(Nirmala Carvalho/Asia News) Según Mons. Menamparampil, que ha sido también mediador en conflictos entre varios grupos étnicos, lo que los asiáticos más aprecian en la religión es «el culto silencioso», y, en este sentido. «la adoración eucarística inspira un sentido de misterio».
Para ser mejores testigos del Evangelio en Asia, dice el arzobispo, «debemos tratar de entrar en la condición psicológica de Jesús, que se sentía abandonado al punto de la muerte, de modo de poder comprender la agonía interior de quienes se sienten abandonados por la sociedad, hasta por sus mismas familias y parientes, en algunos ambientes cargados de dolor. El llanto del pobre es el llanto de Jesús en la cruz».
El valor del diálogo entre las religiones, que no quiere decir sentarse a beber juntos «una taza de té», sino que «es relación continua, educación recíproca, cooperación estimulante». La inculturación cristiana «no debe tornarse una operación artificial de cosmética, sino que la misma tiene la impronta edificante de Cristo». A continuación, la entrevista de Mons. Con AsiaNews:
Su Eminencia, ¿cuál es el significado del Congreso Eucarístico Internacional para la Iglesia en Asia?
Lo que más aprecian los asiáticos en la religión es el culto silencioso. La adoración eucarística tiene para ellos un significado profundo, en cuanto inspira un sentido de misterio. En su modo de comprender, la misma representa la intensidad. Las ceremonias exteriores y la solemnidad son mucho menos importantes de acuerdo a su percepción. Lo que verdaderamente cuenta es profundizar más allá del significado de dichos rituales.
Para los fieles asiáticos, todo Peo que hacen toma su fuerza y motivación de su relación con el Señor. El Mahatma Gandhi comenzó la parte más seria de su carrera política en un ashram [lugar de retiro y meditación según la tradición hindú, ndr], y recitaba oraciones de manera habitual. Cuando él enseñaba la visión de la no-violencia en el marco de la oración, estaba reclamando a la nación. Una vez afinados los instrumentos de la no-violencia, él pudo ir adelante con mayor confianza en la lucha por la independencia del país [la India].
¿De qué manera podemos hoy testimoniar el Evangelio en Asia?
Creo que la mejor manera para ser testigos del Evangelio en Asia es unirse a las sociedades locales para afrontar los problemas de nuestra época. El Papa Francisco dice: «Nosotros evangelizamos cuando tratamos de confrontarnos con los diferentes desafíos que surgen» (EG 61).
La tarea principal para los cristianos es dedicarse a las necesidades del hombre con un sentido de dedicación. «Dadles algo de comer», decía Jesús a sus discípulos, que querían retirarse frente a la necesidad humana real. No quiero limitar sólo a comida, agua, medicinas y cobertores el modo con el que podemos dedicarnos a las necesidades de los pobres. Debemos alentar el diálogo y la amistad que da sostén, la sabiduría aplicada al contexto y una visión de futuro, reafirmando la clemencia y los sueños que las personas consideran imposibles.
El suspiro de los indefensos está estrechamente vinculado a los «lamentos y lágrimas» (Heb 5:7) de Jesús en Getsemaní. Debemos estar en grado de permanecer cerca de Él en su agonía, en el tormento de los pobres y postergados, de los grupos étnicos marginados, de los dalit explotados y en las incertidumbres de los jóvenes confundidos.
Debemos tratar de entrar en la condición psicológica de Jesús, que se sentía abandonado al punto de la muerte, de modo de poder comprender la agonía interior de aquellos que se sientes abandonados por la sociedad, hasta incluso por sus familias y parientes, en ciertos ambientes colmados de dolor. El llanto del pobre es el llanto de Jesús en la cruz.
Hoy, los mejores evangelizadores son aquellos que han desarrollado la capacidad de construir puentes entre los individuos y las comunidades, y no aquellos que ponen extrema confianza en su mensaje y en sus métodos, o aquellos que hablan desde una presunta superioridad moral a la vez que se especializan en criticar a los demás.
Los mejores misioneros son aquellos que saben cómo relacionarse con inteligencia con culturas, comunidades, tradiciones e identidades colectivas. Son aquellos que saben afrontar con atención, respeto y sensibilidad a individuos ofendidos, grupos étnicos cerrados, sociedades indignadas, a radicales llenos de rencor.
Los mejores evangelizadores son aquellos que aceptan los problemas más apremiantes de nuestros días y los consideran como un punto de partida para compartir un mensaje relevante, sugerir soluciones realistas, sostener la esperanza cuando las soluciones del hombre fracasan. ¡Allí tienen la posibilidad de ir más allá!
¿Qué puedes decirnos sobre el diálogo entre las religiones?
El problema es que parece que limitamos el diálogo a un simple ejercicio académico. ¡Cuántos encuentros en favor del diálogo terminan como un ritual, concluyéndose con una taza de té! Pero si el diálogo es acerca de los problemas más urgentes de la sociedad en un momento dado, es porque trata sobre la vida. Cada uno saca su fuerza de su propia fuente de inspiración, pero su valor es ponderado en base a su relevancia por el ansia que comparte. Las palabras de una persona adquieren poder persuasivo en proporción a su aplicabilidad al contexto.
Incluso las mejores propuestas pueden ser rechazadas, pero permanece el sentido de lo que es justo, y se puede obtener una mayor respetabilidad cuando la situación hace evidente su adecuación.
