(Diócesis de Zamora/InfoCatólica) Las XIII Jornadas Diocesanas de Zamora comenzaron en la tarde de ayer, miércoles 28 de enero, con la oración por el Sínodo compuesta por el papa Francisco, que leyó el vicario de Pastoral, Fernando Toribio.
El obispo diocesano, Mons. Gregorio Martínez Sacristán, dirigió a los asistentes que abarrotaban el salón de actos del Seminario San Atilano unas palabras de inauguración de las Jornadas, explicando la temática escogida para este año: «la vida consagrada y el Sínodo sobre la familia que ya ha tenido su primera parte y que continuará este año. En torno a ello hemos articulado las tres ponencias de estos días».
Nuevo cardenal: colaborador estrecho del Papa
Mon. Martínez Sacristán agradeció al ponente, Mons. Ricardo Blázquez Pérez, arzobispo de Valladolid y presidente de la Conferencia Episcopal Española, su presencia y participación en las Jornadas, y pidió un aplauso para él, como arzobispo metropolitano que preside la provincia eclesiástica de la que forma parte Zamora y como «cardenal electo de la Santa Iglesia Católica. Que su elección sea para bien de nuestra Iglesia y para gloria de Dios».
Monseñor Blázquez comenzó su intervención mostrando su deseo de «que el Señor me conceda la gracia de cumplir la misión nueva que el Papa me confía. No sé en qué va a consistir el trabajo que me pida. Cardenal significa la colaboración particular con el Papa». Explicó la etimología de «cardenal», que viene de la palabra latina cardo, quicio o gozne. Significa estar «incardinado en la Diócesis de Roma, y por eso el Papa entrega el título de una parroquia de Roma», aunque aún no sabe qué título le asignará Francisco.
«Para mí ha sido una sorpresa; yo no sabía nada de nada. El Papa nos sorprende. Volviendo de una celebración de la eucaristía en una residencia de ancianos el domingo 4 de enero, conecté la radio y me encontré con esta sorpresa. Lo he recibido con gratitud, como un signo de confianza, y como un estímulo más para colaborar lealmente con el Papa, que preside el colegio de los obispos y el de los cardenales», señaló.
Un Sínodo providencial
La decisión del pontífice de escoger la situación del matrimonio y de la familia en nuestro tiempo como el tema de reflexión en una doble convocatoria del Sínodo de los Obispos «no sólo fue acertada, sino providencial». En cuanto a la primera asamblea, la extraordinaria, celebrada el pasado mes de octubre de 2014, explicó algunos detalles de su celebración y de su contenido. La asamblea ordinaria tendrá lugar durante el mes de octubre próximo, y desde España irán el arzobispo de Madrid, el obispo de Bilbao y el arzobispo de Valladolid.
El prelado explicó que «nosotros no estudiamos la familia desde el punto de vista sociológico o cultural, sino desde el punto de vista evangelizador. Es como si la familia nos interrogara, preguntándonos: en esta coyuntura, ¿qué podemos hacer respondiendo a la voluntad del Señor en el campo de la familia?».
Unidad en la diversidad
Después de haber desbrozado el terreno y haber visto las situaciones de la familia en los diversos lugares de la Iglesia en el mundo, el Sínodo de los Obispos continúa mostrando que «la unidad de la Iglesia no es monolítica, sino diversificada, unidad en la pluralidad». Así se acentúa la comunión eclesial y el respeto que debemos a las diversas situaciones. El Papa nos pidió hablar con libertad y escuchar con libertad, «recomendaciones muy importantes siempre, sobre todo cuando los grupos de la Iglesia se reúnen para tratar cuestiones concretas».
«Hay que expresarse con respeto, pero con claridad, diciendo lo que pensamos», afirmó Blázquez. También se refirió al cuestionario amplio cuyas respuestas sirvieron como base a la reflexión de la primera asamblea del Sínodo. Después de ella se publicó la relación final, con total transparencia en cuanto a los votos de cada uno de sus párrafos. «En el Sínodo ninguno nos hemos pegado, pero cada uno decía lo que creía oportuno. Unos acentúan una dimensión, y otros, otra», señaló.
