Intervención del cardenal Peter Erdö en el Sínodo

El cardenal húngaro Peter Erdö, Relator General, ha tenido una larga intervención en el salón de actos durante el desarrollo del Sínodo. A continuación reproducimos algunos pasajes significativos de ella, siguiendo una subdivisión en párrafos propuesta por el propio Relator (los subrayados y las negritas para facilitar la lectura son nuestros):

Cambios antropológicos

La persona que busca su propia libertad persigue a menudo la meta de independizarse de cualquier lazo afectivo, y a veces incluso de la religión, que constituye un lazo afectivo con Dios, y de los lazos sociales, especialmente de aquéllos que están relacionados con las formas institucionales de vida. (...)

Individualismo y subjetivismo

(...) es preciso evitar la actual tendencia a hacer ver lo que son simples deseos, y muchas veces deseos egoístas, como verdaderos y auténticos derechos de la persona, negando así al mismo tiempo la base objetiva de cualquier derecho. (...)

Junto a estas tendencias individualistas y anti-institucionales, se da también el fenómeno consistente en confundir o volver inciertos los límites de instituciones fundamentales como el matrimonio y la familia. Esto también contribuye a hacer crecer el individualismo, que, a la postre, resulta ser a la vez causa y efecto de dicho fenómeno.

Misericordia y verdad

De esta íntima conexión del sacramento del matrimonio con la realidad de la propia Iglesia se desprende que la comunidad eclesial tiene también como vocación el ayudar a las parejas y familias católicas que se encuentran en crisis, y tiene el deber de hacerse cargo también de los que viven en cohabitación o en situaciones matrimoniales y familiares que no pueden transformarse en matrimonio válido, y mucho menos en matrimonio sacramental. «Conscientes de que la mayor misericordia consiste en decir la verdad con amor, vamos más allá de la compasión. El amor misericordioso, del mismo modo que atrae y une a las personas, también transforma y eleva, e invita a la conversión (cf. Gv 8,1-11)» (IL 67)

Familia y evangelización

La preparación para el matrimonio, que a menudo requiere la atención a los novios a nivel exterior y emocional, debe enriquecerse con el énfasis en el carácter espiritual y eclesial. En la preparación pastoral para las nupcias hay que profundizar en ciertos aspectos, poniendo en evidencia sobre todo las características esenciales del matrimonio a nivel natural y sobrenatural.

Familia, formación e insitutciones públicas

Los cristianos deben tratar de crear estructuras económicas de apoyo para ayudar a las familias que están en situaciones particularmente graves de pobreza, de paro, de precariedad laboral o de falta de asistencia sociosanitaria o que son víctimas de la usura. Toda la comunidad eclesial debe intentar asistir a las familias que sufren la guerra o la persecución.

Familiia, acogida e integración eclesial

Con respecto a los separados y los divorciados que no se han vuelto a casar, la comunidad de la Iglesia puede ayudar a las personas que viven dichas situaciones a emprender el camino del perdón y, si es posible , de la reconciliación; puede ayudar a la atención de los hijos que son víctimas de estas situaciones y puede animar a los cónyuges que se han quedado solos tras un fracaso matrimonial a perseverar en la fe y en la vida cristiana y también «...a encontrar en la Eucaristía el alimento que les sostenga en esas condiciones» (IL 118)

Con respecto a los divorciados recasados por lo civil, es necesaria una acogida pastoral misericordiosa que, sin embargo, no deje dudas acerca de la realidad de la indisolubilidad del matrimonio que el propio Cristo nos enseñó. La misericordia de Dios ofrece al pecador el perdón, pero exige la conversión. En este caso, el pecado principal que se aborda no es el comportamiento que pueda haber provocado el divorcio del primer matrimonio. Con respecto a ese hecho, es posible que ambas partes no sean culpables del fracaso por igual, aunque con mucha frecuencia ambas so responsables de él en cierta medida. Así pues, lo que impide el acceso a la Eucaristía no es el naufragio del primer matrimonio, sino la convivencia que se da en la segunda relación conyugal.

