(Diócesis Málaga) Don Fernando se ha referido a la necesidad de que las comunidades musulmanas hagan examen de conciencia sobre la situación. «Ellos tienen un problema -ha dicho- tienen que mostrar claramente que el Islam no favorece el crimen, los asesinatos la destrucción de los demás. Les plantea a los responsables del Islam una cuestión muy grave: purificar y clarificar su espíritu religioso y desautorizar firmemente todas estas barbaridades que se están haciendo».
El cardenal, que ha intervenido desde Madrid, donde ha participado en la Asamblea Plenaria de la Conferencia Episcopal Española, se ha referido a la respuesta que debe dar Europa a lo que ha calificado como «declaración de guerra» por parte del yihadismo:
«Los gobiernos tienen que garantizar de la forma más razonable y menos violenta posible la seguridad de nuestras sociedades. Seguridad y libertad no se oponen. Si no hay seguridad desaparece la libertad. Y es uno de los derechos básicos de los ciudadanos».
Frente a este panorama. La Iglesia propone un año de la misericordia al que ha hecho referencia el cardenal: «El mensaje que debemos lanzar es la adoración verdadera del Dios verdadero. La misericordia es un atributo divino y nosotros tenemos que aprender a ser misericordiosos. Tenemos que aprender de Jesús a ser misericordiosos -ha dicho- La misericordia de Jesús no solamente es perdonante, es sanante. El perdón de Jesús sana con tal de que el enfermo acepte la sanación. A la mujer pecadora le dice: «estos no te han condenado, yo tampoco. Te perdono pero no peques más. Por tu bien».
Corregir al prójimo
Ser misericordiosos es también corregir al prójimo. Ayudarle a salir de su humanidad. La misericordia no es simple condescendecia. El amor verdadero es sanante, recuperador. El problema es cómo nos acercamos a estas culturas diferentes de manera que les ayudemos a descubirr lo que les falta, lo que no tienen. Aparte de las misiones diplomáticas o militares, el problema de la Iglesia es cómo establecer una comunicación humana y cultural con estos mundos para hacerles descubrir desde sus propias raíces el valor de la comunicación, del perdón, de la acogida, del respeto a los diferentes».
Y ha terminado con una invitación a los cristianos a trabajar por la paz:
«Que los cristianos sepamos dar de una manera positiva, amable, este mensaje de fraternidad universal que sólo nosotros tenemos como consecuencia de la adoración de Dios y de la Adoración de Jesús».