El arzobispo de Valladolid dijo que «en el seno de nuestra familia hemos sido concebidos, gestados y esperados. Ser esperados es muy importante: no somos un engorro. Hemos sido recibidos, nuestros padres nos han cuidado… ya podemos comprender cuántos desvelos, gozos e inquietudes supone ser esposos y familia. Es una vocación cristiana preciosísima. La familia tiene un sentido en el plan de Dios».
El arzobispo pretende que nadie está cuestionando la fe católica
Refiriéndose a la relación final del Sínodo, recordó que, a pesar de lo que se haya podido decir, «nadie pone en cuestión la doctrina católica sobre el matrimonio y la familia». Ahora, con un nuevo cuestionario adjunto a la relación, se pone a disposición de todos para que se pueda participar, y esto constituirá las bases para la segunda asamblea sinodal. Ahora «nos encontramos entre las dos asambleas».
El tema de la asamblea ordinaria del Sínodo de los Obispos será «La vocación y la misión del matrimonio y la familia en la Iglesia y en el mundo de hoy». La familia, señaló Ricardo Blázquez, «es una de las instituciones que más ha sufrido las transformaciones de la sociedad y la cultura actual. Cambios muy profundos, también con legislaciones que a veces han incidido de forma amenazante sobre la identidad de la familia».
En cuanto a la definición que hace la Iglesia, «la familia es la unión por amor, no por conveniencia, estable, irrevocable, de un varón y de una mujer para la mutua complementariedad, para la transmisión de la vida y la educación de la vida. Los hijos son un don precioso de Dios». Por eso, «el ámbito adecuado a la dignidad de la persona para entrar en el mundo es el ámbito creado por los esposos en el calor del hogar en la mutua entrega».
Se refirió de forma negativa a fenómenos como los matrimonios de conveniencia y, sobre todo, la violencia doméstica, a la que calificó de «terrible». Mostró su tristeza por la fragilidad de «la estabilidad matrimonial a pocos años de la unión. Puede haber crisis, pero no quiere decir una derrota, sino ocasión de crecimiento y purificación. Porque el matrimonio no es de color de rosa, y pasa por todas las estaciones… el que haya invierno no es negativo. Son momentos de prueba en los que la fidelidad debe ser purificada, acendrada».
La familia, además, «es uno de los bienes más preciosos de la humanidad». En este sentido, el Sínodo ha sido una oportunidad, su convocatoria doble, para las familias, «para pensar sobre este tesoro, protegerlo como oro en paño y defenderlo. Trae consigo cruz y gozo pascual». Monseñor Blázquez fue repasando también las líneas fundamentales de lo tratado después de las preguntas planteadas en la asamblea sinodal por Peter Erdo, arzobispo de Budapest.
Interrogantes de la Iglesia
El ponente desgranó las cuestiones más importantes que se plantea la Iglesia, preocupada por el bien de la familia, célula fundamental de la sociedad: «¿Por qué ha descendido el número de matrimonios cristianos? En algunos lugares de España no es un descenso, sino un desplome. ¿Por qué ha crecido tanto el número de jóvenes que conviven? Son preguntas que nos interrogan como Iglesia y como sociedad».
También se refirió a la cuestión de la igualdad entre varón y mujer: «¿Qué sentido tiene hablar de vocación en la familia? Ya en el Génesis vemos la llamada de Dios a la familia… y una diferencia entre varón y mujer que no es en dignidad. El varón realiza su condición humana cuando más varón es, y lo mismo la mujer. No es uno el paradigma para el otro. Nos cuesta entender que hay diferencias que no atentan en absoluto contra la igualdad, porque son diferencias fundadas en la condición humana dentro de la misma dignidad. La igualdad en el matrimonio no es porque dos sean mujeres o porque dos sean varones, sino que es igualdad en la dignidad, cada uno con la vocación que Dios le ha concedido de esposa y esposo».