Por lo que se refiere a la llamada vía penitencial, esta expresión se usa en varios sentidos (cf IL 122-123). Es necesario profundizar en dichos sentidos y hacer precisiones sobre ellos. Esto puede entenderse en el sentido que da la Familiaris consortio (=FC) de San Juan Pablo II (cf n. 84) y referirse a los divorciados recasados que, por las necesidades de los hijos o por las suyas propias, no interrumpen la vida en común, pero pueden practicar, por la fuerza de la gracia, la continencia sexual, viviendo en una relación de ayuda recíproca y de amistad. Estos fieles podrán acceder también a los sacramentos de la Penitencia y de la Eucaristía, evitando, eso sí, el provocar escándalo (cf IL 119). Dicha posibilidad está lejos de ser fisicista y no reduce el matrimonio al ejercicio de la sexualidad, sino que, reconociendo la naturaleza y la finalidad de esta última, la aplica coherentemente a la vida del ser humano.

«En orden a profundizar sobre la situación objetiva de pecado y la imputabilidad moral, [es útil] tener en consideración la Carta dirigida por la Congregación para la Doctrina de la Fe a los Obispos de la Iglesia Católica sobre la recepción de la Comunión eucarística por parte de los fieles divorciados y vueltos a casar (14 de septiembre de 1994) y la Declaración sobre la admisibilidad de los divorciados vueltos a casar para recibir la santa Comunión remitida por el Pontificio Consejo para Textos Legislativos (24 de junio 2000)» (IL 123), así como la Exhortación post-sinodal Sacramentum Caritatis de Benedicto XVI.

La integración de los divorciados vueltos a casar en la vida de la comunidad eclesial se puede realizar de varias formas, todas ellas distintas de la admisión a la Eucaristía, como ya sugiere FC 84. (...)

En la búsqueda de soluciones pastorales para las dificultades de algunos divorciados recasados civilmente se debe tener presente que la fidelidad a la indisolubilidad del matrimonio no es compatible con el reconocimiento práctico de la bondad de situaciones concretas que se le oponen y son, por lo tanto, inconciliables con ella. Entre lo verdadero y lo falso, entre el bien y el mal, no hay, en efecto, una gradualidad; aunque algunas formas de convivencia contengan en sí ciertos aspectos positivos, eso no implica que éstos puedan presentarse como un bien. (...) Esto significa que en la verdad objetiva del bien y del mal no se da la gradualidad (gradualidad de la ley), mientras que a nivel subjetivo puede darse la ley de la gradualidad y, por tanto, es posible la educación de la conciencia y del mismo sentido de la responsabilidad. Los actos humanos, efectivamente, son buenos cuando lo son bajo todos los aspectos (ex integra causa) (...)

Tanto en la pasada Audiencia sinodal como durante la preparación de la presente Asamblea general se ha tratado la cuestión de la atención pastoral hacia las personas con tendencias homosexuales. Aunque el problema no afecta directamente a la realidad de la familia, a veces se presentan situaciones en las que dicho comportamiento influye en la vida de una familia. En cualquier caso, la Iglesia enseña que: «No existe fundamento alguno para asimilar o establecer analogías, por remotas que sean, entre las uniones homosexuales y el designio de Dios sobre el matrimonio y la familia. » No obstante, los hombres y mujeres con tendencias homosexuales deben ser acogidos con respeto y delicadeza. «En lo que a ellos respecta, se evitará todo signo de discriminación injusta» (Congregación para la Doctrina de la Fe, Consideraciones acerca de los proyectos de reconocimiento legal de las uniones entre personas homosexuales, 4)« (IL 130).

Se reitera que toda persona debe ser respetada en su dignidad, independientemente de sus tendencias sexuales. Es de esperar que los programas pastorales reserven una atención especial a las familias en las que viven personas con tendencias homosexuales y a estas mismas personas (cf IL 131). Por contra, »es del todo inaceptable que los Pastores de la Iglesia sufran presiones en esta materia y que los organismos internacionales condicionen las ayudas financieras a los Países pobres a la introducción de leyes que instituyan el «matrimonio» entre personas del mismo sexo (IL 132).

 

Traducido por Alberto Mallofré, del equipo de Traducción de InfoCatólica

 

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