(Aci Prensa/InfoCatólica) Durante el evento, la presidenta de la Marcha por la Vida, Jeanne Monahan-Mancini, alentó a los participantes a cumplir la misión de concienciar al mundo de que el aborto es un acto de violencia, para el niño por nacer, pero también para la madre que se somete a esa práctica.
Junto a los jóvenes marcharon seminaristas, sacerdotes, religiosos, religiosas y obispos venidos de todo el país. «¡Toda la vida es un regalo!», expresó a través del Twitter el Obispo de Lincoln, Mons. James D. Conley.
Como en años anteriores, destacó el alto número de estudiantes entre la multitud. También estuvieron presentes aquellas personas que vivieron en carne propia las consecuencias del aborto, que a través de pancartas expresaban «Me arrepiento de mi aborto» y «Los hombres lamentan la paternidad perdida».
Celebrar la vida, llorar por los bebés muertos
«Hemos venido a representar a los no nacidos que no pueden expresarse por sí mismos. Hemos venido a celebrar la vida y a llorar a los millones de bebés muertos por el aborto», señaló Jeanne Monahan. «Hemos venido a decirle al mundo que el aborto es malo y que toma vidas inocentes. Esto tiene que parar », añadió.
Los manifestantes se detuvieron como cada año frente a la Suprema Corte para recordar el fallo Rode vs Wade.