(ACI/InfoCatólica) En una entrevista concedida al Grupo ACI, el Obispo expresó que «en casi treinta años de ministerio, he aprendido que ningún sacerdote puede preparar adecuadamente a una pareja para el matrimonio en los meses que dispone antes de la boda. La preparación real para el matrimonio comienza en el hogar, con el testimonio de padres casados y amorosos «que abrazan la santa vocación a la vida familiar».
Aunque el deber del sacerdote con la pareja pronta a casarse por la Iglesia es ayudarlos a «abrazar el llamado del matrimonio» y «rechazar las mentiras del mundo sobre las falsas relaciones» como la anticoncepción, el divorcio, la cohabitación y el «matrimonio de prueba», el sacerdote dispone de unos pocos meses para hacerlo a diferencia de la familia que dispone de años.
La formación para ser un esposo y esposa fiel, así como la formación para cualquier vocación, comienza en el hogar donde al niño «se le enseñó a creer en un Dios misericordioso y digno de confianza».
El Obispo señaló que actualmente muchas personas provienen de hogares rotos donde ese amor no se entregó, lo que hace difícil para el sacerdote transmitir en un corto período de tiempo la importancia y la santidad del matrimonio antes de que la pareja se case. «Familias rotas engendran más familias rotas, matrimonios rotos engendran más matrimonio rotos», aseguró Mons. Conley.
El Sínodo de Obispos en Roma, que se realizará el próximo mes, se centrará en la familia. Últimamente, los medios de comunicación han prestado mucha atención a la situación de los católicos divorciados vueltos a casar.
Mons. Conley advirtió que el divorcio es un «síntoma de la cultura de muerte» y si queremos evitarlo la Iglesia deberá enfocarse en la vida familiar y la preparación para el matrimonio. «En resumen, si queremos superar la cultura de muerte, tenemos que hacerlo atacando el problema de raíz, es decir, permitir que Jesucristo cure a las familias».
Mons. Conley espera que el próximo Sínodo «pueda ayudar a las familias a encontrarse con Jesucristo» sin importar su situación y que pueda alentar a los pastores a examinar el matrimonio y la vida familiar «de forma tan seria como la Iglesia prepara a los jóvenes para el sacerdocio o para la vida consagrada».
«En cuanto a las familias rotas, es la Iglesia la que debe asumir gran parte de la responsabilidad en preparar a las parejas a abrazar la cruz de la vida matrimonial», observó el Obispo. Mons. Conley recordó las palabras que el Papa Francisco dirigió a las 20 parejas que contrajeron matrimonio la semana pasada en el Vaticano, que las familias son el «cimiento» que conforma la sociedad.