(Aleteia/InfoCatólica) En la República Centroafricana cristianos, musulmanes y animistas han convivido en general pacíficamente, pero a finales de 2012 una fuerza rebelde de mayoría musulmana conocida como Seleka tomó el control de una serie de ciudades antes de dirigirse al sur hacia la capital, Bangui. El Presidente de la República Centroafricana, François Bozizé, firmó un acuerdo con Seleka, pero la paz no fue adelante y el pasado marzo Seleka invadió Bangui.
“La gente de aquí estaba aterrorizada y decidieron rebelarse contra ellos. Después instituyeron el anti-Balaka” (una milicia mayoritariamente animista). Los anti–balaka eran grupos de autodefensa de sus terrenos y sus casas. En la guerra incidían causas políticas, económicas y tribales, no exclusivamente religiosas.
Cuando la violencia llegó a Bossemptélé, unos 300 km al noroeste de Bangui, algunos combatientes Seleka heridos buscaron asistencia en el hospital de la misión del padre Kinvi. “Les prohibí venir al hospital con armas”, dijo el religioso, que pertenece a la Orden de los camilianos, al The Irish Times.
Por su acción de socorro, Human Rights Watch el pasado otoño otorgó al padre Kinvi l'Alison Des Forges Award. Aleteia le ha entrevistado.
“En el momento álgido del conflicto, reunía al personal del hospital y dije, ‘somos un hospital católico. Tratemos a cada uno por igual, independientemente de que sea amigo o enemigo. ¿Ha matado a vuestro hermano o violado a vuestra hermana? Una vez que entra por la puerta del hospital enfermo o herido, le cuidaréis. Si estáis de acuerdo podéis quedaros, de lo contrario podéis dejar el hospital’”.
“Di la palabra a cada miembro del equipo y cada uno respondió: ‘me quedo para cuidar a todos, sin excepción’. Fue un momento muy impactante. Nos e limitaban a decirlo con palabras, eran auténticos en su compromiso”.
Respecto a la relación actual entre cristianos y musulmanes, el padre Kinvi explica: “Las actitudes son muy distintas, he visto a muchas personas que odian a los musulmanes, pero también muchas que se oponen a matarlos. Les han escondido en su casa o en sus campos, y les hemos dicho que les encontraran y les llevaran al hospital”.
Sobre su gesta de esconder a miles de musulmanes y el premio recibido por esto, dice: “Doy gracias a Dios que quiso que el mundo supiera cómo actúa a través de nuestro modesto empeño. Me veo llamado por el Señor, que aún me invita y me invitará siempre a defender los derechos humanos sin tener en cuenta las heridas de mi cuerpo. Es espléndido amar y dar la vida por los amigos”