(Aica) La curia diocesana aseguró que «el abundante material fílmico y fotográfico, brindado sea por los medios de comunicación, como por las tomas de personas privadas, nos permiten medir la magnitud de un odio irracional hacia la fe cristiana y hacia la Iglesia Católica» y detalló:
«Violencia física, blasfemias prolongadas, show de obscenidades, con insultos de todo calibre y graffiti dirigidos a Dios, a la Virgen María, al papa Francisco... que pueden contemplarse aún hoy en las paredes de la catedral y también de muchas casas y comercios que se vieron damnificados».
«Las dos puertas corredizas de las rejas de entrada al templo fueron derribadas y los fieles que estaban en el atrio soportaron durante un tiempo prolongado interminables ataques físicos, con piedras, botellazos y otros objetos, mientras seguían rezando el rosario», agregó.
El Obispado consideró que «es muy contradictorio hablar de derechos y al mismo tiempo atacar el derecho de los demás, ofendiendo el sentimiento religioso de la inmensa mayoría de los argentinos. Querer imponer a otros con violencia el propio parecer es caer en inadmisible intolerancia».
«Como cristianos perdonamos, invitamos a orar y renovamos nuestras convicciones. Rezamos especialmente por la conversión de quienes realizaron esta violenta agresión, para que el Señor las colme de su Amor que aún no han conocido y que seguramente les está faltando. Como ciudadanos llamamos a la concordia sobre los valores del respeto mutuo y de elemental humanidad», concluyó.
Texto del comunicado
La catedral de nuestra diócesis sufrió un violento ataque perpetrado el domingo 11 de octubre. Fue a la hora en que numerosos fieles, entre los que había niños y ancianos mayores, salían del templo tras la celebración de la Misa. Frente a esta furia destructiva, el Obispado de Mar del Plata, expresa su indignación ante la opinión pública. Obispo y clero, religiosos y religiosas, miembros de la vida consagrada y todos los fieles laicos, formamos un solo Cuerpo.
La agresión fue protagonizada por un grupo muy numeroso, desgajado de la marcha de mujeres autoconvocadas, que celebraron en nuestra ciudad el 30º Encuentro Nacional de Mujeres. Hemos experimentado y padecido un verdadero acto de barbarie. El abundante material fílmico y fotográfico, brindado sea por los medios de comunicación, como por las tomas de personas privadas, nos permiten medir la magnitud de un odio irracional hacia la fe cristiana y hacia la Iglesia Católica.
Violencia física, blasfemias prolongadas, show de obscenidades, con insultos de todo calibre y graffiti dirigidos a Dios, a la Virgen María, al Papa Francisco... que pueden contemplarse aún hoy en las paredes de la catedral y también de muchas casas y comercios que se vieron damnificados. Las dos puertas corredizas de las rejas de entrada al templo fueron derribadas y los fieles que estaban en el atrio soportaron durante un tiempo prolongado interminables ataques físicos, con piedras, botellazos y otros objetos, mientras seguían rezando el rosario.
Es muy contradictorio hablar de derechos y al mismo tiempo atacar el derecho de los demás, ofendiendo el sentimiento religioso de la inmensa mayoría de los argentinos. Querer imponer a otros con violencia el propio parecer es caer en inadmisible intolerancia.
Como cristianos perdonamos, invitamos a orar y renovamos nuestras convicciones. Rezamos especialmente por la conversión de quienes realizaron esta violenta agresión, para que el Señor las colme de su Amor que aún no han conocido y que seguramente les está faltando. Como ciudadanos llamamos a la concordia sobre los valores del respeto mutuo y de elemental humanidad.