(UPSA) El saludo inicial del encuentro corrió a cargo de José Manuel Alfonso Sánchez, vicerrector de la UPSA, que agradeció su asistencia a los ponentes. Dirigió especialmente su saludo a los dos prelados presentes, el de Plasencia, mons. Amadeo Rodríguez Magro, y el de Albacete, mons. Ciriaco Benavente. «Les invito a dialogar, a discurrir, discutir y argumentar para enriquecernos mutuamente», dijo.
El obispo placentino dio la bienvenida al lugar, «que no puede olvidarse que es un monasterio», algo muy indicado para el contenido de los Diálogos. «Un lugar muy emblemático. Este monasterio sigue teniendo la misma vocación que tuvo en sus orígenes. Y la importancia de ser el lugar donde Carlos V vino a situar su existencia y recorrido ante el misterio de Dios», señaló mons. Rodríguez Magro, que también explicó la presencia en el monasterio, después de los monjes jerónimos, de los monjes de San Pablo Ermitaño desde hace cuatro años.
El director de la Fundación Academia Europea de Yuste, Enrique Barrasa Sánchez, dio las gracias a la UPSA por organizar por segundo año consecutivo estos Diálogos de Yuste. Además, expuso la identidad de la Fundación que dirige, con el objetivo de «trabajar y promover los valores y la identidad europea». Entre sus actividades destaca su premio bienal internacional Carlos V, además del denominado «Campus Yuste» durante el verano, un marco en el que se desarrollan actividades en torno a la ciencia, el pensamiento y la cultura.
«Uno de los desafíos a los que nos enfrentamos es el de la identidad europea», afirmó Barrasa. «Hay un debate de fondo de hacia dónde debe caminar la Unión Europea. En este debate las raíces de fondo son muy importantes, para poder llegar a acuerdos sobre lo que debemos ser en el futuro», dijo, refiriéndose a la crisis económica actual y a los problemas más recientes en torno a la cuestión griega.
El decano de la Facultad de Teología de la UPSA, Jacinto Núñez Regodón, afirmó que «no es extraño que las tres facultades eclesiásticas de nuestra universidad organicen juntas una actividad llamada ‘diálogo’, que quiere decir: estar convocados por el logos». Así, repasó el sentido del término «logos» en Filosofía (razón), Teología (Palabra, Verbo) y Derecho (orden).
El alma y la misión de una Europa en crisis
La primera mesa de diálogo llevó por título «Las confesiones cristianas en la construcción de Europa», y estuvo moderada por Francisco Javier Herrero, decano de la Facultad de Filosofía de la UPSA. El primero en intervenir fue el rector de la Universidad Pontificia de Comillas, el jesuita Julio Martínez Martínez, también catedrático de Teología Moral, buen conocedor del papel de la religión en la vida pública.
Julio Martínez habló sobre la fe cristiana en relación con la sociedad europea. Inició sus palabras refiriéndose a la tragedia de los inmigrantes y refugiados muertos a la entrada de Europa. «Es una vergüenza», señaló, citando al papa Francisco. La preocupación por esta cuestión, afirmó, es mucho menor en la sociedad europea que la que hay por la crisis griega. «Se ha hecho presente la tensión de la ambivalencia donde están la soberbia y la arrogancia, por un lado, y el escepticismo ante Europa, por otro».
Esto trae consigo «una crisis cultural de bastante intensidad, ya que las sociedades europeas estarían viviendo de valores que no sólo no producen y alimentan, sino que incluso destruyen». Y por ello hay un individualismo y un acceso meramente científico a la realidad que determinan nuestra cultura. Como se puede ver señalado en la encíclica Laudato si’, «un antropocentrismo desviado y un modelo tecnocrático que esconde problemas más agudos». Francisco le dice a Europa algo así: «sal de ti mismo, Europa, para encontrarte. Es necesaria una valiente revolución cultural para recuperar los valores».
También dentro de las Iglesias hay efectos de esta cultura, la mundanización: «una pérdida de fe primigenia y una convivencia con la lógica del mundo. No es raro que las comunidades no tengan el amor que antes tenían, como dice Ecclesia in Europa. Se hallan envueltas en contradicciones y fatigas». Así surgen problemas como la quiebra de una moral tradicional, la crisis vocacional, la pérdida del sentido del pecado, el descenso de la práctica religiosa... «Los cristianos de Europa necesitamos de nuevo escuchar el Evangelio que nos invite a la conversión. Necesitamos volver al amor primero, y desde él, ser una Iglesia consciente de su debilidad pero valiente, que se crea que puede decir algo culturalmente, viviendo profundamente nuestros valores para ayudar desde ahí a una desmoralizada sociedad europea», dijo.
Esto hay que hacerlo desde la alegría del Evangelio. «La Iglesia en Europa hoy es una grey con escaso poder cultural y político, pero renovada por el Espíritu debe estar convencida de que es capaz de aportar a Europa lo esencial: alma, espíritu y esperanza». Hagamos lo que hagamos, debemos acabar siempre «con el énfasis en una espiritualidad viva y vivificante».
