(La Nación/InfoCatolica) Miembro del denominado G 9, el grupo de nueve cardenales que asesoran al Papa, Pell fue nombrado en febrero pasado prefecto de la Secretaría de Economía, el nuevo «superministerio» que puso bajo su control el manejo de toda la actividad económica de la Santa Sede, incluso el controvertido IOR (conocido como el banco vaticano). «La ambición es que el Vaticano se convierta en un modelo de management financiero y ya no en causa alguna de escándalos», dijo Pell.
Pell lanzó esa declaración sin pelos en la lengua, el miércoles pasado, en una atestadísima conferencia de prensa en la que presentó a la nueva dirigencia del IOR (el banco del Vaticano) y su programa de reformas.
En una entrevista exclusiva con LA NACION, el cardenal -de 73 años y vestido de simple clergyman, nada de colores púrpura y con un estilo directo y claro, así como sentido del humor- confirmó los cambios que ya se están operando.
El cardenal Pell reveló además que Francisco le pidió que, en el marco de la reforma para dotar de transparencia, coordinación y eficiencia la gestión económica del Vaticano, no haya despidos entre los cerca de 5000 empleados del pequeño Estado.
Usted dijo que en las reuniones anteriores al cónclave que eligió a Francisco, los cardenales hablaron de una necesidad urgente de reforma de las finanzas del Vaticano. ¿El Papa sigue de cerca este proceso?
Sí, él está muy interesado en las reformas. Está totalmente comprometido en que se adopten las mejores prácticas. Lo veo cada dos semanas y puedo reunirme con él cuando lo necesito. Entiende mucho de economía por su experiencia como arzobispo de Buenos Aires, que demuestra que sabe de qué estamos hablando.
¿Qué importancia tiene Francisco en toda esta revolución que usted está haciendo en las finanzas del Vaticano?
No es una revolución, son pequeños cambios...
¿Qué importancia tiene el estilo de vida de Francisco, su austeridad, su deseo de una Iglesia pobre para los pobres, de que los curas no usen autos de lujo, etcétera. ¿Cómo impacta todo esto en los cambios que usted está intentando llevar a cabo?
Bueno, me parece que es un tema distinto. Creo que es un tema lindo, maravilloso. Pero él es de una orden religiosa, hizo votos de pobreza. La mayoría del clero no hace votos de pobreza. No tenemos que causar escándalo, pero no tenemos que vivir como los más pobres de los pobres. Pero el hecho de que el Papa haya tomado su voto de pobreza muy seriamente es un ejemplo maravilloso. Algunos ahora han dicho que como el Papa vive de un modo muy simple no debería estar interesado en cuestiones financieras, pero no es así. Tiene el deber de asegurar que nadie nos esté robando, que el dinero no sea derrochado y que el patrimonio de la Iglesia no sea disipado o mal usado.
¿Podríamos decir que para ponerle fin a una era de escándalos en las finanzas del Vaticano, dos personas del fin del mundo, como usted y el papa Francisco, de Australia y la Argentina, tuvieron que llegar al Vaticano?
Así lo ha querido la Providencia. Y debo ser muy cuidadoso al decir esto, pero es más fácil para alguien de afuera de Italia reformar las finanzas aquí, que para alguien de adentro de Italia...
¿Usted se siente un outsider?
No. Estudié en Roma, y estuve viniendo tres, cuatro, cinco veces por año durante los últimos veinte años. Me siento en casa acá. No, no me siento un outsider.
¿Hace dos años se habría imaginado que se convertiría en el hombre que pondría en orden las finanzas del Vaticano?
¡Ni es mis sueños más salvajes!
Es evidente que usted tiene un carácter fuerte y determinado. Pero ¿no siente algún tipo de temor, visto que ahora está en una posición en la que inevitablemente toca muchísimos intereses?
Creo que la situación básica en el Vaticano llegó a limpiarse hace unos años. Creo que las acusaciones de actividades ilegales -si es que las hubo-, desde hace al menos unos años ya no son creíbles.
¿Quiere decir que la limpieza y los controles comenzaron en el pontificado de Benedicto XVI?
Sí. Seguramente bajo el papa Benedicto hubo intentos de corregir y mejorar las cosas. Seguro.
En la conferencia de prensa del miércoles pasado, usted dijo que su ambición es que el Vaticano se convierta en un modelo de gestión financiera, en vez de que en causa de escándalos. ¿Cuál es la gran ruptura con el pasado?
Ante todo, hay expertos de primer nivel involucrados, internacionales y laicos, con derecho a voto. Ésta es una novedad significativa. Otra novedad es tener no sólo un sistema de frenos y balances, sino un enfoque de autoridad múltiple: la Secretaría de Economía ya no está bajo la Secretaría de Estado, lo cual es un gran cambio. El Consejo de Economía está a cargo de la Secretaría de Economía, no de un órgano consultor, lo cual también es un cambio. Es decir, ya no va a ser como antes, que tres o cuatro personas manejaban todo... ¡Ni una persona sola!
Los italianos se sienten ahora desplazados, que ya no están en la gestión de las finanzas del Vaticano. Y uno oye algunas voces que dicen que se están creando demasiadas comisiones y que con todas estas comisiones, al final hay confusión... ¿Qué respondería ante estas críticas?
La prueba de la torta es cuando, salida del horno, se come. Esperemos y veremos. Seguramente el objetivo es tener una mejor coordinación, transparencia y eficiencia en las finanzas vaticanas, no confusión ni control de parte de pocos.
Muchas personas aquí, en el Vaticano, se sienten muy inseguras, temen perder su puesto de trabajo. Se sabe que hay demasiados empleados en algunas secciones, más de los necesarios. ¿Pueden esperarse despidos con las reformas que se vienen?
¡No! El Santo Padre dijo muy claramente que no quiere eso, no quiere que haya gente despedida. Pero puede haber reentrenamiento, cambios de posición, cambios naturales, quizás ofreceremos paquetes de retiro anticipado, incentivos financieros para que las personas se retiren antes. Pero va a ser hecho lentamente, con sensibilidad, con respeto a la gente.
¿Dónde y cuándo aprendió a ser tan hábil en las finanzas?
Aprendí de finanzas sobre el terreno. Estuve en la gestión de instituciones de la Iglesia durante cuarenta años con mucha gente muy experta, así que aprendí sobre el terreno. Y le cuento un pequeño detalle interesante: es una ironía que cuando yo fui estudiante senior, aquí, en Roma, fui puesto a cargo de la librería del Colegio de Propaganda Fide, que estaba en bancarrota y estaba siendo boicoteado por 30 editoriales porque no podían pagar sus deudas. Y rápidamente di vuelta la situación, simplemente dejando de comprar libros que nadie ordenaba. ¡Tenía 25 libros sobre musgo (en inglés, «mosses») porque la persona que los había comprado pensaba que eran sobre Moisés (en inglés, «Moses»)! Es interesante e irónico que tuviera ese cargo entonces, y ahora en un escenario un poco distinto, tengo un cargo similar...