(Carifilii) «De la Virgen sólo se puede hablar con el corazón y con las tripas», dijo al principio y reiteró al final el obispo mirobrigense para recalcar la intensa relación personal de los cristianos con ella. Frente a quienes, como los protestantes, consideran su devoción como «la suma de todas las herejías católicas» o, como los ortodoxos, rechazan la Inmaculada Concepción o, como los feministas, que ven en ella «lo peor de todo lo que no tiene que ser una mujer», a Nuestra Señora «hay que mirarla con los ojos profundos de Dios, porque no es un invento humano».
Monseñor Berzosa matizó que, sin embargo, no debemos referirnos a ella «sólo a base de emotividades, corazonadas o cosas bonitas», sino «fundamentando» ese amor.
Llena de gracia y mediadora
Es lo que hizo durante la media hora siguiente, refiriéndose en primer lugar a los evangelistas. Al hablar de la Virgen, «San Mateo escribe lo que los familiares de San José le dicen, y presenta a María como el milagro de Dios», mientras, por su parte, «San Lucas es el depositario de los secretos de la Virgen y la introduce como alguien en quien se cumplen las dos primeras bienaventuranzas: dejar a Dios ser Dios y dejar que Dios entre en nuestra vida».
Luego explicó la peculiaridad de que la Señora del Apocalipsis sea representada con la media luna bajo sus pies, unas veces hacia arriba y otras hacia abajo. Contó su pequeño itinerario de búsqueda de una explicación, que le ofrecieron unos frailes franciscanos: «La luna, María, brilla con la luz del sol, que es Dios. Hacia arriba, nos la representa como la llena de gracia, María es un espejo. Hacia abajo, nos la representa como la mediadora, recibe de Dios las gracias y las devuelve hacia abajo, hacia nosotros».
Sentido de los cuatro dogmas marianos
A continuación desgranó el sentido de los cuatro dogmas marianos. Los dos primeros «reafirman que Jesucristo es verdadero Dios (el dogma de la Virginidad Perpetua) y verdadero hombre (el dogma de la Maternidad Divina)». Y los dos segundos «enseñan dos cosas muy importantes para el hombre: que el pecado no arruina nuestra naturaleza (el dogma de la Inmaculada Concepción) y que en este mundo estamos de paso (el dogma de la Asunción a los Cielos)».
Mariología resumida y mnemotécnica de cinco Papas
Por último, monseñor Berzosa hizo un repaso de algunas formas casi mnemotécnicas utilizadas por los Papas recientes para impulsarnos a amar a María:
Citó una frase de San Juan XXIII de la cual no existe grabación, pero sí registro oral. El Papa Angelo Roncalli decía que «cada uno de nosotros tiene que ser como la Virgen María: Jesucristo, en el corazón; la cabeza, en la eternidad; las manos, una en la Eucaristía (el Papa hablaba a sacerdotes) y otra en los pobres; y los pies, pisando la tierra, pero sobre la tierra, para no enfangarnos en ella».
Para el Beato Pablo VI, la vida cristiana debía consistir en tres M: «Reconocer nuestra miseria para pedir misericordia y cantar el Magnificat».
Con San Juan Pablo II el obispo se extendió algo más, recordando una catequesis del papa polaco en la que revivió diversos momentos de la vida de Jesús y María que acabaría concretando en su propuesta de los cinco nuevos misterios del Rosario, llamados Luminosos.
Monseñor Berzosa recordó también que Benedicto XVI resume la mariología en cinco verbos: «Fiat (hágase), Magnificat (alegrarse), conservabat (meditaba), stabat (fidelidad) y gaudebat (testimonio)», verbos referidos a la Anunciación, la visita a Santa Isabel, la alusión del evangelista San Lucas de que la Virgen meditaba en su corazón los hechos de la vida del Señor, la firmeza de la Madre a los pies de la Cruz y la alegría final de la Resurrección.
Por último, Francisco cita los cinco dedos de la mano para que tengamos siempre presente a la Santísima Virgen como: «La mujer del sí a la vida; la ´Virgen de la prontitud´ en el servicio a los demás; la contemplativa en las cosas cotidianas; la madre de los pobres, y su alegría; y la madre de los apóstoles y evangelizadores».
Dios no quiere el fin del mundo
En el turno de preguntas, e interrogado sobre si hay una relación entre la abundancia de apariciones marianas en los dos últimos siglos y una posible inminencia del fin del mundo, monseñor Berzosa explicó que Dios no quiere que el mundo acabe, porque cuanto más dure más personas habrá que le amen: «Somos nosotros los que nos hemos convertido en dioses y vamos a destruir el mundo. Las apariciones nos advierten precisamente de eso. Por eso, frente a la muerte, el odio y la desunión que caracterizan un mundo contrario a lo que Dios quiere, la Virgen nos llama a hacer realidad el sueño de Dios por medio de la vida, el amor y la comunión».