Estamos en una encrucijada, como cuando Ortega y Gasset apuntaba a una Europa sin moral. «Europa necesita un suplemento de alma, o un alma entera... ¿tiene algo que aportar el cristianismo a la recuperación del alma y de la misión de Europa?». Y contestó que sin memoria y sin esperanza no hay posibilidad de regeneración. Por eso aludió a la identidad cristiana y católica de los padres fundadores de la Unión Europea.
Para Julio Martínez, «tenemos que dejarnos interpelar internamente, dejarnos nutrir de verdadera espiritualidad cristiana para ser coherentes y creíbles. Ser testigos, en esta encrucijada de la historia, del único testigo fiel, Cristo». El ponente citó a mons. Eugenio Romero Pose, que hablaba del valor de Europa como integradora de diversidad y libertad.
La libertad sin verdad, caldo de cultivo de populismos
«La verdad sin libertad cae en toda suerte de fundamentalismos», afirmó. «De ahí proceden el sectarismo y la imposición sobre el diferente, algo que llega a matar». Y, por el contrario, «la libertad sin verdad llega al individualismo, lo que hace difícil la transmisión de valores comunitarios». Esto se ve en la reclamación de derechos sin querer asumir deberes. «La libertad sin verdad pone las condiciones óptimas para que los populismos, hoy muy reales, tengan todo el campo para desarrollarse. Populismos que manejan muy bien los medios de comunicación social».
«La sensibilidad por la verdad se da por derrotada cuando no se busca lo que es justo, sino lo que acepta la mayoría. Lo que importa aquí es la persuasión y no la verdad, lo que parece verdadero y no lo que lo es. La demagogia campa a sus anchas: no importaría engañar con tal de que eso resulte verosímil o persuasivo. Convencer sería la finalidad del discurso», explicó.
El «je suis Charlie» y los límites de la libertad
«Europa necesita –y esto los cristianos lo tenemos y lo podemos dar– la conciencia de la finitud. Porque la libertad es resultado de la identidad del hombre como criatura, de su dignidad personal». Como señaló el Concilio Vaticano II, «los derechos no son de la verdad, sino de la persona», lo que previene ante la imposición en materia religiosa. Los límites «no son sólo los que impone la ley positiva, sino que hay límites que impone la ética. Hay veces en las que, aunque haya libertad psicológica para hacer algo, la ética pone límites», dijo, refiriéndose en concreto al caso del «Je suis Charlie».
El rector de Comillas afirmó que «esa retórica frívola que pone en cuestión la celebración pública de la Semana Santa en Sevilla pervierte una justa laicidad de la vida pública, y ese laicismo pone en peligro la libertad religiosa, la libertad de expresión y el proceso narrativo de la identidad comunitaria».
Señaló dos riesgos en Europa, «dos grandes peligros ante los que las comunidades cristianas, si vivimos con integridad nuestra vocación y misión, podemos dar perfectamente una respuesta propositiva». El primero es «el universalismo abstracto, que llega a prohibir el uso de signos religiosos en públicos, ya sea el velo islámico o el crucifijo». El segundo es «un relativismo contextualista», en el que al final «se cae en una privatización del hecho religioso en el sentido de considerar irracionales lo que son las convicciones y creencias religiosas. La religión sería convicción pero no conocimiento, algo que aporta bienes a las personas pero que no tiene una significación para la vida pública».
«Buena parte del multiculturalismo en Europa lo que hace es defender la diversidad cultural pero al mismo tiempo pedir la reclusión de la religión a lo privado. Al final se quiere desalojar la religión... y resulta que la religión, cuando menos, forma parte sustancial de la cultura y de la identidad», señaló. Y añadió una llamada a «apostar por una cultura del diálogo y del encuentro» por parte de los cristianos.
La cruz y la acogida de los diferentes
«La religión nuestra tiene algo que aportar a Europa: no prescindir del sufrimiento humano. El signo de la cruz es el símbolo que plantea preguntas a todo ser humano, a toda cultura, a toda ética social. Nos pide que abramos nuestros ojos al sufrimiento del mundo actual. Es el más específico de todos los signos cristianos, y tiene que llevarnos a ofrecer a los no cristianos la posibilidad de elaborar una ética social desde la categoría de la compasión».
Por último, Julio Martínez se refirió a la acogida de los migrantes en Europa. «La mayoría de ellos son creyentes y llegan a sociedades muy secularizadas», afirmó. Por eso se trata de una importante prueba para ellos y para las comunidades cristianas. «Según sea nuestra respuesta a esta prueba, los cristianos crearemos valor y daremos alma a nuestras sociedades». Terminó enunciando una serie de elementos que la Iglesia tiene, pero que debe vivir más en su conjunto para afrontar positivamente los desafíos actuales.
http://www.fundacionyuste.org/es/cristianismo-y-europa/