(Luis Santamaría/InfoCatólica) Resumen de las intervenciones de la tarde del lunes.
Europa, «patria» de valores
La primera en intervenir fue María José Martínez Iglesias, letrada del Parlamento Europeo, donde actualmente es la directora de Asuntos Legislativos del Servicio Jurídico. En su ponencia partió del concepto de «patria», y destacó en él lo emotivo: «la patria es algo capaz de cobijarnos. Por eso no tengo ningún problema para afirmar que mi patria es Europa, porque representa un proyecto del que me siento parte, porque compartimos una serie de valores. Y creo que este proyecto es el único posible, el único que puede salvaguardar nuestra civilización, nuestra cultura y nuestros valores».
Habló también sobre el concepto de soberanía, que «padece una crisis frente al desafío de la globalización, se hable del tema que se hable. La crisis financiera reciente es la prueba visible de lo que nos está sucediendo: la incapacidad de los Estados para domar a los mercados financieros. Los mecanismos clásicos de las finanzas no eran suficientes frente a la volatilidad actual de lo financiero. Detrás de la crisis hay impotencia de los poderes públicos para actuar. Esto significa una crisis para la democracia».
De ahí que «disminuye la capacidad de acción de la política, por eso es un fracaso para la democracia. No se puede imponer la voluntad colectiva en muchísimos aspectos». De esta manera, «la política renuncia a todo punto de vista normativo, y se adapta a la realidad. Y cuando uno se adapta no cambia el mundo, no crea valores. Ante la imposibilidad de cambiar las cosas, la política se convierte en una gestión de la adaptación del Estado a una realidad internacional que le sobrepasa». Esto tiene un efecto de estandarización cultural: todos vemos las mismas películas y leemos los mismos libros, lo que conduce al individualismo y puede conducir a «una fragmentación cultural interna». Ante esto se reacciona negativamente con el proteccionismo o con un neoliberalismo sin límites y sin la contrapartida de la solidaridad.
En el origen de la Unión Europea
Ante esto cabe hacerse esta pregunta: «¿es posible una democracia trasnacional, una democracia que traspase los límites del Estado?». En este contexto aparece el concepto de «patriotismo institucional», algo que supere los valores étnicos y locales para la adhesión a un conjunto de valores superiores, la adhesión al Estado de derecho, a la comunidad política. Algo que Habermas ha desarrollado aplicándolo a la realidad de la Unión Europea.
«No nos une una homogeneidad suficiente en lo histórico, político y cultural, sino la adhesión a unos valores», señaló la letrada. Es lo que permite «cambiar las cosas en lugar de adaptarnos simplemente a ellas». Por eso la ponente afirmó que «no es cierto que en el origen de la Unión Europea naciera sólo con motivaciones económicos, sino que nació para salvaguardar la paz y la unión en torno a unos valores después de las grandes catástrofes del siglo XX. Se trataba de crear una comunidad con unos lazos que evitaran repetirlas, precisamente en torno a compartir soberanía en algunos elementos importantes, como fueron al principio el carbón y el acero».
Algunos elementos como la protección del medio ambiente, la libre competencia... fueron entrando en las competencias europeas. «El verdadero problema de la Unión Europea para que sea eficaz en la identificación del ciudadano es el espacio político europeo, el diálogo entre partidos y tendencias a nivel europeo. Sigue existiendo un espacio político fragmentado: el Estado», señaló. Algo que se refleja en un déficit de información: «la Unión no comunica directamente, sino que comunican los Gobiernos».
Martínez Iglesias llamó finalmente al «ejercicio conjunto de soberanía, de una soberanía compartida. El proceso no es irreversible, sino que puede paralizarse y fracasar, algo que nos ha mostrado ahora la crisis. Y si el proyecto fracasa, corremos el riesgo de una deriva hacia la irrelevancia, hacia convertirnos, como Estados europeos, a convertirnos en irrelevantes en el mundo».
Confusión y desconcierto en la sociedad europea
El segundo ponente de la tarde fue Jaime Mayor Oreja, presidente de la Fundación Valores y Sociedad, que habló desde su experiencia larga en la política activa, como ministro del Interior entre 1996 y 2001 en España, y después como parlamentario europeo durante una década, cuando constató que «no había estrategia política en mi grupo».
Comenzó analizando la situación actual de Europa, que «está presidida por la confusión y el desconcierto. La crisis que hoy vivimos y padecemos significa esencialmente que cuando no hay principios y valores suficientemente compartidos, cuando llega la crisis se hace omnipresente. Porque no está en las instituciones europeas, sino en la persona».
