(Agencias/InfoCatólica) Las palabras del cardenal Sistach llegan un día después de que se publicara en los medios una carta de Mons. Novell, obispo de Solsona, que ha sido entendida por todo el mundo como un apoyo claro y rotundo a la independencia de Cataluña.
Pobres e inmigrantes
El cardenal ha pedido reflexionar sobre cómo sería Barcelona sin la labor que ha llevado a cabo la comunidad religiosa con los desfavorecidos, aunque haya otras instituciones que trabajan en el ámbito: «Sería una ciudad pobre», ha sentenciado.
El purpurado ha centrado su homilía en los pobres y en los «inmigrantes y refugiados, que se ven obligados a dejar su familia, casa y patria para buscar empleo por falta de trabajo en su lugar de origen o para huir del peligro de morir a causa de las guerras», y ha pedido una actitud de acogida por parte de todos. «Es necesaria una fecunda colaboración y trabajo conjunto entre administración, instituciones religiosas y sociales y ciudadanos» para paliar una situación que considera que ha provocado imágenes escalofriantes que cree que deben combatirse a nivel internacional.
Especulación y mercados
El arzobispo de Barcelona ha avisado de que la asistencia es necesaria por la urgencia de la situación, pero que «mientras no se resuelvan radicalmente los problemas de los pobres, renunciado a la autonomía absoluta de los mercados y a la especulación financiera atacando a las causas estructurales de la desigualdad, no se resolverán los problemas del mundo».
Igualmente ha resaltado que, para la Iglesia, la defensa de los pobres es «una categoría teológica antes que cultural, sociológica, política o filosófica», tras lo que ha recordado que el Papa Francisco desea una Iglesia para los pobres. Ha señalado que la Orden de la Merced se fundó para liberar a presos cristianos y que, «de forma ininterrumpida hasta hoy, los mercedarios llevan su mensaje liberador a prisiones, campos de refugiados, niños en la calle, víctimas del tráfico de personas, asilos y hospitales en el más absoluto silencio y anonimato».
El cardenal ha defendido que el servicio de la Iglesia a la sociedad es muy positivo, por lo que no se debe relegar a la intimidad de las personas sin que influya en la vida social: «Una auténtica fe siempre implica un profundo deseo de cambiar el mundo».