(Cope/InfoCatólica) El dolor mostrado por el Arzobispo de Granada es intenso ya que «es una herida tremenda en el Cuerpo de Cristo y ese Cuerpo es mi propio cuerpo, me sangra el corazón, me sangra el alma y si los hechos no son verdad pues es también muy doloroso porque no se ha protegido ni la presunción de inocencia de muchas personas ni de la presunta víctima».
«La Santa Sede y las cartas implica directamente a tres sacerdotes que estan apartados de todo. También se habla de otros sacerdotes que, si fueran verdad los hechos, los habría conocido».
Preguntado por qué no ha actuado contra los posibles encubridores, el prelado ha asegurado que es dedido a que «el propio denunciante me pidió que no hiciera nada más para no interferir con la justicia y porque el propio juzgado de Granada me pidió lo mismo».
Las medidas cautelares ya estaban tomadas
Pregunado sobre cómo está influyendo todo esto en su vida diaria, en su trabajo en la archidiócesis, don Javier explica que «esto influye en mi propio trabajo de una manera porque la diocesis de Granada es mi propio cuerpo y solo puedo hacer penitencia. ¿Cómo se siente el padre cuyo hijo o hija ha sido abusado por otro miembro de la familia? Pues pedir perdón, hacer penitencia».
«La casualidad hace que esto salte cuando comienza la plenaria de la CEE y yo no estoy en Granada y le digo a mi diócesis Señor "ayúdanos a ser cristianos más verdaderos, mejores sacerdotes"».
Al ser inquirido sobre la situación actual de la víctima, el arzobispo ha explicado que «ayer me decía una persona, a este chico le está destrozando todo este follón, por eso la Santa Sede pide secreto, y el juzgado, porque las víctimas sufren mucho con todo este espectáculo porque tienen una herida muy grande de curar. En mi primera entrevista con él traté durante más de dos horas darle aliento y que pueda salir».