(Congreso Benedictino/InfoCatólica) Ponentes de universidades nacionales y extranjeras han acometido esta actividad académica, que «podrá tener continuidad en próximos años», según adelantó el abad del monasterio del Valle de los Caídos Anselmo Álvarez Navarrete, una de las entidades organizadoras junto a la Fundación Foro san Benito de Europa.
Con el título «La Iglesia en Europa al inicio del tercer milenio», el cardenal Rouco recordó el «Europa, sé tú misma» de Juan Pablo II para sustentar, en el ahora santo, la nueva evangelización del continente, y se preguntaba «qué hubiera sido de Europa si no hubiera existido» el papa polaco al considerar el panorama actual, «donde se ha agravado la secularización apuntada en los años 70».
En este sentido, argumentó en la crisis económica, el paro de mayores y jóvenes y el «triunfo de una economía de mercado sin apenas restricciones», como aspectos problemáticos en el ámbito social y la permisividad para el aborto, la eutanasia dentro del área ético-moral. Aludió también a la crisis familiar que vive Europa, el envejecimiento de la población por la caída de la natalidad, como otros «factores preocupantes».
Dios excluido de la sociedad
Se refirió también al «triunfo de la dictadura del relativismo» y a la «cultura inmanentista» que excluyen a Dios del ordenamiento jurídico, de la política y de las manifestaciones artísticas. Actualmente, «Bernanos y Unamunos hay pocos, si los hubiera –apostilló- compraríamos sus libros actualmente». Si echaba en falta a creadores cristianos en estas disciplinas, no olvidaba otras, porque «¿qué tiene que ver Dios con la banca, las multinacionales, las movidas de los grandes encuentros musicales?», se preguntaba.
Como aspectos positivos actuales, destacó la Unión Europea, el desarrollo político social de los Estados, la interconexión entre los ciudadanos europeos y la trasmisión del conocimiento. En este último aspecto, ejemplificó las becas Erasmus para los estudiantes, «que no existían cuando estuve en Alemania en los sesenta», recordó.
Valoró la labor de los últimos Papas a la hora de mover a la evangelización del continente y en la aplicación del Concilio Vaticano II. Con sus diferencias y complementariedades, recordó los escritos, encíclicas, convocatorias de las jornadas mundiales de la juventud por parte de Juan Pablo II, el gran aporte intelectual de Benedicto XVI y la insistencia de Francisco para recordar las carencias materiales y espirituales actuales, «con una expresividad –manifestó- que no había visto antes en documentos vaticanos».
«Una sociedad trastornada»
Entre los ponentes del Congreso, en el que han asistido más de 120 personas, entre religiosos y laicos de distintos lugares nacionales y extranjeros, tuvo protagonismo principal el abad del monasterio del Valle de los Caídos, Anselmo Álvarez Navarrete, quien inauguró la actividad. En su intervención, criticó el momento porque «el hombre europeo ha roto la unidad de la conciencia humana entre todas las entidades fundamentales: naturaleza y espíritu, ciencia y fe, ética y libertad, razón y religión, conocimiento humano y revelación, ser y deber ser, el hombre y Dios».
No obstante, el que es desde 1958 regidor de los benedictinos del Valle de los Caídos aludió a que «la tarea más urgente del pensamiento actual debiera ser la crítica de la modernidad, a la vez que la recreación de cuanto constituye los pilares de la genuina concepción de Europa (…) Solo la reposición de un pensamiento modelado por el Evangelio, podrá reintegrar a sí misma a una sociedad radicalmente trastornada (…). El rapto de Europa ha sido el de su cultura original vigente durante siglos, el de su espíritu y su tradición».
«Captar la semilla de verdad que hay en cada cultura»
La alusión a la búsqueda de Dios impresa en cada hombre del cardenal Rouco, tuvo su prolegómeno a primera hora de la mañana de la tercera jornada de este evento a cargo de Melchor Sánchez de Toca, responsable del Consejo Pontificio para la Cultura, quien subrayó la conveniencia de nuestra época, porque «estos tiempos son los que Dios nos ha dado para amar a los hombres y para los que estamos llamados a captar la semilla de verdad que hay en cada cultura».
Desplegó un elenco de manifestaciones de intelectuales y de adelantos en ciencias aplicadas y en nuevas tecnologías, que refrendan que el mundo vive situaciones impredecibles, que producen miedo en los países ricos sobre su futuro, marcado, entre otros, por la inmigración, abordada ésta «con la construcción de muros más altos, cuando está más que demostrado que son inútiles porque ningún muro ha impedido superarlo al hombre». Se refirió al apetito consumista de las nuevas potencias económicas, como China, la India, Brasil México; analizó el resentimiento de los países islámicos, «que no se sienten ni queridos ni aceptados y que culpan a Occidente de sus males», que trocan su malestar en luchas internas y terrorismo; y la existencia de lo que el Papa Francisco denomina los «países descartados» que viven su pobreza sin encontrar ayuda para su mejora.
Estos retos, así como la implantación de los adelantos biónicos y de las nuevas tecnologías, «supondrán ventajas e inconvenientes», afirmó, pero «es el mundo que nos ha tocado vivir», en el que Dios nos hace madurar. A quienes dicen que «tiempos pasados fueron mejores es porque no los han vivido», ya que esa cantinela ha sido recurrente siempre para todas las generaciones. «Hay razones suficientes para vivir y razones para esperar», concluyó.