(ACI/InfoCatólica) El Santo Padre saludó uno por uno a los líderes religiosos presentes, y conversó brevemente con cada uno de ellos.
Todos los líderes le presentaron un obsequio al Santo Padre que recibió de buen agrado y con el buen humor que lo caracteriza. El encuentro duró aproximadamente unos 15 minutos y al concluir, el Papa les dirigió unas breves palabras.
Primeramente les agradeció a todos «la gentileza de venir a saludarme» y afirmó que «la vida es un camino, un camino largo que no se puede caminar solo. Se tiene que caminar con los hermanos y en la presencia de Dios». «Les agradezco a ustedes este gesto de caminar juntos en la presencia de Dios, que fue lo que pidió Dios a Abraham». «Somos hermanos, nos reconocemos como hermanos y caminamos juntos. Qu Dios los bendiga y por favor les pido que recen por mí. Muchas gracias».
A continuación, se dirigió a la Catedral de Myeong-dong donde presidió la Misa por la paz y la reconciliación. Ahí aseguró que la ansiada unidad en la península coreana -dividida por la guerra-, y que parece imposible para los hombres, es algo «posible y fructífero mediante la fuerza infinita» de la Cruz de Cristo.
«Mi visita culmina con esta celebración de la Misa, en la que imploramos a Dios la gracia de la paz y de la reconciliación. Esta oración tiene una resonancia especial en la península coreana. La Misa de hoy es sobre todo y principalmente una oración por la reconciliación en esta familia coreana», afirmó el Santo Padre ante las más de mil personas reunidas en la Catedral.
En su homilía, Francisco recordó la promesa de Dios al pueblo de Israel de restaurarle la unidad y la prosperidad. «Esta promesa nos llena de esperanza: apunta a un futuro que Dios está preparando ya para nosotros», aseguró a los coreanos, entre los cuales estaban cinco refugiados y otras 30 personas -entre sacerdotes, religiosas y laicos- originarios de Corea del Norte, así como siete mujeres que durante la Segunda Guerra Mundial fueron obligadas a prostituirse por el ejército japonés.
«Por otra parte –añadió el Papa-, esta promesa va inseparablemente unida a un mandamiento: el mandamiento de volver a Dios y obedecer de todo corazón a su ley. El don divino de la reconciliación, de la unidad y de la paz está íntimamente relacionado con la gracia de la conversión, una transformación del corazón que puede cambiar el curso de nuestra vida y de nuestra historia, como personas y como pueblo».
Asimismo, indicó, «Jesús nos pide que creamos que el perdón es la puerta que conduce a la reconciliación. Diciéndonos que perdonemos a nuestros hermanos sin reservas, nos pide algo totalmente radical, pero también nos da la gracia para hacerlo».
«Lo que desde un punto de vista humano parece imposible, irrealizable y, quizás, hasta inaceptable, Jesús lo hace posible y fructífero mediante la fuerza infinita de su cruz. La cruz de Cristo revela el poder de Dios que supera toda división, sana cualquier herida y restablece los lazos originarios del amor fraterno», afirmó.
En ese sentido, llamó a los coreanos, especialmente a los católicos, a preguntarse «cómo es su contribución a la construcción de una sociedad justa y humana», como individuos y como comunidad. Cristo, afirmó, les pide dar «testimonio de un compromiso evangélico en favor de los más desfavorecidos, los marginados, cuantos carecen de trabajo o no participan de la prosperidad de la mayoría».
«Les pide, como cristianos y como coreanos, rechazar con firmeza una mentalidad fundada en la sospecha, en la confrontación y la rivalidad, y promover, en cambio, una cultura modelada por las enseñanzas del Evangelio y los más nobles valores tradicionales del pueblo coreano».
«Este es el mensaje que les dejo como conclusión de mi visita a Corea. Tengan confianza en la fuerza de la cruz de Cristo», expresó Francisco, que también les pidió a los fieles ser levadura del Reino de Dios en la península, colaborando en «espíritu de amistad y colaboración con otros cristianos, con los seguidores de otras religiones y con todos los hombres y mujeres de buena voluntad».
«Recemos para que surjan nuevas oportunidades de diálogo, de encuentro, para que se superen las diferencias», invitó el Papa, «para que se extienda cada vez más la convicción de que todos los coreanos son hermanos y hermanas, miembros de una única familia, de un solo pueblo». Homilía del Papa en la Misa por la paz y reconciliación de Corea.
A las 12:30 (hora local) aproximadamente el Papa Francisco llegó al aeropuerto de Gimpo para la ceremonia de despedida con la que concluyó su primer e histórico viaje a Corea del Sur, el primer país de Asia al que ha viajado en su pontificado. En la ceremonia, a la que asistieron diversas autoridades civiles lideradas por el Primer Ministro de Corea del Sur, Jung Hong-won, también estuvieron presentes los obispos del país.