(Observatorio de Bioética) En caso de que los niños tras uno de estos abortos nazcan vivos, que se les denomina supervivientes del aborto, se les suele dejar abandonados en el propio quirófano hasta que fallecen. Si esto no ocurre, se termina con su vida por una inyección letal o ahogándolos. Después los restos se abandonan como desechos médicos (European Centre for Law & Justice. Late term abortion and neonatal infanticide in Europe. Petition to the Parliamentary Assembly of the Council of Europe, June 2015).
Según datos del British Journal Obstetrics and Gynecology (114; 639-642, 2007), en los abortos que se producen a las 23 semanas de embarazo, alrededor del 10% de los niños sobreviven, por lo que no es infrecuente que se den los hechos que estamos comentando.
En el Reino Unido, de 257 abortos de menos de 27 semanas que se dieron en un año, nacieron 5 niños vivos; de 175 abortos de 22 semanas sobrevivieron 11 niños; y de 332 de 23 semanas sobrevivieron 76 niños (The Telegraph).
En Canadá, entre 2000 y 2011, nacieron 622 niños tras abortos fallidos («Termination of pregnancy, affecting fetus and newborn»). En Estados Unidos entre 2001 y 2010 esta cifra fue de 362.000.
En Noruega entre 2001 y 2009, algunos de ellos estaban vivos. Consecuentemente en ese país se prohibieron los abortos de fetos mayores de 12 semanas.
Es decir, es éste un problema que puede afectar a todos los países en los que el aborto está legalizado, por lo que parece necesario dar una respuesta ética al tema, que no puede ser otra que atender a ese niño nacido vivo utilizando los mismos medios que se usan cuando nace un prematuro temprano de 22 semanas o algunas más.