(Avan/InfoCatólica) «Nuestra sociedad tiene necesidad de hombres y mujeres que den testimonio de Dios vivo ante un mundo que le niega y olvida», ha asegurado el cardenal en la homilía que ha presidido en la Catedral de Valencia con motivo de la apertura del Año de la Vida Consagrada, ante centenares de miembros de institutos de vida consagrada y sociedades de vida apostólica.
El purpurado les ha expresado, su «gran reconocimiento, admiración y gratitud por cuanto sois y hacéis por la Iglesia» y les ha exhortado a «seguir siendo vehículo privilegiado para la evangelización, dando testimonio de vuestra fidelidad al Señor y siendo signo de total disponibilidad».
Los hombres y mujeres de vida consagrada «son una de las señales más elocuentes de la presencia y soberanía de Dios en este mundo y de la libertad de sus hijos», ha precisado el arzobispo de Valencia, que ha asegurado que «el mundo necesita ahora más que nunca estos testigos del Señor» y ha destacado que la vida consagrada es «elemento decisivo de la Iglesia para su misión».
Necesitamos la Vida Consagrada
Más adelante, el cardenal ha asegurado que «necesitamos la vida consagrada, conocerla y darla a conocer a todos los miembros del pueblo de Dios, suscitar vocaciones para esta forma de vida, porque la necesitan siempre la Iglesia y los hombres pero sobre todo en estos momentos en que se hace necesario el testimonio de que sólo Dios basta».
«Es necesario renovar y revitalizar la vida consagrada», ha expresado el arzobispo de Valencia, sobre todo «en este tiempo apremiante» para la nueva evangelización que vivimos.
Escasa vitalidad evangelizadora
«En un mundo que intenta ocultar y olvidar a Dios, muchos opinan que la fe ya no tiene sentido, y hay que reconocer que existen síntomas graves que parecen indicar un cierto desplome de la fe cristiana, la conciencia cristiana se ha debilitado». En este sentido, se ha referido a «la escasa vitalidad evangelizadora, la fe cristiana se propone tímidamente, a veces desprovista de toda su fuerza y originalidad, y eso se manifiesta en un cristianismo empobrecido en elementos que le son constitutivos, en un debilitamiento ético y la atención religiosa y moral desmantelada».
Sin embargo, «esta situación no nos debe llevar al pesimismo sino que debe ser un acontecimiento de gracia que nos encamina hacia la autenticidad y el vigor de la fe en Jesucristo». En consecuencia, «es la hora de la oración, de la súplica a Dios cargada de esperanza», en este tiempo de Adviento, que comienza hoy .