(Portaluz/Tempi) «¿Por qué - escribió - no recibo demandas para firmar (cuando me las envían de todo tipo)? ¿Por qué nadie promueve, no digo siquiera una manifestación, pero al menos un sit-in (sentada), o alguna cosa? No escucho consignas, no llegan documentos, ni demandas, ni propuestas».
Cuestión de izquierdas y derecha
Debido a que la izquierda se ha limitado a defender sólo algunas categorías de los débiles «desde hace años, tiene dos grandes problemas: uno político y otro cultural», dice Annunziata. «El primero surge por el temor a ser portadora de las cuestiones normalmente tratadas por la derecha, el segundo por una determinada laicidad... una especie de anticlericalismo obsoleto, de anti-cristianismo». No es sólo una limitación de la izquierda, sino también «de los estados occidentales, culturalmente cercanos a ella, que temen defender a los cristianos por las mismas razones», argumenta la profesional.
El opio del pueblo
Hay un tercer problema, continúa Annunziata, que proviene de lo que el periodismo llama «anti-cristianismo», una especie de «secularismo agnóstico»: «La izquierda -precisa- ha dejado de lado la identidad religiosa cristiana por considerarlo algo malo. Ella ha regresado así a Marx y su definición de 'opio del pueblo'. Pero ha terminado poniendo todo en el mismo avión y tirando todo en la misma olla; donde un musulmán, un cristiano u otro son considerados la misma cosa». El Occidente y «sus gobiernos de izquierda» dice la directora del H.P. piensan que «defender a los cristianos es el medio para establecer una plataforma que eleva la cuestión a una guerra de civilizaciones y religiones. Se teme desencadenar un mecanismo igual de violento en oposición al provocado por los musulmanes».
Trasfondo cultural y moral
Por lo tanto, «si hoy usted dice: ‘Tenemos que defender a los cristianos’, le dirán: Bueno, ¿por qué no hemos defendido a los zoroastrianos’?. Por amor todos los seres humanos deben ser defendidos, pero con esa excusa estamos evitando enfrentar un gran problema. La izquierda tiene que entender que la religión es también una cuestión de valores, de una historia y un patrimonio cultural que no se puede ignorar sin acarrear más problemas. Podemos ser ateos -lo destaco-, pero no sin valores».