(Luis F. Pérez/InfoCatólica) Mons. Munilla ha tomado como guía el mensaje del papa Francisco:
«No cabe la menor duda de que hoy más que nunca, es necesario llevar la Iglesia a la gente, sin estar esperando a que la gente vaya a la Iglesia… Estamos ante una de las grandes convicciones del Papa Francisco, expresadas en Evangelii Gaudium: ¡Una iglesia en salida!»
A su vez, ha indicado lo que no puede significar dicho desafío pastoral:
«Traer la Iglesia a la gente» no puede ser sinónimo de asumir el pensamiento políticamente correcto de cada momento y lugar (que con frecuencia resulta ser éticamente incorrecto). Obviamente, para eso no necesitaríamos ser cristianos, bastaría con ser ciudadanos del mundo. Por lo demás, la experiencia nos ha mostrado repetidamente un hecho inexorable: una iglesia mundanizada suele ser mayoritariamente aplaudida por resultar complaciente; al mismo tiempo que es abandonada a posteriori por quienes la han aplaudido, por resultar innecesaria e insignificante».
Al contrario, el obispo ha mostrado cuál es el camino a seguir:
«En primer lugar, para ir afuera, hay que empezar por llegar adentro. Me explico: Si queremos llevar la Iglesia a la sociedad, es necesario que nosotros lleguemos al núcleo del misterio de la Iglesia, que profundicemos, sin quedarnos en la periferia. Me estoy refiriendo a un encuentro personal con Cristo, en la comunión de la Iglesia. Sin conversión personal y sin conocimiento profundo de la espiritualidad católica, la evocación de la Iglesia en salida quedará reducida a una mera imagen».
Tras asegurar que es necesaria también una conversión pastoral de la propia Iglesia, Mons. Munilla ha marcado las líneas por las que debe conducirse dicha actuación:
¡No tengamos miedo a la diversidad de los carismas bendecidos por la Iglesia, porque en ellos actúa la fuerza renovadora del Espíritu Santo! ¡No tengamos miedo a aprender de las experiencias de evangelización que se llevan a cabo en lugares lejanos, porque quienes en un tiempo llevamos la fe a tierras de misión, hoy necesitamos recibir esa fe! ¡No tengamos miedo a la precariedad y a la falta de medios económicos en nuestra Iglesia, porque la Providencia nos dará la gracia de purificarnos y de desprendernos de todo lo superfluo! ¡No tengamos miedo a la diversidad entre quienes conformamos la Iglesia, porque si nuestro corazón está anclado en la firme comunión con el Magisterio de la Iglesia, la diversidad será riqueza y no obstáculo! ¡No tengamos miedo a los cuestionamientos críticos, ni a la agresividad de los ambientes anticlericales, porque el Señor nos ha enseñado que la mansedumbre puede convertirse en nuestra respuesta más convincente! ¡Ni siquiera tengamos miedo a nuestra propia incapacidad, porque el Señor nos prometió que pondría en nuestros labios las palabras adecuadas a la hora de dar testimonio de nuestra fe ante el mundo!