(AICA/InfoCatólica) El prelado japonés expresó que la vida de Takayama «puede servir como útil lección para la gente de hoy, y sobre todo para los japoneses. Él puso su fe sobre el deseo de éxito y salud, y esto significa mucho para quien vive en una sociedad altamente competitiva. Su coraje y su fe tuvieron la mejor parte sobre todas las cosas».
La Conferencia episcopal japonesa presentó en agosto de 2013 a la Congregación para las Causas de los santos, un informe de 400 páginas con los documentos necesarios para su causa de beatificación. Según el cardenal Amato, antes de diciembre de este año la Congregación dará una respuesta definitiva, mientras que el papa Francisco pronunciaría el decreto en el nuevo año. En febrero de 2015 se recordarán los 400 años de la muerte de Takayama en Filipinas.
Hay muchos santos japoneses (42 santos y 393 beatos, incluyendo misioneros europeos), pero son todos mártires que murieron en grupos en distintas persecuciones. Takayama Ukon es distinto porque es un laico, un político, un militar, que llegaría a los altares por la vía de sus virtudes heroicas, no del martirio.
El postulador de la causa, padre Kawamura, considera que este «daimio» (señor feudal) puede ser un modelo para los políticos actuales, porque vivió en un entorno hostil, de políticas siempre cambiantes, pero «nunca se dejó extraviar por los que le rodeaban y vivió una vida según su conciencia, de forma persistente, una vida adecuada para un santo, que sigue dando ejemplo a muchos hoy».
La noticia de la probable beatificación de Takayama refuerza la posibilidad de un viaje del Pontífice a Japón. De hecho en 2015, además de la beatificación del «Samurai de Cristo», la Iglesia japonesa festejará los 150 años del resurgir de los llamados «cristianos escondidos»: los «kakure krishitan», citados varias veces por Francisco como ejemplos de fe cristiana, sobrevivientes a la persecución, manteniendo firme la fe cristiana. El gobierno de Tokio y la Conferencia episcopal ya invitaron formalmente al Papa a visitar el Sol Naciente.
Takayama Ukon nació en el territorio que hoy corresponde a Osaka en 1552, de una familia noble con el título de «daimio», señores feudales con derecho a constituir un ejército y tener samurais a su servicio. Su padre abrazó la fe católica cuando Ukon tenía doce años, así que fue bautizado con el nombre de Justo. Muchos de su entorno se convirtieron siguiendo su ejemplo.
Cerca de final del siglo, Japón fue dominado por Toyotomi Hideyoshi, conocido como el segundo «gran unificador» del país, quien fue convencido de expulsar a los misioneros cristianos en 1587.
Mientras muchos señores renunciaron a la fe por la prohibición, Justo y su padre permanecieron fieles y perdieron sus territorios y sus honores. Durante varios años vivieron bajo la protección de señores amigos, pero la prohibición definitiva de la fe en 1614 lo llevó al exilio, liderando un grupo de 300 creyentes que navegaron hacia Filipinas.
En este país fue recibido por los misioneros jesuitas, pero sólo pudo vivir su fe libremente durante 40 días, tras los cuales murió por una enfermedad a la edad de 63 años. A su muerte recibió un funeral con los plenos honores militares que correspondían a su dignidad de daimio.
En una plaza de Manila se levanta una escultura que recuerda a Ukon Takayama, el «samurai de Dios», con la cruz en sus manos.
En Japón los católicos celebran peregrinaciones a los lugares en los que vivió, luchó y rezó. Como sucedió con Cristo y suele suceder con los santos cristianos, su mayores victorias las cosechará después de muerto.