo no abro la puerta de mi corazón al pobre, aquella puerta permanece cerrada, también para Dios, y esto es terrible.

A este punto, el rico piensa a sus hermanos, que corren el riesgo de tener el mismo fin, y pide que Lázaro pueda volver al mundo a advertirles. Pero Abraham responde: «Tienen a Moisés y a los profetas, que escuchen a ellos». Para convertirnos, no debemos esperar eventos prodigiosos, sino abrir el corazón a la Palabra de Dios, que nos llama a amar a Dios y al prójimo. La Palabra de Dios puede hacer revivir un corazón árido y curarlo de su sequedad. El rico conocía la Palabra de Dios, pero no la ha dejado entrar en el corazón, no la ha escuchado, por eso ha sido incapaz de abrir los ojos y de tener compasión del pobre. Ningún mensajero y ningún mensaje podrán sustituir los pobres que encontramos en el camino, porque en ellos nos viene al encuentro Jesús mismo: «Todo aquello que hicieron con el más pequeño de mis hermanos, lo hicieron conmigo» (Mt 25,40), dice Jesús. Así en la inversión de las suertes que la parábola describe está escondido el misterio de nuestra salvación, en que Cristo une la pobreza a la misericordia.

Queridos hermanos y hermanas, escuchando este Evangelio, todos nosotros, junto a los pobres de la tierra, podemos cantar con María: «Derribó a los poderosos de su trono, elevó a los humildes; colmó de bienes a los hambrientos y despidió a los ricos con las manos vacías» (Lc 1,52-53). Gracias.

 

5 comentarios

Tomás Bertrán
Esta economía ya está inventada. "Doctrina social de la Iglesia".
18/05/16 12:18 PM
Fernando Paraguay
Es importante tener en cuenta a los pobres que sufren necesidades materiales en primer lugar. Si se nos presenta la oportunidad de ayudar a un enfermo comprandole medicamentos, ayudar a llevarlo al médico, comprarle comida obviamente son las primeras ayudas que debemos ofrecer como verdaderos cristianos. Hay que ayudar concretamente como dice Santiago en su carta.

Pero otro punto no podemos descuidar, que es llenar también y satisfacer esa hambre, ese frío, esa enfermedad espiritual. El hermano puede estar sediento y hambriento del pan de la palabra. Entonces podemos decir, que es el momento propicio para evangelizar primeramente con nuestro testimonio y ejemplo de misericordia. Luego ayudar a que conozca y aprenda el evangelio.

No asistimos solo el cuerpo. También el espíritu debe ser alimentado para que haya un verdadero equilibrio en la vida de cada uno.
18/05/16 1:35 PM
Soledad
Me gustaría que el Papa ampliara más el concepto de pobreza.No es cuestión de atizar le, pero siempre se refiere al la pobreza material. Ser pobre o no no te hace mejor, tu dignidad lo marca tu virtud.
"Bienaventurados los pobres de espiritu"; (Mt5,3)Pobres y ricos debemos tener los ojos puestos en el cielo.
La fuerza del Evangelio es la que lleva al desprendimiento,a comprometernos con los más necesitados,marginados,oprimidos,
La historia de la Iglesia esta llena de entrega.
La pobreza puede ser material,cultural,espiritual.
Hoy abundan todas,leer a la Madre Teresa de Calcula es divisar cada. Una de ellas.
Se ignora a Dios también cuando tienes personas al lado que tienen todo lo material,pero permanecen en el error o la ignorancia.
Todos,pobres y ricos estamos llamados a la dignidad de los Hijos de Dios.
Disculpad por los saltos de la tableta, no nos compenetrados.
18/05/16 2:15 PM
Gregory
En una ocasión mi profesor de moral en el seminario nos comento que la moral "menos interesante" es la moral social pero cuan necesaria es y sobre todo es una moral que hemos de abordar a diario cuando tratamos a nuestros empleados o cuando nos volcamos a una obsesión por la ganancia desenfrenada. De esto no se habla mucho. Pero existe la moral social hay una Populorun Progressio junto a una Humanae Vitae y una Sollicitudo rei Socialis con una Evangeliun Vitae.
18/05/16 5:01 PM
Beatriz Mercedes Alonso (Córdoba - Argentina)
Adhiero totalmente a lo expresado por Soledad: "LA FUERZA DEL EVANGELIO es la que lleva al desprendimiento, a comprometernos con los más necesitados, marginados, oprimidos. La historia de la Iglesia está llena de entrega. La pobreza puede ser material, cultural, espiritual. Hoy abundan todas. SE IGNORA A DIOS TAMBIÉN CUANDO TIENES PERSONAS AL LADO QUE TIENEN TODO LO MATERIAL, PERO PERMANECEN EN EL ERROR O LA IGNORANCIA. Todos, POBRES Y RICOS, estamos llamados a la dignidad de los Hijos de Dios".

Si yo lo tuviera delante mío al Papa Francisco le diría que con su forma agresiva y acusadora de dirigirse a las personas, reclamando ayuda para las personas materialmente necesitadas, sólo consigue el efecto contrario. De psicología, cero.

Bendiciones.
18/05/16 6:32 PM

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