(CNA/EWTN) «El lenguaje impreciso conduce al pensamiento confuso», dijo el arzobispo, dando «dos ejemplos que deberían causarnos alguna preocupación»: ‘inclusivo’ y ‘unidad en la diversidad’.
Sobre la expresión, usada a menudo, de «unidad en la diversidad», mencionó que «tenemos que respetar las muchas diferencias en personalidad y cultura que existen entre los fieles. Pero vivimos en un tiempo de intenso cambio global, confusión y agitación. Nuestra necesidad más urgente es la unidad, y nuestro enemigo más grande es la fragmentación».
«Hermanos, tenemos que ser muy cautelosos en delegar importantes asuntos disciplinarios y doctrinales a las conferencias episcopales regionales y nacionales, especialmente cuando la presión en esa dirección está acompañada por un espíritu implícito de autoafirmación y resistencia»
Entonces se refirió a Erasmo, un sacerdote de principios del siglo 16 que hizo un llamamiento a la reforma en la Iglesia, pero que también se opuso a la Reforma Protestante de Martin Lutero.
«Hace cinco siglos, en un momento muy similar al nuestro, Erasmo de Rotterdam escribió que la unidad de la Iglesia es la característica concreta más importante de todas», dijo el Arzobispo Chaput.
«Podemos discutir sobre lo que realmente creía Erasmo, y lo que pretendió con sus escritos. Pero no podemos discutir sobre las consecuencias cuando fue ignorada la necesidad de la unidad de la Iglesia. En los próximos días de nuestro sínodo, deberíamos recordar provechosamente la importancia de nuestra unidad, lo que la unidad requiere, y lo que supone la desunión sobre cuestiones esenciales»
Recogemos a continuación el texto completo de la intervención del Arzobispo Chaput, «El lenguaje y sus implicaciones», en el Sínodo sobre la familia:
El Santo Padre nos ha animado sabiamente a ser tan fraternales como sinceros al comunicar nuestros pensamientos durante este sínodo.
De igual modo que nuestros pensamientos dan forma al lenguaje que usamos, así también el lenguaje que usamos moldea nuestro pensamiento y el contenido de nuestros debates. El lenguaje impreciso conduce al pensamiento confuso, y eso a veces puede conducir a resultados infelices. Quiero compartir con ustedes dos ejemplos que deberían causarnos alguna preocupación, al menos en el mundo angloparlante.
El primer ejemplo es la palabra inclusivo. Hemos oído muchas veces que la Iglesia debería ser inclusiva. Y si por «inclusive» queremos decir una Iglesia que es paciente y humilde, misericordiosa y acogedora –entonces todos nosotros aquí estaremos de acuerdo. Pero es muy dificil incluir a aquellos que no desean ser incluidos, o insisten en serlo en sus propios términos. Por decirlo de otra forma: yo puedo invitar a alguien a mi casa, y puedo hacer mi hogar tan cálido y acogedor como sea posible. Pero la persona de fuera de mi casa debe aún elegir entrar. Si yo reconstruyo mi casa según el proyecto del visitante o extraño, mi familia tendrá que soportar el coste, y mi hogar no será más su hogar. La lección es simple. Necesitamos ser una Iglesia acogedora que ofrece refugio a cualquiera que busca honestamente a Dios. Pero necesitamos continuar siendo una Iglesia comprometida con la Palabra de Dios, fiel a la sabiduría de la Tradición cristiana, y que predica la verdad de Jesucristo.
El segundo ejemplo es la expresión unidad en la diversidad. La Iglesia es católica o universal. Tenemos que respetar las muchas diferencias en personalidad y cultura que existen entre los fieles. Pero vivimos en un tiempo de intenso cambio global, confusión y agitación. Nuestra más urgente necesidad es la unidad, y nuestro peligro más grande es la fragmentación. Hermanos, tenemos que ser muy cautelosos en delegar importantes asuntos disciplinarios y doctrinales a las conferencias episcopales regionales y nacionales –especialmente cuando la presión en esa dirección está acompañada por un espíritu implícito de autoafirmación y resistencia.
Hace cinco siglos, en un momento muy similar al nuestro, Erasmo de Rotterdam escribió que la unidad de la Iglesia es la característica concreta más importante de todas. Podemos discutir sobre lo que realmente creía Erasmo, y lo que pretendió con sus escritos. Pero no podemos discutir sobre las consecuencias cuando fue ignorada la necesidad de la unidad de la Iglesia. En los próximos días de nuestro sínodo, deberíamos recordar provechosamente la importancia de nuestra unidad, lo que la unidad requiere, y lo que supone la desunión sobre cuestiones esenciales.
Traducido por el equipo de traductores de InfoCatólica.