(Libertad Digital/SINC) «Cuando se enciende y se apaga la calefacción de forma frecuente se producen fuertes fluctuaciones ambientales, que se traducen en una subida importante de las temperaturas (hasta el doble de la inicial) y en una caída peligrosa de la humedad relativa (por debajo del 20%) en las zonas altas de la iglesia», explica la investigadora Mª José Varas Muriel, coautora principal del trabajo.
«Esto influye en las propiedades físicas de maderas, piedras, revocos y pinturas murales, pudiendo provocar la aparición de fisuras, ampollas o sales que las pueden dañar peligrosamente», advierte la científica. «Y bajo estas condiciones, el patrimonio artístico de las zonas altas –donde puede haber artesonados, bóvedas talladas o pintadas, e incluso esculturas– se puede ver comprometido».
Para realizar el estudio, publicado en las revistas Energy and Buildings y Building and Environment, los investigadores se han centrado en una iglesia parroquial modelo: la de San Juan Bautista en Talamanca del Jarama (Madrid). Está declarada monumento histórico-artístico e integra diversos estilos arquitectónicos, como el románico.
Los registros microclimáticos se han realizado con varios sistemas de monitorización inalámbrica, que incluyen el uso de globos para elevar los sensores, junto a dispositivos de termografía infrarroja, higrometría y resistividad eléctrica para medir los dos parámetros críticos para la conservación, la temperatura y la humedad.
Los feligreses tardan en calentarse
Las mediciones también han confirmado que los aparatos calefactores no mejoran el confort térmico de las pocas personas que suelen acudir diariamente a estos edificios. Cuando están sentados durante el servicio religioso no notan una atmósfera agradable hasta pasado un periodo de tiempo largo tras el encendido.
Las temperaturas elevadas comienzan concentrándose en las partes altas y de ahí van bajando progresivamente hacia las áreas bajas ocupadas. Estas temperaturas controlan la humedad relativa, por lo que en las zonas superiores la humedad baja peligrosamente para los elementos patrimoniales, mientras que en las inferiores, las elevadas humedades son responsables de la sensación térmica menor para la gente.
Solo en celebraciones eclesiásticas especiales, como algunos actos de la Semana Santa, los templos se suelen llenar; y en estas ocasiones, el propio calor corporal de la multitud atempera el ambiente, aunque no suele ser lo habitual a lo largo del año. En la iglesia de Talamanca, con la calefacción encendida, se ha comprobado que, cuando está llena de gente, las temperaturas pueden alcanzar los 15-17 ºC a la altura de los asientos, mientras que no superan los 13 ºC si hay pocos feligreses.
En 2012 apareció una normativa europea con recomendaciones para la colocación de la calefacción en las iglesias, capillas y otros lugares de culto, «pero su adaptación a un entorno como el español todavía está pendiente», reconoce Varas.
Mientras tanto, los investigadores recomiendan sustituir los viejos sistemas de calefacción por otros nuevos más eficientes, aunque esta solución todavía se está estudiando y no está al alcance de muchas parroquias por razones económicas.
«En ese caso y evaluando cada sistema, habría que introducir ciertas modificaciones que rebajaran sus efectos nocivos sobre el patrimonio interior, como recolocar las rejillas en lugares adecuados y cercanos al suelo, así como solucionar posibles problemas internos de humedades en los muros y, sobre todo, controlar el tiempo e intensidad de uso de la calefacción», concluye la experta.