(Aica) «Todos conocen la sensibilidad de la Iglesia en las cuestiones éticas -dijo el Papa en el discurso que les dirigió- pero tal vez no sea igualmente claro para todos que la Iglesia no reclama ningún espacio privilegiado en este campo; al contrario se siente satisfecha cuando la conciencia cívica, en varios niveles, puede reflexionar, discernir y operar sobre la base de la racionalidad libre y abierta y de los valores fundamentales de la persona y de la sociedad. Efectivamente esta madurez cívica responsable es una señal de que la siembra del Evangelio -esa sí, revelada y confiada a la Iglesia- dio sus frutos, logrando promover la búsqueda de lo verdadero, de lo bueno y de lo hermoso en las complejas cuestiones humanas y éticas».
«Sustancialmente -continuó- se trata de servir a la persona, a toda las personas, a todos los hombres y las mujeres, con especial atención y cuidado a los más vulnerables y desfavorecidos, que encuentran difícil hacer oír su voz, o a los que todavía no pueden a los que ya no pueden hacer que se escuche. En este terreno la comunidad eclesial y civil, se encuentran y están llamadas a cooperar, de acuerdo con sus distintas y respectivas competencias».
El Santo Padre se refirió posteriormente a que el Comité se ocupó en varias ocasiones del respeto a la integridad del ser humano y a la protección de la salud desde la concepción hasta la muerte natural, teniendo en cuenta a la persona en su singularidad, siempre como un fin y nunca sólo como un medio. «Este principio ético -subrayó- es también fundamental por cuanto concierne a las aplicaciones biotecnológicas en el campo médico, que nunca pueden ser utilizadas de una manera que menoscabe la dignidad humana, ni tampoco obedecer únicamente a fines industriales y comerciales».
«La bioética -puntualizó – nació para confrontar, a través de un esfuerzo crítico, las razones y las condiciones derivadas de la dignidad de la persona humana con los progresos de las ciencias y las tecnologías de la biología y la medicina, que, a su ritmo acelerado, corren el riesgo de perder cualquier referencia que no sea la utilidad y el beneficio».
Testimonio de la verdad
«Son conscientes de que esa investigación sobre los complejos problemas bioéticos no es fácil y no siempre llega rápidamente a una conclusión armoniosa; de que siempre requiere humildad y realismo, de que no teme la comparación entre las diferentes posiciones; y de que, finalmente, el testimonio dado a la verdad contribuye a la maduración de la conciencia civil».
En particular, el Pontífice animó a los miembros de Comité a continuar su trabajo en tres ámbitos : el análisis interdisciplinario de las causas de la degradación ambiental en el que sería oportuna, «una comparación entre las teorías biocéntricas y las antropocéntricas, para buscar formas que reconozcan la centralidad del ser humano, con el debido respeto por otros seres vivientes y por todo el medio ambiente, también para ayudar a definir las condiciones irrenunciables para la protección las generaciones futuras».
El segundo ámbito es el de la discapacidad y la marginación de los sujetos vulnerables, en una sociedad que tiende a la competición y a la aceleración del progreso. «Es -dijo- el reto de contrastar la cultura del descarte que tiene muchas expresiones, entre las cuales la de tratar a los embriones humanos como material de descarte, al igual que a los ancianos y a las personas que se acercan a la muerte».
Por último, el esfuerzo cada vez mayor hacia la confrontación internacional, en vista de una posible y deseable, aunque compleja, «armonización de las normas y reglas de las actividades biológicas y médicas que reconozcan los valores y los derechos fundamentales».
Francisco finalizó dando las gracias al Comité por su intento de «identificar estrategias de sensibilización de la opinión pública, a partir de la escuela, en las cuestiones de bioética, como la comprensión de los avances de la biotecnología».