De esta forma, «cuando hay crisis personal no hay cohesión. Por eso no es ‘una’ crisis, sino ‘la’ crisis de nuestra generación, y va más allá de nuestros modelos políticos, porque está en la persona. Hemos ido creando una sociedad líquida», afirmó. «Arrastrados por el confort, olvidándonos de nuestras propias raíces, hemos llegado a una sociedad sin anclajes sólidos, una sociedad que imita al dinero y por eso fluye».
«Las sociedades líquidas no sólo se alejan de las sociedades sólidas, sino que también se aproximan a las gaseosas... corremos el riesgo de la evaporación, del suicidio», explicó. Es una crisis que «ha penetrado hasta el corazón de los europeos sin que nos hayamos dado cuenta. No somos espectadores de la crisis, sino protagonistas. Todos hemos contribuido a la crisis. Hemos vivido al día, olvidándonos de las raíces, del esfuerzo de las generaciones anteriores, de los errores y las lecciones de la historia». En este contexto, «no hemos sabido atajar el proceso de descristianización de nuestra sociedad».
«Parece que hemos hecho una inversión de la pirámide de valores», afirmó Mayor Oreja. Ha habido una moda dominante que ha cambiado la forma de ver las cosas, y como dijo Shakespeare, «la abundancia hace a las personas cobardes». Son tiempos nuevos porque «la crisis está aterrizando en cada una de las sociedades». Estas crisis, por tanto, no se están dando en la Unión Europea, sino en los puntos más débiles de cada uno de los países que la forman.
Enemigos: el relativismo y el extremismo
«Hoy vamos a tener enfrente dos adversarios: el relativismo y el extremismo. El relativismo no se agota en sí mismo, y hay otro fenómeno que intenta reemplazarlo: el extremismo. Y ambos son adversarios de nuestros valores». Por ello «hemos de combatirlos simultáneamente». Ante la crisis hay tres actitudes posibles: decir que no existe, ponerse de perfil o crear una línea de respuesta y de vanguardia.
Lo más necesario, antes de lo demás, es «el diálogo entre los cristianos. Se ha abierto una grieta muy grande entre conservadores y progresistas, y debemos saber dialogar entre nosotros. Después es cuando podremos dialogar con el islam», según explicó el ponente. Como presidente de la federación provida europea «One of us», observa que «el principal problema que veo es la falta de entendimiento entre nosotros».
La principal razón del terrorismo yihadista «está en nuestra propia sociedad. Porque cuando ven que no hay creencias ni convicciones comunes, nos atacan y nos atacarán más. Tenemos que entendernos mejor, y así los cristianos influiremos más en Europa». Por ello «los cristianos no podemos ser meros espectadores, sino que tenemos que profundizar en la realidad. Ésta es nuestra primera obligación: ir a la profundidad de lo que nos está sucediendo, recuperar el valor de la verdad frente a la fuerza de la mentira, que es lo que debilita a nuestra democracia».
El reto del cambio personal
«Debemos impulsar un cambio de actitud personal, y cada uno tiene que preguntarse en qué tiene que cambiar», dijo. Es un gran reto, y el papel de los cristianos es que «no sigamos en una incomparecencia cultural en la economía, en la persona, en la defensa de la vida. Tenemos que evitar esta actitud. La incomparecencia cultural ha sido terrible para la Unión Europea y para nuestras sociedades».
Algo que hay que hacer «sin ingenuidad». Algunos hablan de una sociedad postcristiana, y «hay un movimiento en las organizaciones supranacionales con tendencia a ser germen de relativismo». En la próxima década «no habrá un debate entre siglas, sino un debate cultural y antropológico, y es necesario para ello un cambio de actitud personal». Partiendo del dato de que «la Unión Europea es irreemplazable, no tiene sustituto ni alternativa. Por eso debemos impulsar procesos de regeneración».
Para terminar, Mayor Oreja llamó a «hacer un examen de conciencia. Cada uno debe responderse a esa cuestión de cómo cambiar». Esto «nos va a exigir mucho a todos, y nos va a exigir mucho a los cristianos. Me escandaliza hoy en el mundo no es que maten a cristianos en otros lugares, a mí lo que me preocupa es nuestra indiferencia: los matan y no reaccionamos ni sabemos cómo reaccionar. Es un ejemplo de lo que, en mi opinión, debemos cambiar. Encontrando el alma de Europa o llenándonos de espiritualidad, reencontrando el amor primero».