Uno de los problemas graves del desempleo juvenil viene porque «se resiente la constitución de la familia como hogar en la sociedad. No somos simplemente individuos, sino que vivimos en familia, en relación. ¿Qué sería nuestra vida sin la familia? ¿Y cómo van a crear una familia nuestros jóvenes, que buscan sin encontrarlo un empleo digno y estable, con esa precariedad y el horizonte tan incierto?».
A veces se ha hablado de «desinstitucionalización» del matrimonio, señaló el arzobispo: «es la unión de dos personas con un sentimiento, pero es también una institución que vertebra la sociedad. Y a veces se quiere señalar que la configuración del matrimonio y la familia se trata de algo individual y privado. Sin embargo, el matrimonio existe como tal, no lo creamos a nuestro antojo».
Jóvenes, matrimonio y familia
Otra pregunta que lanzó el ponente fue: «¿Por qué huyen los jóvenes de un compromiso institucional como el matrimonio? Lo que no se edifica sobre la verdad, al final termina flaqueando, fallando, vacila y se tambalea». También lanzó una reflexión sobre el pluralismo actual: «se habla de modelos de familia, como si fuera una pasarela: usted es de los de antes, etc. ¿Hay familia constituida por dos varones o por dos mujeres? Es distinto de que sea una forma estable de convivencia. Y sabemos las dificultades que tenemos con la legislación».
Frente a esto, señaló de forma clara y contundente: «el futuro de la humanidad pasa por la familia. No es una opción: pasa por la familia». Y añadió una cuestión más: «¿Por qué el matrimonio cristiano ha perdido el atractivo de ser una opción para nuestros jóvenes? En los cursillos prematrimoniales no podemos olvidar tratar lo que está en el fondo: la fe. El matrimonio es un sacramento de fe. Yo confío en que la próxima asamblea del Sínodo pueda ayudarnos a avanzar. Tratamos cuestiones fundamentales en nuestra vida como cristianos y ciudadanos».
El presidente de la Conferencia Episcopal Española llamó a la serenidad a la comunidad cristiana: «que tengamos, en medio de estos vientos contrarios que pueden soplar, una travesía serena, y nos aclaremos. También tenemos que defendernos con la verdad del Evangelio: esto no puede ser por esto. Vivimos en una sociedad plural, no podemos imponer el matrimonio cristiano. Sí el matrimonio como bien de la humanidad».
Indisolubilidad, divorcio, uniones homosexuales
Como es natural, en el diálogo posterior a la ponencia, algunas preguntas dirigidas a Mons. Ricardo Blázquez plantearon la cuestión de la admisión a la comunión de los creyentes divorciados y unidos de nuevo a otra persona. Dejó claro que «en el Sínodo no se planteó la cuestión de la indisolubilidad del matrimonio, que es algo que no podemos tocar, que la Iglesia no puede cambiar. Sí se habló sobre las situaciones en las que uno, sin culpa, ha sido abandonado por su cónyuge, y si sería posible repensar el acceso a la comunión sacramental».
Para demostrarlo, leyó directamente el número 52 de la relación del Sínodo, en el que, como recordó, «se plantea la posibilidad de que los divorciados vueltos a casar accedan o no a los sacramentos de la penitencia y de la eucaristía». En torno a este tema, «hubo diversidad de opiniones, tal como señala el documento. Por los votos, puede verse que esta cuestión está sin decidir, y yo tampoco puedo hacerlo», dijo el ponente cuando fue preguntado directamente por si los divorciados que han contraído una nueva unión pueden comulgar o no.
Por otra parte, «tampoco se planteaba el matrimonio entre homosexuales, que no lo hay, sino en qué forma se puede acercar la comunidad cristiana a las personas en esa situación concreta».