(EP) Estas mujeres se ponen en marcha desde bien temprano para preparar la comida que después entregarán desinteresadamente a los emigrantes que viajan en ‘La Bestia’.
Estos emigrantes, que a veces pueden sumar hasta 500 en un solo tren, arriesgan su vida a bordo de estas máquinas de más de cien toneladas de peso y controlados por traficantes de drogas y de personas, con el único objetivo de «escapar de la miseria», según explica a Europa Press el director del secretariado de la Comisión de Migraciones de la Conferencia Episcopal Española, José Luis Pinilla.
Para ello, estas personas recorren cerca de 2.400 Kilómetros en un trayecto que dura unos 25 días y que no es gratuito, como se podría pensar al tratarse de un tren de carga. Al contrario, Pinilla cuenta, citando a la profesora María Teresa Compte, que ningún emigrante sube a lomos de ‘La bestia’ si no accede al chantaje de los traficantes. En total, se calcula que los pasajeros pueden pagar hasta 1.000 euros.
Además, advierte de que un 60% de las mujeres que viajan en esta máquina son víctimas de violación y abuso sexual; un 80% de los emigrantes son víctimas de robos y extorsiones y otros muchos sufren secuestros para que sus familias paguen el rescate.
Sin embargo, mientras la esperanza parece desaparecer para ellos, ‘Las Patronas’, que toman el nombre de la comunidad en la que viven, ‘La Patrona’, en el municipio de Amatlán (México), se afanan en cocinar tacos, frijoles y artilugios para lanzar el agua a los pasajeros de este «tren de la muerte».
Cuando se aproxima la hora a la que va a pasar el tren, recorren el camino hasta las vías con sus carritos repletos de bolsas y esperan a que tiemble el suelo y suene el silbido de la máquina.
En este momento es cuando ‘Las Patronas’, perfectamente distribuidas a lo largo de los raíles alargan sus brazos. Por su parte, los inmigrantes se agolpan en los enganches de los vagones agarrándose con las piernas y liberando sus brazos para alcanzar alguna de las bolsas o botellas. La velocidad del tren juega en su contra, algunas bolsas caen, y las mujeres, alguna de ellas de más de 80 años, tienen que ser rápidas para repartir todas las provisiones.
Una de ‘Las Patronas’ cuenta cómo de pequeña ayudaba a recoger las botellas para el agua o en la cocina, hasta que un día fue a las vías a ayudar a las demás. «Esa fue la primera vez, casi ni les pude dar nada a los emigrantes. Solo alargué mi pequeño brazo de niña para intentar llegar al suyo que sujetándose en los asideros del vagón del tren se alargaba hacia mi mano donde ofrecía una bolsa con arroz, frijoles y una botella de agua», recuerda.
Ante la solidaridad que demuestran estas mujeres todos los días del año, haga sol, frío o llueva, el obispo de Saltillo (México), para quien estas mujeres han sido sus «maestras junto a las vías y frente al Evangelio», impulsó una campaña internacional para que se les concediera el Premio Princesa de Asturias, un reconocimiento que sería una plataforma para dar a conocer su lucha.
A esta campaña ahora se suman los prelados españoles que hace tres meses mantuvieron una reunión con una representación de las Patronas de Veracruz que les informó de las acciones llevadas a cabo por estas mujeres para ayudar a los migrantes centroamericanos que intentan llegar a la frontera con EEUU.
Los obispos españoles reconocen la ayuda que durante 20 años han dado estas mujeres a los inmigrantes que suben a ‘La Bestia’, entregándoles comida y acompañándoles y, consideran que son un ejemplo en la lucha contra la injusticia y la pobreza.