(Portaluz) Hoy, a sus 35 años, las cicatrices por las heridas cortantes que le dejaron en su rostro ya no son visibles, gracias a la ciencia médica. Pero el síndrome post traumático la acompañó por años. Incluso en los primeros días, después de su calvario, intentó suicidarse ingiriendo todos los antidepresivos que le habían dado para calmar su angustia y crisis de pánico. Cuando en urgencias del hospital le practicaron un lavado de estómago y luego una ecografía para controlar que no quedaban restos ni otros daños interiores, recibió una inesperada noticia: Estaba embarazada.
El pasado 2 de junio Lianna estuvo en Chile y dio su testimonio ante los parlamentarios de ese país, argumentando el por qué considera al aborto una violencia contra la mujer, especialmente si su embarazo es –como en su caso– producto de una violación.
Lianna, tenías sólo 12 años cuando supiste que estabas embarazada. ¿Fue libre tu decisión de rechazar el aborto?
Luego de ser violada, cuando ya estaba en casa, me atormentaba pensando si podría haber hecho algo para evitar que me ocurriese. ¿Por qué no corrí? ¿Por qué no me fui por otra calle? ¿Por qué no grité? Me culpaba. Llegué a sentirme culpable de lo que me había pasado. Y ese sentimiento de pánico si tenía que salir a la calle. No entiendes por qué tanta violencia, por qué tanto daño, por qué agreden… no lo puedes entender, no encuentras respuestas. Era un calvario, sentía terror. Miraba mi rostro en el espejo y sólo veía una cicatriz. Y en un momento, cuando no podía más con mis pesadillas me tomé todas las pastillas que encontré. Me llevaron a urgencias y allí el médico me dijo que tenía trece semanas de embarazo. El médico me dice:
«Sí, estás embarazada, tienes trece semanas –decía el médico–, pero la ley está de tu lado, la ley te va a apoyar. No tienes que vivir con las consecuencias. Además no sabes qué tipo de genes va a tener y como eres muy chica sería difícil que se logre completar este embarazo porque tienes un vientre infantil». Yo lo escuchaba con su oferta para que abortase pero en esos momentos a mí lo que me dolía era lo que me había pasado. ¿Qué resuelvo abortando?, pensé. Yo no sé si fue madurez lo de mi reflexión, pero lo único en que pensé se lo pregunté al doctor y le dije: «¿Al abortar voy a olvidar la violación? ¿Ya no voy a tener pesadillas? ¿Voy a dejar de sentir miedo si salgo a la calle?» El doctor me respondió que no. Entonces en mi cabeza pensé… ¿por qué quiere que aborte si no voy a solucionar nada? Si hay una personita en mí ¿por qué la voy a hacer pagar por algo que no cometió? Luego, cuando mi mami (Eloísa) supo que yo estaba embarazada no me dijo tenla o no lo tengas. « Lo que tú quieras hacer yo estoy contigo», fueron sus palabras. No influyó en mi decisión.
En tu portal lovinglife.org para ayudar a chicas que han vivido situaciones semejantes dices que tu hija te salvó la vida y tú se la salvaste a ella…
El proceso de embarazo fue difícil, porque no podía ponerme de pie, si lo hacía corría el riesgo de perder la bebé. Yo decía ¡tiene mis genes, está dentro de mí! y no pensaba en quien era el papá biológico. Pasó el tiempo hasta que tras setenta y ocho horas de labor de parto conocí al amor de mi vida, que es mi hija Jeannet. La miré, sus ojos me veían y puso su manita en mi dedo.
Ella ha sido mi fuerza para levantarme, recuperarme, estudiar, trabajar. Desde muy pequeña me hacía dibujos y a los cuatro años, estaba chiquita me escribió en una de sus cartas: «Mami gracias por no regalarme, gracias por tenerme, gracias por darme la vida». Corrí a abrazarla y le dije la verdad: «No mamita, fuiste tú quien me dio la vida a mi».
Es que fueron muchos los años que padecí el síndrome post traumático por el secuestro, torturas y violación que viví. Fue esta personita, mi hija, la que medio el coraje de superarme. No fue fácil, pero ella es lo único que tengo en la vida. Es la primera persona que con verdad me dijo te quiero, me abrazaba, extendía sus brazos, me daba una sonrisa cuando más difícil y oscura ves la situación. Entonces, ¿cómo no luchar por un angelito así?
Las personas que abortan o apoyan el aborto tienen como argumento: El cuerpo es mío, yo decido. ¿Por qué consideras que no es lícito abortar en una situación como la vivida por ti?
