30 de abril de 2014
Palabras de apertura
Por el cardenal Gerhard Müller
Estoy feliz de dar la bienvenida, una vez más, a la Presidencia de la LCWR en su visita a Roma y a la Congregación. Resulta especialmente apropiado que su visita coincida con la canonización del Papa Juan Pablo II y del Papa Juan XXIII, dos grandes figuras tan importantes para la Iglesia en nuestro tiempo. Agradezco también la presencia y participación del Delegado para la realización de la Evaluación Doctrinal de la LCWR, el Arzobispo Mons. Peter Sartain.
Como en las reuniones anteriores, me gustaría empezar por realizar algunas observaciones introductorias, como una forma útil de enmarcar nuestra discusión.
En primer lugar, me gustaría reconocer y agradecer el progreso que se ha logrado en la realización de la Evaluación Doctrinal. Mons. Sartain ha mantenido informada a la Congregación sobre el trabajo de revisión de los Estatutos de la LCWR y su reglamento civil. Estamos contentos de ver que el trabajo continúa y seguimos particularmente interesados en que estos documentos fundacionales reflejen de manera más explícita la misión de una Conferencia de Superioras Mayores como organismo centrado en Jesucristo y cimentado en la enseñanza de la Iglesia sobre la vida consagrada. Les agradezco esta colaboración.
Me gustaría ofrecer otros dos comentarios introductorios para enmarcar lo que se podrían llamar objeciones a la Evaluación Doctrinal planteadas por sus predecesoras durante las reuniones anteriores aquí en la Congregación y en las declaraciones públicas de los miembros directivos de la LCWR. Somos conscientes de que, desde el principio, la dirección de la LCWR consideró que la Evaluación Doctrinal era «defectuosa y con conclusiones basadas en acusaciones sin fundamento» y que las denominadas «sanciones» eran «desproporcionadas en relación con los problemas planteados y ponían en peligro la capacidad de la organización para cumplir su misión». Observo que esta objeción principal se repite de nuevo en el prefacio de la recopilación de discursos de la Presidencia de la LCWR que acaba de publicarse. Al discutir estas cosas con franqueza y abiertamente con ustedes, deseo ofrecerles una explicación de por qué creemos que las conclusiones de la Evaluación Doctrinal son adecuadas y que el camino de reforma que presenta a la LCWR sigue siendo necesario para que la vida religiosa pueda continuar prosperando en los Estados Unidos.
Permítanme comenzar con la noción de «sanciones desproporcionadas». Uno de los aspectos más polémicos del mandato, aunque aún no se ha puesto en vigor, es la estipulación de que los oradores y presentadores de los principales programas estarán sujetos a la aprobación del Delegado. Esta estipulación se ha interpretado como una injerencia y una imposición en las actividades cotidianas de la Conferencia. Por su parte, la Santa Sede no entiende esto como una «sanción», sino más bien como un punto de diálogo y discernimiento. Permite que el Delegado de la Santa Sede participe en la discusión, ante todo con el fin de evitar situaciones difíciles y embarazosas si los conferenciantes utilizasen un foro de la LCWR para defender posturas en desacuerdo con las enseñanzas de la Iglesia. Además, esto se entiende como una ayuda para ustedes, en la Presidencia, con el fin de prever mejor los problemas que podrían complicar aún más la relación de la LCWR con la Santa Sede.
Un ejemplo podría ayudarnos en este momento. Me entristece enterarme de que ustedes han decidido conceder el Premio al Liderazgo Extraordinario durante la Asamblea de este año a una teóloga criticada por los Obispos de los Estados Unidos debido a la gravedad de los errores doctrinales en sus escritos. Es una decisión que será vista como una provocación abierta contra la Santa Sede y la Evaluación Doctrinal. No sólo eso, sino que aleja aún más a la LCWR de los Obispos.
Me doy cuenta de que estoy hablando con bastante franqueza sobre este asunto, pero lo hago sabiendo que no hay ninguna otra forma de interpretar la decisión de otorgar este premio, ni dentro ni fuera de la Iglesia. Tengo entendido que Mons. Sartain fue informado de la selección de la homenajeada sólo después de que se tomó la decisión. Si hubiera estado involucrado en la conversación como establece el Mandato, estoy seguro de que habría añadido un elemento importante para la decisión, que luego podría luego haber sido diferente. Esta decisión adoptada por la LCWR durante la aplicación de la Evaluación Doctrinal es ciertamente lamentable y demuestra claramente la necesidad de la estipulación en el Mandato de que los oradores y presentadores de los principales programas estén sujetos a la aprobación del Delegado. Por lo tanto, debo informarles de que esta disposición se considerará plenamente en vigor. Entiendo que la selección de los homenajeados es el resultado de un proceso, pero este caso sugiere que el proceso en sí mismo necesita ser revisado. También entiendo que los planes para la Asamblea de este año ya están en una fase muy avanzada y no veo la necesidad de interrumpirlos. Sin embargo, después de la Asamblea de agosto, la Santa Sede confía en que Mons. Sartain tendrá un papel activo en la discusión sobre los oradores invitados y los homenajeados.
