Queridos hermanos y hermanas
Doy gracias al Señor por la alegría de vuestra fe y por el ardor de vuestro testimonio cristiano. Os saludo a todos cordialmente, empezando por el Equipo responsable internacional del Camino Neocatecumenal, junto a los sacerdotes, a los seminaristas y a los catequistas. Un saludo lleno de afecto dirijo a los niños, presentes en gran número. Bravo, gracias. Mi pensamiento va de manera especial a las familias, que se dirigirán a las diversas partes del mundo a anunciar y dar testimonio del Evangelio. La Iglesia os está agradecida por vuestra generosidad. Os doy las gracias por todo lo que hacéis en la Iglesia y en el mundo.
Y precisamente en nombre de la Iglesia, nuestra Madre, nuestra Santa Madre Iglesia jerárquica, como le gustaba decir a san Ignacio de Loyola, en nombre de la Iglesia quisiera proponeros algunas sencillas recomendaciones. La primera es la de tener el máximo cuidado por construir y conservar la comunión dentro de las Iglesias particulares en las que iréis a trabajar. El Camino tiene un carisma propio carisma, una dinámica propia, un don que, como todos los dones del Espíritu tiene una profunda dimensión eclesial; esto significa ponerse a la escucha de la vida de las Iglesias a las que vuestros responsables os envían, a valorar sus riquezas, a sufrir por sus debilidades si es necesario, y a caminar juntos, como único rebaño, bajo la guía de los Pastores de las Iglesias locales. La comunión es esencial: a veces sucede, a veces puede ser mejor a renunciar a vivir en todos los detalles lo que vuestro itinerario exigiría, con tal de garantizar la unidad entre los hermanos que forman la única comunidad eclesial, de la que siempre debéis sentiros parte.
Otra indicación: allí donde vayáis, os hará bien pensar que el Espíritu de Dios llega siempre antes que nosotros. Esto es importante. ¡El Señor siempre nos precede! Pensad en Felipe, cuando el Señor le envía por ese camino y en la carroza estaba ese ministro de economía. El espíritu había llegado antes: el leía el libro del profeta Isaías. No entendía, pero el corazón ardía, y así cuando Felipe se acerca, está preparado para la catequesis y para el bautismo. El Espíritu siempre nos precede, Dios va siempre antes que nosotros. También a los lugares más alejados, también a las culturas más diversas, Dios derrama en todas partes las semillas de su Verbo. De aquí brota la necesidad de una especial atención al contexto cultural en el que vosotras familias iréis a trabajar: se trata de un ambiente a menudo muy distinto de aquel del que procedéis. A muchos de vosotros les costará aprender el idioma local, a veces difícil, y este esfuerzo es apreciable. Mucho más importante será vuestro compromiso para «aprender», lo ha dicho Kiko, las culturas que encontraréis, sabiendo reconocer la necesidad del Evangelio que está presente en todas partes, pero también esa acción que el Espíritu Santo ha realizado en la vida y en la historia de cada pueblo.
Y finalmente, os exhorto a tener cuidado con amor unos de otros, de forma particular de los más débiles. El Camino Neocatecumenal, en cuanto itinerario de descubrimiento del propio Bautismo, es un camino exigente, a lo largo del cual un hermano o una hermana pueden encontrar dificultades imprevistas. En estos casos, el ejercicio de la paciencia y de la misericordia por parte de la comunidad es signo de madurez en la fe. La libertad de cada uno no debe ser forzada, y se debe respetar la eventual elección de quien decidiera buscar, fuera del Camino, otras formas de vida cristiana que le ayuden a crecer en la respuesta a la llamada del Señor.
Queridas familias, queridos hermanos y hermanas, os animamos a llevar a todas partes, también a los ambientes más descristianizados, especialmente a las periferias existenciales, el Evangelio de Jesucristo. Evangelizad con amor, llevad a todos el amor de Dios. Decid a cuantos encontréis en los caminos de vuestra misión que Dios ama al hombre así como es, también con sus límites, con sus errores, con sus pecados. Y por esto ha enviado a su hijo, para que tomara sobre sí nuestros pecados. Sed mensajeros y testigos de la infinita bondad y de la inagotable misericordia del Padre.
Os confío a la Virgen María, para que inspire y sostenga siempre vuestro apostolado. En la escuela de esta tierna Madre sed misioneros celosos y alegres. No perdáis la alegría. Adelante.