(Emol) En un retiro espiritual estaba el obispo de Villarrica, monseñor Francisco Javier Stegmeier, cuando a las dos de la madrugada del 8 de marzo su celular comenzó a sonar con insistencia. El que llamaba era el párroco capuchino Carlos Huenupi, para alertarlo de que encapuchados acababan de incendiar el santuario San Sebastián de Pircunche y la vecina casa de formación de los capuchinos, ambos en Vilcún, Región de La Araucanía. Una semana antes, Carabineros había desalojado a las comunidades mapuches que durante dos años mantuvieron una toma en el Seminario Mayor San Fidel, en Padre Las Casas.
Los tres recintos religiosos pertenecen a la Diócesis de Villarrica, donde –recuerda el obispo– nunca se había atentado contra un templo. La Diócesis de Temuco, en cambio, acumula cuatro atentados contra capillas, lo que se suma a tres contra iglesias evangélicas, señala «El Mercurio».
«A los fieles, un atentado de esta naturaleza les afecta en lo más vital de su ser, es decir, en su fe religiosa», advierte monseñor Stegmeier al responder un cuestionario escrito. «Los fieles del Santuario de San Sebastián de Pircunche –agrega– son de origen sencillo, humilde y mayoritariamente mapuche. Ellos, con gran esfuerzo, construyeron el templo. Ante este hecho, inexplicable para ellos, se sienten víctimas inocentes e indefensas, experimentando sentimientos de angustia, impotencia, miedo y rabia».
«Sin embargo, en un segundo momento, nace en ellos el deseo de reconstruir el santuario lo antes posible, de seguir confiando en el Señor, superando el miedo y dispuestos a perdonar a quienes tanto daño han hecho».
No obstante, manifiesta su inquietud por el transfondo de los atentados. De hecho, el líder de la toma del Seminario San Fidel, Fidel Tranamil, advirtió que «la Iglesia ha demostrado ser un miembro más del Estado y no vamos a descansar hasta expulsarla del territorio mapuche».
Según el obispo de Villarrica, «los fieles también se dan cuenta de que los actos de violencia realizados por estos grupos extremistas tienen la grave connotación de la intolerancia religiosa llevada a sus últimas consecuencias. Se corre peligro por el solo hecho de ser cristiano, sufriendo el amedrentamiento a través de consignas, amenazas y atentados criminales».
–¿Quiénes están detrás de estos ataques? ¿Se trata, efectivamente, de mapuches?
«En la Diócesis de Villarrica, el pueblo mapuche ocupa un lugar muy importante. Hombres y mujeres mapuches participan en todas las instancias de la vida de la Iglesia. En las ciudades y en el campo, en las parroquias y comunidades, en los colegios y obras sociales, en las congregaciones y movimientos siempre está la valiosa presencia mapuche con una fe profunda en Jesucristo y una gran devoción a la Virgen María; pero, a la vez, enriqueciéndonos con el aporte de su cultura, tradiciones y costumbres. El pueblo mapuche nos edifica con su amor a la creación y a la tierra, a la familia y a los niños. También nos admira su espíritu acogedor y su generosidad al compartir lo suyo».
«Cualquier persona que conoce la realidad de nuestra región se da cuenta de que la verdadera 'causa mapuche' no está en los grupos violentos, sino en el pueblo auténticamente mapuche que quiere la paz, al igual que el resto de los habitantes de La Araucanía. Todos los días nos vemos y nos tratamos unos a otros como personas respetuosas, cordiales y pacíficas. Todos tenemos el anhelo sincero de que las injusticias del pasado no las paguen los inocentes de hoy, sino que entre todos procuremos caminos de justicia a través de la verdad, de la búsqueda del bien para todos y del diálogo».
«En el caso concreto de Pircunche, es verdad que se encontraron consignas vinculadas con el indigenismo extremista, pero el pueblo mapuche como tal es absolutamente inocente de la violencia en la región. Personas y grupos ajenos a la cultura mapuche se están apropiando indebidamente de una causa relacionada con el pueblo mapuche, pero sin representarlo de ninguna manera».