Permítanme referirme a una segunda objeción, a saber, que las conclusiones de la Evaluación Doctrinal son infundadas. La frase de la Evaluación Doctrinal que suele citarse como una extralimitación o una afirmación infundada es aquella en la que se habla de un movimiento religioso más allá de la Iglesia, o incluso más allá de Jesús. Sí, es un lenguaje duro y me imagino que resonó de forma áspera en los oídos de miles de religiosas fieles a la Iglesia. Lo siento mucho, porque lo último que querría la Congregación es poner en entredicho el elocuente e incluso el profético testimonio de tantas religiosas fieles. Sin embargo, las cuestiones planteadas en la Evaluación son tan esenciales y fundamentales que no hay otra forma de considerarlas más que como un movimiento que se aleja del centro eclesial de la fe en Cristo Jesús, el Señor.
Durante los últimos años, la Congregación ha seguido con creciente preocupación la focalización de la atención dentro de la LCWR en torno al concepto de la Evolución Consciente. Desde que Barbara Marx Hubbard se dirigió a la Asamblea sobre este tema hace dos años, todos los números de su boletín de noticias ha discutido Evolución Consciente de alguna manera. Números enteros de la revista Occasional Papers se han dedicado a ella. Incluso hemos visto cómo algunos institutos religiosos modificaban sus declaraciones de intenciones fundamentales para incorporar conceptos y términos no desarrollados pertenecientes a la Evolución Consciente.
Una vez más, pido disculpas si esto les parece excesivamente contundente, pero lo que tengo que decir es demasiado importante como para envolverlo en un lenguaje florido. Las tesis fundamentales de la Evolución Consciente se oponen a la revelación cristiana y, cuando se toman irreflexivamente, conducen casi necesariamente a errores fundamentales con respecto a la omnipotencia de Dios, la Encarnación de Cristo, la realidad del pecado original, la necesidad de la salvación y el carácter definitivo de la acción salvífica de Cristo en el misterio pascual.
Mi preocupación es si un enfoque tan intenso en nuevas ideas como la Evolución Consciente ha privado a las religiosas de la capacidad de sentire cum Ecclesia verdaderamente. Para expresarlo en forma de pregunta, ¿las numerosas religiosas que han escuchado conferencias sobre la Evolución Consciente o que han leído elaboraciones sobre la misma perciben siquiera las divergencias con respecto a la fe cristiana que se encuentran en ella?
Esta preocupación va aún más allá de la crítica que hizo la Evaluación del Doctrinal de la LCWR por no proporcionar un punto de vista alternativo durante las presentaciones y Asambleas, cuando los oradores se apartan de enseñanza de la Iglesia. La Evaluación se refiere a los errores positivos de doctrina vistos a la luz de la responsabilidad de la LCWR de apoyar una visión de la vida religiosa en armonía con la de la Iglesia y de promover una base doctrinal sólida para la vida religiosa. Me temo que la aceptación acrítica de cosas como la Evolución Consciente, aparentemente sin ninguna conciencia de que ofrece una visión de Dios, del cosmos, y de la persona humana que diverge o se opone a la Revelación, es una prueba de que ya se ha producido de hecho un movimiento más allá de la Iglesia y de la auténtica fe cristiana.
No creo que esté exagerando si digo que las ideas futuristas presentadas por los defensores de la Evolución Consciente en realidad no son nuevas. La tradición gnóstica está llena de afirmaciones similares y hemos visto una y otra vez en la historia de la Iglesia los resultados trágicos de probar este fruto amargo. La Evolución Consciente no ofrece nada que pueda nutrir la vida religiosa como un testimonio particular y profético enraizado en Cristo, que revela el amor divino a un mundo herido. No presenta el tesoro que no tiene precio, por el que las nuevas generaciones de jóvenes dejarán todo para seguir a Cristo. ¡Pero el Evangelio sí! ¡Y el servicio desinteresado a los pobres y marginados en el nombre de Jesucristo también!
En este contexto, podemos entender los comentarios del Papa de Francisco a la Asamblea Plenaria de la Unión Internacional de Superioras Generales, en mayo de 2013. Lo que propone el Santo Padre es una visión de la vida religiosa y en particular del papel de las conferencias de superiores mayores que, en muchos aspectos, es una articulación positiva de cuestiones que se incluyen en la Evaluación Doctrinal. Les insto a que vuelvan a leer las declaraciones del Santo Padre y a que las conviertan en tema de diálogo con los miembros de su Junta Directiva.
He planteado varios puntos en estos comentarios, así que voy a parar aquí. Tengo una deuda incalculable con las religiosas, que han formado parte de mi vida durante mucho tiempo. Ellas fueron las que me inculcaron el amor por el Señor y por la Iglesia y me animaron a seguir la vocación a la que el Señor me estaba llamando. Por tanto, las cosas que he dicho hoy nacen de un gran amor. La Santa Sede y la Congregación para la Doctrina de la Fe desean sinceramente que la vida religiosa prospere y que la LCWR sea un instrumento eficaz de apoyo para su crecimiento. Al final, lo importante es esto: la Santa Sede considera que la vitalidad carismática de la vida religiosa sólo puede florecer dentro de la fe eclesial de la Iglesia. La LCWR, como una entidad canónica dependiente de la Santa Sede, tiene una grave obligación de promover esa fe como el fundamento esencial de la vida religiosa. El estatus canónico y la visión eclesial van de la mano y , en esta fase de la aplicación de la Evaluación Doctrinal, estamos buscando una expresión más clara de esa visión eclesial y signos más sustanciales de colaboración.
Traducido del inglés original por InfoCatólica