(AVAN) En el artículo, publicado ayer en la tribuna semanal que firma el purpurado en el diario La Razón y que hoy reproduce íntegramente el periódico de la diócesis de Valencia "Paraula", el arzobispo de Valencia confiesa que, ante esa «minireforma», «me he sentido muy dolido, apenado y sorprendido en mi condición sencillamente de hombre de fe, de razón y como ciudadano de un país como el nuestro».
El purpurado destaca que «es necesario que digamos `sí´ al hombre si queremos que haya futuro» y hace un llamamiento a "jueces, expertos en leyes, médicos, pensadores" para que «salgan en defensa del hombre, y de esos niños que no van a nacer, y que cuentan tan poco en la `ley´ vigente, en el fondo sancionada de alguna manera por la mínima reforma que el Partido Popular introduce ahora en su contenido».
Considera el cardenal Cañizares que «el desconcierto que ha suscitado en muchos esta mínireforma es más que notable» y, después de advertir que «las consecuencias son imprevisibles», concluye asegurando que «con el derecho a la vida no se juega, es innegociable».
Críticas al gobierno
En su artículo, el titular de la archidiócesis de Valencia expresa que «el Gobierno, olvidando sus principios, desdiciéndose de gestos anteriores, y volviéndose atrás de las promesas electorales, aprobó una mínima reforma, más real que aparente, de la ley vigente que consagra el derecho al aborto".
Además, «la mínima reforma deja intacta la ley y los apoyos de la ley, que el propio Gobierno estimó, en su día, inconstitucional». Y recuerda que «no existe, ni puede existir, ningún derecho a eliminar la vida, ni la propia ni, menos aún, la de otro, y menos todavía aún si es inocente, débil e indefensa».
Más adelante, el cardenal Antonio Cañizares reconoce que «desconocía por completo que el Partido Popular había cambiado tan radicalmente hasta hacer suyo un texto que reprobó en su momento y que pertenece a la ideología de la oposición». A este respecto, el arzobispo de Valencia insiste en destacar que «el aborto es la violación del derecho más fundamental y sacrosanto de los Derechos Humanos: el derecho a la vida, entrañado en lo más propio de la dignidad inviolable de todo ser humano, base de la convivencia entre los hombres, base de la sociedad».
Relativismo brutal
Por ello, «las consecuencias de esto son muy graves; entre otras, las de un relativismo brutal -verdadera dictadura- que carcome y mina los cimientos éticos de la convivencia social, que lleva a un horizonte de vida y de sentido en que no hay nada en sí y por sí mismo verdadero, bueno y justo, que genera una mentalidad incapaz para lo que corresponde a la naturaleza, para lo objetivo y válido en sí y por sí, y para principios estables y universales» .
Además, «resulta paradójico que la ley vigente, que tanto se pronuncia por la libertad, no reconozca la libertad de conciencia ni la objeción de conciencia de médicos, del personal sanitario, o de otros implicados en el asunto, siendo así que la libertad de conciencia y -consecuentemente la objeción de conciencia- está en la base del actuar libre del hombre».