–¿Usted o colaboradores de la Iglesia han sido amenazados?
«Gracias a Dios, en la Diócesis de Villarrica eso no ha acontecido y espero que nunca acontezca. Sin embargo, en la Diócesis de Temuco sí hubo graves amenazas a un sacerdote, en mayo de 2014, en la zona de Ercilla, como informó ampliamente la prensa».
–¿En qué fue utilizado el Seminario San Fidel durante la toma?
«Fue utilizado como vivienda por once personas. Según informó la prensa, en el lugar se encontró un matadero clandestino y algunos vehículos desarmados. Al parecer, en algunas ocasiones se usó el inmueble como salón de eventos. Los ocupantes se denominan a sí mismos integrantes del 'Lof Rofúe'».
–Como pastor, ¿cuáles son sus sentimientos ante este conflicto?
«A todos los que actualmente vivimos en La Araucanía nos duele lo que está pasando. El significado de los ataques incendiarios es que unas pocas personas violentistas nos han transformado a todos en víctimas de un ambiente de incertidumbre y de miedo. Nadie está seguro de no ser el próximo objetivo de la arbitrariedad de grupos que actúan al margen de la ley, bajo la consigna de una causa indigenista, que nada tiene que ver con las verdaderas y legítimas aspiraciones del pueblo mapuche. Recordemos que los atentados sufridos por la Iglesia Católica son muy pocos en comparación con los sufridos por el resto de la población. Los afectados por la violencia ideologizada son de toda condición social, incluyendo a mapuches y personas pobres. Los expertos tienen la tarea de determinar si actos de esta naturaleza pueden recibir el calificativo de terroristas, pero las víctimas de ellos sienten terror por lo vivido y por lo que pueda pasar en el futuro. A algunas de ellas les he oído llamar al actuar de estos grupos como 'terrorismo psicológico'».
«Sin embargo, la quema de templos está mostrando que de parte de algunas personas está la intención de atentar específicamente contra la Iglesia. Con toda razón, los fieles nos sentimos atacados y pasados a llevar. Hay una violación de los derechos humanos, porque no se nos respeta la libertad religiosa de rendir culto al Señor en nuestros templos». «En el caso de la Iglesia Católica, claramente el interés de los grupos violentistas es dar una señal simbólica. Ellos saben que el pueblo mapuche tiene profundas convicciones religiosas mayoritariamente católicas, pero también las propias de otras denominaciones cristianas».
«La acción de quemar capillas (cuatro en la Diócesis de Temuco y una en la de Villarrica) no está directamente vinculada con la recuperación de tierras. Tampoco la toma del Seminario San Fidel. De hecho, los metros cuadrados de cada uno de los terrenos involucrados suman muy pocas hectáreas. La finalidad de los grupos violentistas es ideológica. Su pretensión es desestabilizar el orden social por medio de la lucha de clases, para alcanzar el poder político. La Iglesia no se identifica con ningún sistema político determinado. Pero, a lo largo de la historia, siempre ha sido capaz de discernir sistemas conformes con la dignidad de la persona humana de aquellos que le son contrarios».
–¿Qué llamado hace al Gobierno?
«El Gobierno debe hacer respetar el Estado de Derecho para asegurar a cada uno lo que corresponde en justicia. El anhelo de todos en La Araucanía es vivir en un ambiente de fraternidad, paz y seguridad. Entre todos hemos de superar la violencia propiciada por un pequeño grupo. Pero también todos los estamentos tenemos que unirnos a fin de elaborar un proyecto que realmente sea respuesta a las justas demandas del pueblo mapuche, en el respeto de los derechos de todos los ciudadanos. Y no hay que olvidar a todas las víctimas de la violencia, afectadas en su integridad física y psicológica, en sus fuentes de trabajo y en sus bienes materiales, incluso en la pérdida de seres queridos. En tan grave situación, se requiere el compromiso y la participación de todos, incluyendo al Estado».