(Arzobispado de La Plata) Al presidir la Misa Crismal, que fue concelebrada por sus dos Obispos auxiliares, Mons. Nicolás Baisi, y Mons. Alberto Bochatey, OSA, y dos centenares de sacerdotes diocesanos y religiosos, el prelado subrayó que «a veces nos sorprende la impresión de que constituímos un pequeño rebaño, en medio de un mundo indiferente u hostil. La descristianización lleva a la ruina del orden natural, y provoca una pérdida del sentido de la vida y el vacío existencial, que son consecuencia del olvido de Dios».
Enfatizó, igualmente, que «la alteración del matrimonio y de la familia, la aprobación de las perversiones mediante leyes inicuas, la desvergonzada propaganda del mal en nombre de la no - discriminación y de los derechos humanos, arrasan con el resto del sentido común, del apego espontáneo a la razón y al bien. Basta releer el primer capítulo de la Carta de San Pablo a los Romanos, para aplicar al mundo actual el juicio del apóstol, severísimo, sobre la decadencia intelectual y moral de la sociedad romana de entonces: han sustituido la verdad de Dios por la mentira, adorando y sirviendo a las criaturas en lugar del Creador (Rom 1, 25).».
Destacó, asimismo, que «esta somera descripción de situaciones innegables no debe arrinconarnos en el pesimismo y el desaliento. Al contrario, debe enardecernos en el amor a Cristo y ratificar nuestra conciencia de ser consagrados para la misión. Con plena convicción, con serenidad y paciencia, tenemos que abrirnos paso en esta sociedad tal como se encuentra para ensanchar el campo de la presencia eclesial».
Con respecto a «la salida» de la Iglesia dijo que «puede fijarse múltiples objetivos. Señalo dos que me parecen prioritarios, a la luz de lo que nos propone el Papa Francisco. En primer lugar, la presencia en las periferias donde vive la gente sencilla, en su mayoría bautizados y afligidos por la pobreza. Debemos dedicarles una atención especial: ante todo ayudarlos a que lleguen a la plena conciencia de su bautismo y de su pertenencia a la Iglesia, a la fe y amor a Jesucristo y a su santísima Madre; a eso, que es lo primero, seguirá de inmediato el cuidado de sus necesidades materiales como gesto eclesial de comunión de bienes, de ejercicio fraterno de caridad. Por otra parte, podemos aprender mucho de ellos».
Indicó, también, que «existe otra periferia: el mundo de la universidad, de la cultura, de la política y de toda la vida social. Urge atrevernos a poner una pica en Flandes, en ese amplísimo sector, en general abandonado por nosotros. El camino es formar laicos que, con competencia, en sus respectivas profesiones y con plena fidelidad a la concepción cristiana del hombre y del mundo se hagan cargo del papel que les corresponde en la misión de la Iglesia».
Por otra parte, Mons. Aguer, dirigió palabras de afecto y gratitud a los sacerdotes del presbiterio platense. «Sepan -subrayó- que cuentan con la confianza y la cercanía de sus obispos, y también con nuestras oraciones. Somos conscientes de que es propio de nuestro oficio cuidarlos fraternal y paternalmente... Son nuestros colaboradores inmediatos, imprescindibles; tal es la estructura del sacerdocio en la Iglesia. Estamos agradecidos por su trabajo, y les pedimos que no se desalienten nunca, y que no antepongan nada al ministerio recibido, al servicio empeñoso del pueblo de Dios».