(Fides/InfoCatólica) «Los Shabaab aún no han sido derrotados, y ante la ofensiva llevada a cabo por la AMISOM y las tropas somalíes podrían estar escondidos entre la población y luego recurrir al terrorismo. Para convencer a la gente de estar de la parte del Estado es necesario que esto traiga beneficios a las personas en términos de desarrollo económico y social, como escuelas y servicios sociales», dice a Fides Mons. Bertin.
Corrupción
«El problema no es tanto la falta de fondos, dado que los donantes internacionales, como la Unión Europea, llevan años contribuyendo financiariamente a los esfuerzos para estabilizar Somalia, sino la corrupción local que impide al dinero llegar a donde se necesita», continúa Mons. Bertin. «Por ejemplo, en varias ocasiones los soldados somalíes han vendido sus armas a los Shabaab, o incluso han entrado en sus filas. Esto se debe a que durante meses no recibían el salario que la UE si que pagaba regularmente, pero que se perdía en la administración burocrática dentro de Somalia; en la práctica, alguien en lo alto se apropiaba de estos fondos».
Inestabilidad en la zona
La inestabilidad de Somalia se suma a la de otros países vecinos, sobre todo el Yemen, en medio de una guerra civil que ya ha socavado gravemente las instituciones del Estado. Los flujos comerciales lícitos e ilícitos entre Somalia y Yemen son constantes, señalamos a Mons. Bertin que responde «En efecto, los flujos ilícitos alimentan la inestabilidad de los dos países, y las diversas facciones enfrentadas. Hay tráfico de armas, trata de personas y de khat, la droga tradicional de la región del Cuerno de África. Esta última se cultiva principalmente en Etiopía, Kenia y Yemen».
Llega mejor la droga que la ayuda humanitaria
En este sentido, Mons. Bertin señala que «en un país como Somalia, donde la ayuda humanitaria encuentra dificultades para llegar, los envíos de Khat no se detienen nunca. Hay 'aviones del Khat' que vuelan regularmente entre Mogadiscio y Kenia, que se utilizan como aviones de pasajeros en el camino de regreso a Nairobi, después de la entrega de la droga en Somalia. En algunas ocasiones son la única conexión entre Mogadiscio y el resto del mundo, como he podido constatar en persona».
Mons. Bertin concluye afirmando que «El khat es un problema social, incluso antes que un problema de salud. La gente gasta una parte importante de sus escasos ingresos para comprar su dosis, a expensas de las necesidades de su familia».