(RV).- Después de las celebraciones de Pascua y siguiendo las catequesis sobre la familia, el Pontífice volvió a tocar el tema de los niños, esta vez, a partir de sus sufrimientos: Lamentablemente – dijo – hoy tenemos que hablar de las ‘historias de pasión’, que muchos de ellos viven.
Queridos hermanos y hermanas:
Retomamos hoy las catequesis sobre la familia, hablando de los niños, muchos de los cuales sufren, desgraciadamente, auténticas historias de pasión.
Pensemos en los hijos no deseados o abandonados, en los niños de la calle, sin educación ni atención sanitaria, en los chicos maltratados, a los que les roban su infancia y su juventud… Es una vergüenza para la sociedad y un grito de dolor dirigido directamente al corazón del Padre.
Alguno osa decir casi para justificarse –dijo el Papa– que ha sido un error hacerlos venir al mundo: Un niño nunca puede ser considerado un error. El error es del mundo de los adultos, del sistema que hemos construido, que genera bolsas de pobreza y violencia, en las que los más débiles son los más perjudicados.
Esto es una vergüenza, subrayó el Pontífice en su catequesis impartida en italiano: ¿Qué nos hacemos de las solemnes declaraciones de los derechos del hombre y del niño, si después castigamos a los niños por los errores de los adultos? No descarguemos sobre los niños nuestras culpas.
Los niños son responsabilidad de todos: los padres no deberían sentirse solos en su tarea. La estabilidad social y la promoción de la familia, la ausencia de delincuencia y la posibilidad de un trabajo digno… contribuyen, sin duda, a asegurarles un hogar. Tratándose de los niños, ningún sacrificio es demasiado costoso.
Por eso quienes tienen la tarea de gobernar, de educar y todos los adultos, somos responsables de los niños y debemos hacer cada uno de nosotros lo que sea posible para cambiar esta situación, porque el grito de cada niño marginado, abandonado, que vive en la calle, sin escuela, sin atención médica es un grito que sube a Dios y que acusa el sistema que hemos construido.
Podemos estar seguros de que Dios no se olvida de ninguno de sus hijos más pequeños: sus ángeles están viendo continuamente su rostro en el cielo. Jesús los trató con especial predilección, imponiéndoles las manos y bendiciéndolos; además dijo que, de ellos y de los que se hacen como ellos, es el Reino de los cielos. La Iglesia, por su parte, siempre ha transmitido a los niños y a sus familias la bendición del Señor, poniéndose a su servicio con solicitud maternal y defendiendo con decisión sus derechos.
Pensemos, nos pidió Francisco, cómo sería una sociedad que decidiera de una vez por todas establecer este principio: Es verdad que no somos perfectos y que cometemos muchos errores. Pero cuando se trata de los niños que vienen al mundo, ningún sacrificio de los adultos será juzgado demasiado costoso o grande, con tal de evitar que un niño piense que es un error, que no vale nada o que sea abandonado a las heridas de la vida y a la prepotencia de los hombres.
Saludo a los peregrinos de lengua española venidos de España, Argentina, México y otros países latinoamericanos.
Queridos hermanos, pidamos para que nunca más tengan que sufrir los niños la violencia y la prepotencia de los mayores. Muchas gracias.