(Portaluz) Gerardo García lo dice sin diplomacias: «La Nueva Era es una inspiración diabólica. Un mal que se presenta con apariencia de bien para confundir a personas de buena fe y alejarlas de Jesús como camino, verdad y vida».
Nacido en Chihuahua (México), Gerardo estuvo recientemente en la diócesis de Denver ofreciendo una conferencia sobre el tema en la parroquia Holy Cross de Thornton, en un evento organizado por el grupo Apóstoles de la Palabra. El Pueblo Católico, periódico de la diócesis, habló con este experto, que colabora con varios medios católicos, entre ellos EWTN, Radio Católica Mundial y el periódico Notidiócesis de Chihuahua.
¿Cómo definir la Nueva Era?, plantea Gerardo, primero, dice, definiendo qué no es la Nueva Era. «No es una institución visible, formal, no es una secta, ni mucho menos una religión», asegura.
La Nueva Era es una propuesta de espiritualidades, de filosofías, de modos, de pensamiento alternativo a la verdad natural, revelada y al bien común, señala. «Todos los seres humanos independientemente de nuestra creencia religiosa estamos orientados al bien, a la búsqueda de Dios. Y muchos lo hacen por diferentes vías, que son muy respetables. El Catolicismo reconoce lo bueno que hay en otras confesiones religiosas y en el buen deseo de los hombres cuando es una colaboración para el bien común».
«Pero en estos tiempos –lamenta Gerardo-, ya no se sabe qué es verdad. Este fenómeno se define como relativismo moral, relativismo religioso, secularismo y laicismo. Y todo esto entra dentro de la Nueva Era», puntualiza.
Sus trampas, comenta el profesional de EWTN, salen a luz para quien medita regularmente las Sagradas Escrituras. Gerardo recuerda entre otros textos, el libro del Génesis, cuando la serpiente tentó a Adán y Eva, diciéndoles «Seréis como dioses» (3, 5). Algo, agrega, que tiene mucha similitud con la Nueva Era que miente pretendiendo que con sus prácticas se logrará: «Hacer un súper hombre, la súper mujer, que se vayan transformando poco a poco en su propio Dios», advierte.
Sin embargo, muchos no ven oposición entre las prácticas de la Nueva Era y el Catolicismo: «Hay gente por ejemplo –denuncia- que recibe los sacramentos, que reza el Rosario, pero que le leen el futuro a través de las cartas, de las velas, a través de un sinfín de cosas. O gente que piensa que la oración cristiana no es suficiente, y por ello acude a clases de yoga o de mediación transcendental». A este fenómeno se le llama sincretismo religioso: «Lo mismo les da la filosofía del Dalai Lama, que es muy respetable, pero que no tiene nada que ver con la propuesta cristiana», advierte Gerardo.
Pero ¿cómo distinguir esos elementos que a veces están en contraposición con la fe católica? «En primer lugar leyendo la Biblia, pues si vemos la llamada a los primeros discípulos, Jesús no les dijo que les iban a aumentar el sueldo, ni que se les iban a acabar los problemas, ni que se iban a sacar la lotería. Al contrario. Jesús les dijo que iban a padecer por su nombre, que se iban a burlar de ellos», sentencia.
«Dios no habla de la teología de la prosperidad, Dios habla de la Divina Providencia. Entonces no va a mandar a Marte y a Júpiter para que se pongan de acuerdo a través de la ley de atracción, para que alguien vaya a conseguir el amor de su vida», indica.
Y señala también las diferencias entre orar y meditar: «Las religiones orientales se centran en la mentalidad y en el cuerpo a través de la postura y los ejercicios de la respiración. En la meditación el fin último es crecer uno mismo, satisfacerse uno mismo. Mientras que la oración cristiana hecha correctamente con la mente, el corazón y el cuerpo, nos hace amar más a Dios, conocerlo más y por lo tanto, conocernos y amamos mejor a nosotros mismos».
Por ello, Gerardo invita a los fieles a estar atentos a los peligros y trampas de la nueva era. Como dijo el apóstol San Pablo en la segunda carta a Timoteo (4, 3-4): «Vendrá un tiempo en que los hombres no soportarán la doctrina sana, sino que, arrastrados por su propias pasiones, se harán con un montón de maestros por el prurito de oír novedades; apartarán sus oídos de la verdad y se volverán a las fábulas».