(Aleteia) Este movimiento y el encuentro de mañana en Washington, han recibido el visto bueno y el aprecio de la Conferencia de los Obispos Católicos de Estados Unidos (USCCB) a través de una nota conjunta, firmada por monseñor Richard Malone y por monseñor Salvatore Cordileone, presidentes de la Comisión Episcopal de la Familia y de la Comisión para la Tutela del Matrimonio, respectivamente.
En la nota en cuestión, se subraya la importancia de esta iniciativa, que tendrá lugar tres días antes del debate dentro de la Suprema Corte sobre la constitucionalidad de que el Estado sea quien preserve la definición legal del matrimonio en un hombre y una mujer.
El peso de la Marcha tiene que ver, evidentemente, con el veredicto que emita la Suprema Corte el próximo 28 de abril sobre el llamado matrimonio entre personas del mismo sexo.
Ese día la Corte deberá decidir si la 14ª enmienda de la Constitución de los Estados Unidos de América -aquella que protege la igualdad de todos los individuos ante la ley- da posibilidad o no a los Estados a conceder licencias a las uniones homosexuales.
Por ello la exhortación a participar en la Marcha por parte de la Iglesia católica, pues estar en ella, escuchar a los oradores, caminar con la gente, orar o patrocinar el encuentro ciudadano es tanto como enfatizar la fortaleza del matrimonio tradicional.
La Iglesia católica, se puede leer en la nota de apoyo de la USCCB, está empeñada en construir una cultura de la familia, también para tutelar a los niños, a la vida, al matrimonio y a la libertad religiosa.
En este sentido, el cardenal y arzobispo de Boston, Seán O’Malley, presidente de la Comisión Episcopal de la Acción en Defensa de la Vida de la USCCB, subrayó en un mensaje dirigido a los organizadores de la Marcha, que esta es una muy gran bendición al estar unidos en oración con miles de católicos de todo el país.
Este tipo de acontecimientos nos impulsan a crecer en la fe y en el amor a la defensa de la vida, del matrimonio y de la libertad religiosa porque cada uno de nosotros puede hacer la diferencia por el bien de la Iglesia y de la sociedad, sentenció, finalmente, el cardenal O’Malley.