Cuando te proponen y te dicen que la solución es abortar… y tú reconoces que al abortar no vas a solucionar nada, no vas a olvidar los golpes, la violación; al contrario, abortar sólo sería como una doble violación. Porque si de la primera es muy difícil recuperarse. Imagínate con una segunda. Porque el aborto es otra manera de violencia hacia la mujer. ¿Por qué hacerle pagar con la pena de muerte a una personita que no tiene la culpa, ni tiene por qué pagar el crimen de otras personas? A mí me la pidieron que la diera en adopción, pero en mi caso yo decía, es mía, yo la quiero conmigo. Pero si tú sientes que no estás en las condiciones de tenerlo, debes saber que es un gesto grande de amor entregarlo en adopción a padres que llevan muchos de ellos años esperando por un bebé. Pero de verdad les digo a las chicas que pudieren estar en mi situación y porque yo lo viví, que todas las mujeres tenemos ese instinto materno que nos hace luchar…
Nadie les enseña a las chicas, ni les habla del síndrome post aborto. Nadie les dice que ese momento del aborto nunca lo van a olvidar, que es una herida, un sentimiento de culpa que aflorará y habrá momentos donde van a tener secuelas físicas, mentales, emocionales. Nunca se les dice de qué manera quedan tan dañadas después de vivir una violencia tan grande como es el aborto. Yo estoy muy consciente de que si hubiese abortado no estaría viva.
¿Dios tuvo algo que ver en tu historia, con tu decisión por defender la vida de tu hija Jeannet?
Yo no crecí con ningún valor religioso. A nosotros no se nos habló de que había un Dios. Hace seis años conocí a Dios y a la Santísima Virgen María. Yo no los tenía en mi vida. Es más, cuando yo estuve en ese auto, cuando fui secuestrada, le grité a un Dios –a quien no conocía– que me ayudara. Pero por más que grité, lloré y rogué sentí que no me había escuchado. Entonces por muchos años estuve muy enojada. Yo decía, no, Dios no existe, porque si existiera, ¿por qué permite este tipo de cosas? Y esa fue la parte del síndrome post traumático, donde te cuesta mucho trabajo el perdonar. Siempre te preguntas por qué a mí y no entiendes por qué tanto dolor.
Pero sin embargo, hace seis años una persona me dijo: Si tú ya lo has intentado todo en la vida, ¿por qué no intentas buscar a Dios? Y yo no quería, no quería. Pero como las secuelas de este desorden post traumático estaban ahí… los ataques de pánico, la ansiedad, momentos donde vuelves a sentir que estas personas todavía te están buscando y te van a hacer daño, con sentimientos tan reales que hube de estar hospitalizada muchas veces por los ataques de ansiedad.
Llegó un momento de estos cuando estaba con desesperación en que me dije ¿qué hago? Yo necesito sanar, necesito hacer algo porque no quiero sobrevivir, ¡yo quiero vivir! Así fue como un sacerdote empezó a darme guía espiritual y me habló del perdón. Al comenzar le decía no, perdonar es imposible, no se puede. Yo voy a vivir odiando a estas personas hasta el último día de mi vida. Pero después de que empiezas esta terapia espiritual y proceso de sanación viene la fuerza para que hagas la decisión. Es personal y no es de la noche a la mañana, sino un proceso gradual, un regalo que te haces a ti misma y te libera. Así llegué a conocer el amor más grande, Dios. Hoy sé que Dios estuvo conmigo en esos momentos, porque de lo contrario yo no hubiera salido viva. Hay un Dios que me cuida, que está con mi hija y conmigo.
Él sabía que lo más necesario para mi vida era el amor y me lo dio en mi hija. Entonces la pregunta hoy ya no es por qué a mí, sino para qué a mí. Y fue así como me decidí empezar a hablarlo, resultando ser también como terapéutico.
¿Por qué viniste a Chile y visitas también otros países dando testimonio en defensa de la vida y rechazo al aborto?
Abortando solo dañan a una sociedad. Rechazar toda ley de aborto no es una cuestión de religión o ideología política. Es una cuestión de conciencia, de reconocer que lo que hay en nuestro cuerpo es otra vida. Es una vida que está en nuestro cuerpo, pero que no nos pertenece y tiene el mismo derecho a nacer que hemos tenido nosotros. Si está leyendo esto una mujer que ha sido violada o con un embarazo difícil, le pido que no olvide que sigue siendo siempre alguien valioso, independiente del daño que les hayan hecho. Cada día que nace es una oportunidad de dejar vivir para poder vivir y luchar por lo que quieres.