(InfoCatólica) El obispo de Ávila constata que «son muchas personas las que intentan rehacer su vida con un nuevo matrimonio. Buscan una compañía, a cuyo lado puedan recuperar la alegría, pretenden una segunda oportunidad. Cuando esto sucede, si son cristianos, recuerdan las palabras de Jesús: «Si uno repudia a su mujer y se casa con otra, comete adulterio contra la primera. Y si ella repudia a su marido y se casa con otro, comete adulterio» (Mc 10, 11-12)».
Es por ello que, afirma, «un católico divorciado que se vuelve a casar es infiel a aquella unión que asumió ante Dios de una vez para siempre. Su nueva vida es moralmente irregular. Su nuevo estado contradice lo que el matrimonio significa: la unión entre Cristo y la Iglesia. Esa unión se actualiza de modo eminente en la Eucaristía. Por eso, los divorciados vueltos a casar no pueden comulgar. Aparece entonces un nuevo sufrimiento para la persona afectada: las consecuencias que el pecado lleva consigo».
La Iglesia acompaña a los pecadores
Tras recordar el Magisterio sobre la cuestión, el prelado asegura que «la Iglesia siente el dolor de estas personas y las acompaña con su afecto y su oración. Todo sufrimiento puede ser ofrecido a Cristo como una participación en su sacrificio redentor y, de este modo, se convierte en camino de salvación».
El oispo de Ávila considera fundamental que se muestre «a los jóvenes que existe un amor sin límites y que es posible una entrega total para toda la vida. La familia es hermosa porque se funda en el amor de Dios, del que todos podemos participar».
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«Eucaristía y divorciados», por Mons. Jesús García Burillo