(Los Andes) La asamblea tendrá lugar en la casa de ejercicios espirituales El Cenáculo-La Montonera, de Pilar. Las sesiones comenzarán a las 19.30 con un misa presidida por el prelado santafesino y un «intercambio de ideas, inquietudes e iniciativas» sobre la actualidad religiosa y social de la Argentina, que puede derivar en la redacción de un documento o declaración sobre temas de coyuntura.
Fuentes eclesiásticas dijeron que los obispos «no evitarán» en ese contexto compartir opiniones sobre el avance «sin control» del narcotráfico y las drogas, tema de preocupación permanente en la Iglesia.
Además, evaluarán las recientes estadísticas de la Universidad Católica Argentina (UCA) sobre la pobreza, que ubicó en el 27,5 por ciento, y que tanto irritaron al Gobierno tras no informar el INDEC estos datos oficialmente.
«No podemos acostumbrarnos a convivir con el delito de la droga y la violencia, y menos ser indiferentes», dijo ayer el monseñor Arancedo, al referirse a estas realidades y a modo de anticipo de los temas que discutirá el plenario episcopal.
Reforma de los códigos Penal y Civil
El centenar de obispos continuará, además, con el seguimiento de los proyectos de reforma de los códigos Penal y Civil, este último con posibles cambios en puntos sensibles para la Iglesia como el aborto, la fecundación postmortem y el alquiler de vientres.
Asimismo, trabajará sobre las respuestas a la consulta del papa Francisco para el Sínodo extraordinario de la Familia en 2014. En ese cuestionario, el pontífice argentino formula 38 interrogantes a los obispos del mundo sobre «problemáticas inéditas» para la institución familiar como la difusión de las parejas «de hecho», las uniones entre personas del mismo sexo «a las que no pocas veces se consiente la adopción de hijos», los matrimonios mixtos o interreligiosos, la familia monoparental y la difusión del fenómeno de la «renta de úteros».
Los obispos también dedicarán buena parte de las deliberaciones a trabajar sobre la base del discurso que el Papa pronunció en su visita a Río a los miembros del Consejo Episcopal para América Latina y el Caribe (CELAM), en el que exhortó a encarar una «pastoral de la misericordia» y a no caer en «la tentación» de la ideologización del evangelio, además de llamarlos a ser «hombres que amen la pobreza» sin «psicología de príncipes» ni «ambiciosos».