(ACI/InfoCatólica) «Comienza el mes de mayo con la fiesta de san José obrero, que santifica el día del trabajo», afirmó Mons. Fernández; un trabajo que «ha sido santificado por Jesucristo» y que es una «colaboración con Dios en la obra de la creación y de la redención».
«Hacer un mundo mejor, ayudando a los demás y dando gloria a Dios son los objetivos del trabajo humano», precisó Mons. Fernández, ya que el trabajo es cauce de expresión y desarrollo de la persona, «que llega a su plenitud en el esfuerzo de cada día, colaborando en la obra de Dios» y que «es lugar de encuentro, de relaciones humanas, de concordia y en donde se fragua la paz social».
En ese sentido, el Obispo advirtió que la falta de trabajo constituye un problema grave para la vida social. Indicó que la provincia de Córdoba es la que tiene la tasa más alta de desempleo, y en relación con los jóvenes alcanza cifras alarmantes.
«No hay lugar para los jóvenes, les hemos cerrado las puertas del futuro, como fruto del egoísmo de los mayores. El trabajo se ha convertido en el centro de la cuestión social», expresó.
Por ello, pidió a empresarios, trabajadores, autoridades, sindicatos y colectivos sociales que «hagan un esfuerzo para reactivar la economía, de manera que se abra el horizonte de la esperanza de un trabajo digno para tantas personas que hoy no lo tienen».
Ante esta difícil situación, el Obispo aseguró que «el que confía en el Señor, acude a la ayuda divina para alcanzar esta gracia, que Dios quiere para todos» y por eso propone a San José «como especial protector de este mundo del trabajo».
Mes de Mayo, lleno de flores y frutos
Comienza el mes de mayo con la fiesta de san José obrero, que santifica el día del trabajo. El trabajo humano ha sido santificado por Jesucristo, que «trabajó con manos de hombre, pensó con inteligencia de hombre, obró con voluntad de hombre, amó con corazón de hombre» (GS 22). El trabajo humano es colaboración con Dios en la obra de la creación y de la redención. Hacer un mundo mejor, ayudando a los demás y dando gloria a Dios, son los objetivos del trabajo humano. El trabajo es cauce de expresión y desarrollo de la persona, que llega a su plenitud en el esfuerzo de cada día, colaborando en la obra de Dios. El trabajo es lugar de encuentro, de relaciones humanas, de concordia. En el trabajo se fragua la paz social.
¿Y cuando no hay trabajo? La falta de trabajo constituye un problema grave para la vida social de un pueblo. Nuestra provincia tiene la tasa más alta de desempleo, y en relación con los jóvenes alcanza cifras alarmantes. No hay lugar para los jóvenes, les hemos cerrado las puertas del futuro, como fruto del egoísmo de los mayores. El trabajo se ha convertido en el centro de la cuestión social. Empresarios, trabajadores, autoridades, sindicatos, colectivos sociales, todos han de hacer un esfuerzo para reactivar la economía, de manera que se abra el horizonte de la esperanza de un trabajo digno para tantas personas que hoy no lo tienen. El que confía en el Señor, acude a la ayuda divina para alcanzar esta gracia, que Dios quiere para todos. San José se nos presenta como especial protector de este mundo del trabajo, y a su poderosa protección nos encomendamos.
Mayo es también el mes de las flores, el mes de María. En nuestras latitudes es el mes de la primavera florida y de los primeros frutos de la temporada. Comenzamos con la fiesta de las Cruces de mayo, que quieren recordarnos a todos la alegría de la redención de Cristo, brotando de la cruz. En la cruz, Jesucristo nos ha reconciliado con Dios y con los hermanos. Esa cruz, regada por la sangre de Cristo, ha florecido en frutos de santidad en el corazón de tantas personas, que abrazan con esperanza la cruz de cada día. ¡Oh cruz santa, esperanza del mundo, desde la cual nos llega la salvación al mundo entero! De la cruz ha salido victorioso Jesucristo con su gloriosa resurrección.
A lo largo de este mes, miles de niños y niñas se acercan a la primera comunión. ¿Qué les dirá Jesús? Jesús viene a decirles que los ama, que quiere ser amigo suyo para siempre. Y cuántos niños/as lo entienden ya desde esta edad temprana. Para muchos será una experiencia intensa del amor de Jesús. Procuremos no distraer de este objetivo el corazón de los niños, que entienden con más facilidad este amor y comienzan a corresponderle. Que la primera comunión no sea el final, sino el comienzo de una amistad y de una relación con Dios que le lleve a cada uno a la santidad. La familia es factor fundamental, y a eso ayuda la parroquia y la escuela.
Otros, ya más crecidos, reciben el sacramento de la confirmación, como la plenitud del Espíritu Santo, que los unge en el alma para hacerles gustar los dones de Dios, que los fortalece para ser testigos de Cristo en el mundo, que los confirma en la fe recibida en el bautismo. La confirmación completa el bautismo e inserta en la vida de la Iglesia al cristiano. Transformar el mundo, consagrarlo a Dios, hacer de este mundo un lugar habitable para todos, son frutos de la confirmación, que hemos de pedir para los confirmados.
Que no pase este mes de mayo sin renovar nuestra consagración a María, la virgen y madre. Que gocemos de tenerla como madre y le ofrezcamos a ella las mejores flores de nuestro jardín, los mejores frutos de nuestra vida. Es el mes de mayo, es el mes de las flores, es el mes de María. Con flores a María, desgranemos las cuentas del rosario, esa oración contemplativa que tanto bien hace al mundo. Mes de mayo, con sus mejores flores y frutos.
Recibid mi afecto y mi bendición:
Demetrio Fernández