(Zenit) Tras encontrar a los dirigentes, dedicó unas palabras a los funcionarios de los más variados orígenes, a quienes definió como 'un microcosmo que trabaja por la humanidad' y rezó delante de una corona de flores que recuerda a los funcionarios caídos cumpliendo su misión. Después, se dirigió al aula principal del Palacio de Vidrio. Allí abrió la 70ª Asamblea General de la ONU, en la que participan más de cien jefes de Estado. Recordó que es la quinta vez que un Papa visita las Naciones Unidas, después de Pablo VI en 1965, Juan Pablo II en 1979 y 1995 y Benedicto XVI, en 2008.
Importancia de la ONU
«Todos ellos no ahorraron expresiones de reconocimiento para la Organización, considerándola la respuesta jurídica y política adecuada al momento histórico», la cual festeja en estos días su 70ª aniversario, y que tiene «una historia de importantes éxitos comunes». Reconoció entretanto que si bien hay graves problemas no resueltos, «es evidente que, si hubiera faltado toda esa actividad internacional, la humanidad podría no haber sobrevivido al uso descontrolado de sus propias potencialidades».
Necesidad de una reforma
Por ello consideró el Pontífice que »la experiencia de estos 70 años, más allá de todo lo conseguido, muestra que la reforma y la adaptación a los tiempos es siempre necesaria, en particular con efectiva capacidad ejecutiva, como es el caso del Consejo de Seguridad, los organismos financieros y los grupos o mecanismos especialmente creados para afrontar las crisis económicas. Esto ayudará a limitar todo tipo de abuso o usura sobre todo con los países en vías de desarrollo».
Destrucción del ambiente está relacionada con la cultura del descarte
«El abuso y la destrucción del ambiente –añadió el Papa– van acompañados por un imparable proceso de exclusión, en el que los más pobres son los que más sufren estos atentados por un triple grave motivo: son descartados por la sociedad, son al mismo tiempo obligados a vivir del descarte y deben sufrir injustamente las consecuencias del abuso del ambiente. O sea la «cultura del descarte».
Agenda 2030 para el desarrollo sostenible
El Pontífice deseó así que la Agenda 2030 para el Desarrollo Sostenible en la Cumbre mundial que inicia hoy y la Conferencia de París sobre cambio climático, »logre acuerdos fundamentales y eficaces«.
En particular teniendo en cuenta »la exclusión social y económica, con sus tristes consecuencias de trata de seres humanos, comercio de órganos y tejidos humanos, explotación sexual de niños y niñas, trabajo esclavo, incluyendo la prostitución, tráfico de drogas y de armas, terrorismo y crimen internacional organizado«.
Consideró que el indicador más simple del cumplimiento de la nueva Agenda para el desarrollo será »el acceso efectivo, práctico e inmediato, para todos, a los bienes materiales y espirituales indispensables: vivienda propia, trabajo digno y debidamente remunerado, alimentación adecuada y agua potable; libertad religiosa, y más en general libertad del espíritu y educación. Y su fundamento común, que es el derecho a la vida«.
Precisó que el indicador más simple del cumplimiento de la nueva Agenda para el desarrollo será el acceso efectivo, práctico e inmediato, para todos, a los bienes materiales y espirituales indispensables: vivienda propia, trabajo digno y debidamente remunerado, alimentación adecuada y agua potable; libertad religiosa, y más en general libertad del espíritu y educación. Y su fundamento común, que es el derecho a la vida».
Respetar el derecho a la educación
Entretanto, «el desarrollo humano integral y el pleno ejercicio de la dignidad humana no pueden ser impuestos» –advirtió el Papa– y por ello es necesario reforzar «el derecho primario de las familias a educar, y el derecho de las Iglesias y de agrupaciones sociales a sostener y colaborar con las familias en la formación de sus hijas e hijos».
Crisis ecológica y reconocimiento de ley natural
El Santo Padre recordó también ante el plenario de la ONU, que «la crisis ecológica, junto con la destrucción de buena parte de la biodiversidad, puede poner en peligro la existencia misma de la especie humana». Y que la «defensa del ambiente y la lucha contra la exclusión exigen el reconocimiento de una ley moral inscrita en la propia naturaleza humana, que comprende la distinción natural entre hombre y mujer (cf. Laudato si’, 155), y el absoluto respeto de la vida en todas sus etapas y dimensiones (cf. ibíd., 123; 136).
Evitar las guerras, y volver eficaz la aplicación de normas
Invitó a continuar incansablemente con la tarea de evitar la guerra entre los pueblos. Si bien reconoció que la experiencia de los primeros 15 años del tercer milenio, «muestran tanto la eficacia de la plena aplicación de las normas internacionales como la ineficacia de su incumplimiento».
Citando el Preámbulo y el primer artículo de la Carta de las Naciones Unidas, el Pontífice pidió con énfasis, evitar la proliferación de las armas, especialmente las de destrucción masiva como pueden ser las nucleares». Y elogió, sin mencionar a Irán, el reciente acuerdo en una región sensible de Asia y Oriente Medio.
Los cristianos y minorías perseguidas en Oriente Medio
A este punto el Pontífice recordó la dramática situación que viven los cristianos y minorías en Oriente Medio, el norte de África y otros países africanos, que son desplazados debido a su fe. Y que en cada situación de conflicto, «hay rostros concretos antes que intereses de parte» dijo.
Narcotráfico
El narcotráfico, fue indicado también por el papa Francisco, el cual por su propia dinámica va acompañado de la trata de personas, del lavado de activos, del tráfico de armas, de la explotación infantil y de otras formas de corrupción, y que esta última »pone en riesgo la credibilidad de nuestras instituciones«.
Buscar el servicio común
Y pensando en las generaciones futuras invitó a los representantes de los Estados a dejar de lado intereses sectoriales e ideologías, y buscar sinceramente el servicio del bien común.
«Pido a Dios Todopoderoso –concluyó el Pontífice– que así sea, y les aseguro mi apoyo, mi oración y el apoyo y las oraciones de todos los fieles de la Iglesia Católica, para que esta Institución, todos sus Estados miembros y cada uno de sus funcionarios, rinda siempre un servicio eficaz a la humanidad, un servicio respetuoso de la diversidad y que sepa potenciar, para el bien común, lo mejor de cada pueblo y de cada ciudadano».