(EP) En una audiencia privada en la Sala Clementina del Palacio Apostólico, Francisco ha puesto de manifiesto que no hay ninguna enfermedad o sufrimiento físico en la que no se pueda reconocer el valor sagrado de la vida y el signo de la Pasión de Cristo, «que empuja a curar al que sufre con amor» y a defender «su dignidad».
La Pasión de Cristo, la mejor escuela
El Pontífice ha aconsejado a los que se quieren dedicar al servicio de los enfermos y de los que sufren que tomen como ejemplo La Pasión de Jesús porque es «la escuela más grande».
Así, les ha pedido que siempre se acuerden de «la carne de Cristo» porque está presente «en los pobres, en los que sufren, en los niños, en los indeseados, en las personas con discapacidad física o psíquica, en los ancianos».
En el discurso dirigido al Dicasterio de los operadores sanitarios, el Papa ha sostenido que la experiencia del Calvario da sentido incluso a la enfermedad humana más grave porque en Dios «el dolor humano, la angustia, el sufrimiento», ha sido asumido por amor, por voluntad de estar cerca de nosotros, estar con nosotros.
«En el sufrimiento, jamás se está sólo porque Dios con su amor misericordioso por el hombre y por el mundo abraza también las situaciones más inhumanas en las que la imagen del Creador presente en cada persona aparece ofuscada o desfigurada», ha agregado.
Juan Pablo II, magisterio viviente
EL Papa ha recordado lo que el beato Juan Pablo II afirmaba, hace treinta años, sobre el sufrimiento: «hacer bien con el sufrimiento y a hacer bien a quien sufre» (Cart. ap. Salvifici doloris, 30). Él vivió estas palabras, las ha testimoniado de manera ejemplar. El suyo fue un magisterio viviente, que el Pueblo de Dios ha recambiado con tanto afecto y tanta veneración, reconociendo que Dios estaba con él.