Pero éste es tan sólo un aspecto del diálogo. De hecho, el diálogo es una relación continua, es educación recíproca, una cooperación que estimula. Es algo parecido a crear un sentido de co-pertenencia. En este período de exclusión recíproca, hostilidad gentil y odio absoluto entre las comunidades, los grupos religiosos y bloques de civilización, el diálogo del respeto y de la relación es la única cosa que se requiere.
En un mundo altamente secularizado, guiado por la lógica del mercado, privado de valores y materialista, fieles sinceros de diversas tradiciones religiosas deben unirse, inspirarse y ayudarse unos a otros.
El diálogo interreligioso asciende a nuevos niveles cuando se ocupa de experiencias religiosas actuales. Cada uno es profundamente edificado cuando escucha la descripción de una experiencia religiosa real de otra tradición. El encuentro con los divino es una experiencia que cambia la vida. En esta era de desaparición de valores y de ausencia de convicciones morales, buscamos la asistencia de personas dispuestas a ayudar. Jesús, de alguna forma, interesa a más personas de cuanto imaginamos, a fin de que su verdadero rostro se manifieste.
Mons. Menamparampil, ¿cómo evalúa el proceso de inculturación entre las culturas tribales de Asia?
No estoy de acuerdo cuando se habla de «inculturación» como una especie de operación quirúrgica o una ingeniería genética. Yo la considero más bien un feliz encuentro entre dos tipos de experiencia humanos.
Las experiencias históricas y sociales de un grupo tribal en particular han dado forma a la identidad de una comunidad, con su propia visión del mundo y valores. Si una comunidad cree que su identidad y tradiciones son amenazadas, asume una actitud defensiva. Hoy en día eso ocurre en todo el mundo. Si una comunidad percibe un aumento de la amenaza, su defensa puede tomar una forma radical.
La inculturación cristiana no debe tornarse una cosa parecida a una operación artificial de cosmética o un agregado ornamental. Ella es la impronta edificante de Cristo, un encuentro estimulante con su mensaje, donde lo mejor de una tradición empieza a florecer de manera maravillosa. Si hay posibilidad de autocorregirse y hay ejemplo de un compartir con otras comunidades religiosas, esto puede darse sólo en un contexto de crecimiento de las comunidades que mantiene su genio original.
La mejor ayuda para la evangelización es la de quien conoce cómo llevar a la vida lo mejor de los valores y de las tradiciones de una comunidad.
¿Y a propósito del compromiso misionero a favor de los pobres?
Mi respuesta es simple: cuando se quiere hacer que funcione la generosidad, se es atraído hacia los pobres. Sus exigencias serán mezcladas con vuestra generosidad. Ellas multiplicarán vuestras energías, os darán la fuerza para hacer cosas increíbles. No hay sorpresa alguna, y también Madre Teresa solía decir: «Los pobres son nuestros maestros». San Vicente de Paul usó una expresión similar.
Ya he hablado de varias necesidades de los pobres. Quiero agregar tan sólo una cosa. Tengo la sensación de que los más pobres son quienes están más lejos de Dios. En este Año de la Misericordia, acerquémonos a ellos y ayudémoslos a redescubrir el camino hacia Dios.
¿Y cómo podemos afrontar los problemas profundos que existen dentro de la sociedad?
Se puede agregar también otra categoría más allá de los pobres: quienes no toman por rehenes, quienes odian aquello en lo cual creemos y nuestros valores, nos amenazan y nos persiguen más allá de todo límite. Es cierto que podemos defender nuestros derechos a través del peso de la ley, y con la fuerza de la opinión pública. Tenemos también la tarea de identificarnos con ellos.
Así como es víctima nuestro hermano o hermana, lo es también nuestro agresor. Es pensando en él que Cristo ha llorado y ha derramado lágrimas sufriendo en la cruz. Es justamente del sufrimiento de nuestros corazones que surge la profundidad durante la adoración eucarística. Si estas cosas no forman parte de nuestra lucha interior, nuestra devoción eucarística carece de profundidad.
El poder del mal es derrotado sólo cuando somos conducidos, fuera de nuestro mundo interior, al mundo de nuestro hermano o hermana. Las heridas históricas pueden ser curadas por la persuasión inmediata. En cambio, poniendo nuestro peso, aceleramos la venida del Reino. No obstante estoy seguro de que muchos nos estarán de acuerdo conmigo.
Estas cosas van más allá de nuestras posibilidades prácticas, pero nuestra evangelización se vuelve convincente sólo cuando las personas se percatan de que sabemos mirar más allá del horizonte, que somos personas de fe, que las realidades últimas de las cuales hablamos es la fuerza viviente con nosotros. Sigamos creyendo en lo imposible y sigamos tendiendo hacia ello como testimonio de nuestra fe.
Por último, ¿de qué manera el Congreso Eucarístico Internacional puede alentar la misión de los cristianos?
En Asia, los encuentros de oración atraen multitudes más numerosas que los eventos deportivos o que las formas de entretenimiento de cualquier tipo. Esta es la mejor respuesta a los militantes ateos, que continúan sosteniendo que la religión está desapareciendo. Durante las oraciones masivas, el rico y el pobre se vuelven iguales. Allí, ellos recargan sus energías para otro round más de servicio generoso. En este sentido, el Congreso Eucarístico Internacional en las Filipinas puede ayudar a revivir la fe en los católicos y motivar a todos aquellos reunidos en Cebú –una vez que regresen a casa- a sostener el testimonio de su fe con una fuerza espiritual redoblada.